Ya salió el texto titulado "Desde el CAPITALOCENO al Socialismo de las peculiaridades", de mi autoría, donde se hace alusión al umbral del Capitaloceno, una época tejida con los hilos de la acumulación sin límites y la mercantilización incluso de la vida, me detengo a contemplar el mundo como quien sopesa una herida abierta y palpitante en el cuerpo social.
El Capitaloceno, a todas estas, no solamente nombra una era, sino que describe un proceso dramático de transformación: la crisis ecológica, la desigualdad rampante, la disciplina de los cuerpos y las mentes conducidas por el afán de ganancia y por la dictadura del valor de cambio. Bajo esta impronta, la naturaleza y el trabajo humano dejaron de ser fines en sí mismos y se tornaron meros insumos, apremiados por la lógica productivista global. No es casualidad que los estudios recientes relacionen la devastación ambiental con una ideología que considera "naturaleza" y "sociedad" como esferas separadas e inagotables, propiciando la emergencia de conflictos ecológicos y sociales cada vez más visibles.
Así pues, identifico como nudo problemático el desequilibrio amplificado por el capitalismo globalizado que no solo erosiona suelos, sino también vínculos, sentidos de pertenencia y horizontes de justicia. He presenciado—en la multiplicidad de voces académicas, campesinas y urbanas—cómo la promesa de progreso aparece, tantas veces, como un espejismo sostenido por el extractivismo y por la expoliación social.
En consecuencia, la situación crítica se manifiesta tanto en la creciente concentración de riqueza como en el debilitamiento de las redes comunitarias y la erosión de modelos alternativos de organización. Por tanto, delimito la escena espacial a los territorios tensionados por la economía-mundo capitalista, en especial Latinoamérica y Asia oriental; en cuanto al tiempo, centro la mirada en las últimas décadas del siglo XX hasta el presente, periodo signado por la aceleración de la desigualdad y la disputa epistémica por nuevos senderos civilizatorios.
Dentro de este marco, los sujetos implicados trascienden la etiqueta de "investigados" para convertirse en actores históricos, protagonistas de la transformación posible: campesinos desplazados, obreros reconfigurados por la automatización, minorías étnicas invisibilizadas, pero también cuadros políticos, líderes comunales, militantes, académicos y todos aquellos que desde las márgenes o desde los centros de decisión interrogan la herencia del Capitaloceno.
En este contexto, Así, la investigación se nutre de las vivencias que emergen en la frontera movediza donde el crecimiento económico colisiona con los límites del planeta y de la moral colectiva. Son, en definitiva, sujetos híbridos, a veces contradictorios, cuyas expectativas y trayectorias vitales configuran el campo de fuerzas donde se dirime la transición hacia otros modos de vida.
Ahora bien, al orientar la mirada a lo que algunos llamarán el Socialismo de las peculiaridades —o Socialismo con características chinas— percibo, no sin asombro, un experimento contemporáneo de rediseño institucional, político y cultural surgido en el oriente asiático como respuesta específica a dichas tensiones. Aquí confluyen la tradición milenaria, la disciplina de un Estado centralizado, y una voluntad de emancipación traducida creativamente.
Según la doctrina oficial y los análisis críticos, este socialismo no copia fórmulas ni dogmas ajenos; se encarna en reformas graduales, en la combinación de propiedad pública con mecanismos de mercado, y en un compromiso declarado con el bienestar colectivo, la armonía social y la modernización tecnológica (Deng, 1985; Hu, 2012; Xi Jinping, 2023). El socialismo con peculiaridades chinas apuesta, entonces, por "una vía inexorable y exitosa" para alcanzar prosperidad y estabilidad a través de la apertura económica y la construcción de un sistema democrático acorde con sus tradiciones y retos contemporáneos.
En el plano epistémico, esta transición se inscribe en una hermenéutica crítica, sensible a los contextos y atenta a la dialéctica entre universalismo y particularidad. Si el Capitaloceno impone la lógica monolítica y reductora del mercado global, el socialismo chino recupera la centralidad de lo concreto: no es una simple traslación de los principios del marxismo-leninismo, sino un laboratorio permanente donde la teoría se encuentra interpelada por las realidades nacionales, sociales y culturales.
Así lo señalan tanto la Constitución de la República Popular China como la literatura especializada, que enfatizan la construcción de una sociedad democrática, civilizada y ecológicamente sostenible (Constitución de la RPC, 1982; Buckley, 2013). En consecuencia, la producción de conocimiento sobre estas transiciones exige una epistemología situada, capaz de integrar aportes filosóficos, legales y testimoniales en un diálogo sereno pero ineludible con el presente.
Por consiguiente, el modelo epistémico elegido se articula en torno a la praxis, al reconocimiento de la posibilidad histórica de superar las alienaciones e injusticias heredadas, pero sin perder la humildad ante la complejidad de los procesos sociales. Inspirado en la búsqueda de una justicia social que no sea abstracta ni impositiva, sino conectada de raíz al latido de las comunidades, este análisis reivindica la primacía de la experiencia concreta, el valor de la experimentación política y la apertura a caminos propios.
En este sentido, se reconoce que en el corazón de toda transición subyace una tensión fecunda entre memoria y proyecto, entre legado y posibilidad. En un aspecto puntual, sostengo la convicción de que la historia social es fundamentalmente una apuesta ética, en la que la dignidad y la vida plena no son solo metas, sino valores que guían el entendimiento y la transformación de la realidad en esta travesía desde el Capitaloceno hacia el Socialismo de las peculiaridades.
Como un obsequio a mis lectores, comparto la dirección web desde donde podrán descargar de manera gratuita la obra: https://clubdeescritura.com/obra/14441255/desde-el-capitaloceno-al-socialismo-de-las-peculiaridades/