Días atrás leí un editorial de "Ciudad CCS", escrito por la apreciada periodista Mercedes Chacín. Estaba dirigido al "chavismo crítico", aunque, por las comillas, pareciera asumir que tal criticidad ni remotamente lo es. Decidí responder pues me sentí aludido.
Los chavistas -si somos marxistas como lo fue Chávez- entendemos que el socialismo implica dos cosas: el desarrollo de un poderoso modo de producción, diferente al capitalista y, en paralelo, establecer el control territorial por parte de la organización popular. En nuestro caso, la tríada de consejos comunales, comunas y ciudades comunales. Es la versión avanzada de la Comisión Central de Control, propuesta por Lenin para guiar al Estado Soviético. Stalin la mandó al carajo.
Mercedes obvia lo anterior al afirmar: Todos son chavistas pero no todos apoyan a nuestro actual presidente. Hay chavistas que apoyan a Maduro y "chavistas críticos" que no apoyan a Nicolás... La gestión del país no es la gestión de la revolución. Ella no puede ser embozalada por las formas democráticas representativas y menos aún, aceptar que se cambie el rumbo establecido por Chávez.
Digo esto porque el pensamiento crítico -y el marxismo lo es- busca emanciparnos de toda dependencia del poder omnímodo, omnisciente y omnipresente, es decir, de todo poder divino en los asuntos terrenales pero, también del tutelaje patriarcal y del autoritarismo gubernamental. La revolución significa, un día lo explicó Alfredo Maneiro: un cambio en las relaciones humanas, un cambio en la forma de relacionarse los hombres y las mujeres entre sí y de arreglar de una cierta manera sus relaciones con la naturaleza... Y la geopolítica mexicana Ana Esther Ceceña lo remató, la capacidad de autodeterminarse sin ningún tipo de mediación...
Lo señalado por estos dos marxistas insignes, jamás ha sucedido. Lamentablemente, en la totalidad de las revoluciones socialistas triunfantes, se ha impuesto la convicción de que la residencia legal y efectiva del poder, debe estar en manos del líder seleccionado por el "Partido", para ejercer la tutela de la sociedad. Y pese a que Chávez levantó la bandera de la profundización de la democracia, el "Partido" se ha encargado de establecer, a lo largo de los últimos doce años, los límites de tal profundización.
Hablo de la democracia directa. Ella no puede ponerse a depender de las amenazas desatadas por el enemigo, pues el capitalismo siempre nos atacará. Por eso, las críticas que hagamos no pueden ser acalladas apelando a la adhesión, la lealtad y la disciplina. Eso abre las puertas de la resignación, la obediencia y la complicidad.