La revolución dentro de sí y emancipación

Miércoles, 13/08/2025 04:13 PM

Los cuerpos son campos de fuerzas y relaciones desiguales, unas son reactivas y otras son activas. Las primeras lo son de modo inconsciente ante las segundas que son conscientes de modo prevaleciente. Toda fuerza ejerce poder como imposición en la relación y como resistencia en ésta. La fuerza reactiva es incapaz de comprenderse a sí misma. Por ello la conciencia es principalmente reactiva, -aunque tiende a oscilar entre ambas como avatar-, ya que no expresa la totalidad de las fuerzas activas, sino una parte, que son jerárquicamente superiores por sobredeterminantes. De aquí, como lo destacó Baruch de Spinoza, que no sepamos de lo que son capaces los cuerpos, el poder de sus fuerzas reactivas con relación a las activas que son creativas y transformadoras. De la relación impositiva de poder de las fuerzas energéticas reactivas con el inconsciente, depende en buena medida la conciencia; y su liberación, de las fuerzas activas.

A nadie escapa que estamos en un mundo en crisis estructurales que demanda un nuevo modelo civilizatorio que sustituya al ya agotado de la Modernidad, que ha causado la depredación de la naturaleza y de la vida de los seres humanos poniendo en riesgo la vida misma; un nuevo modelo societal que sea Transmoderno.

En el marco de esas crisis. Hay que destacar la crisis de resonancia entre los cuerpos. No nos reconocemos como iguales-diferentes en los demás, sino en las superficialidades de las estandarizadas y alienantes imágenes, fakes o clichés que nos inducen a repetir o consumir los medios digitales o virtuales, que nos vacían de autonomía para pensar y sentir crítica y creativamente junto a los demás. Conduciéndonos a ser competitivos y rivales con los otros y otras en nombre del rendimiento y la eficiencia productivas, así como a un comportamiento individualista y neonarcisista. Que conlleva a debilitar aún más los frágiles vínculos sociales, priorizando la potenciación del ego incluso en las relaciones íntimas o la autosatisfacción en lugar de la satisfacción recíproca. Desdiciendo de la experiencia sensibilizadora y afectual de que para amarse a sí mismo, otra persona empática con tu vida emocional debe reconocerte amándote, de este modo te autoestimas dignamente y te realizas en tu intimidad. Sin el reconocimiento afectual del otro o la otra, no hay amor auténtico. Lo otro, en el autonarcisismo castrador, la incapacidad sentimental de querer a otro u otra, tan solo a sí mismo, es autoerotismo.

La revolución subjetiva, que es relativamente independiente de las determinaciones sociales, económicas y políticas exteriores, -y que potencia las acciones individuales para emanciparse de los controles y poderes institucionales reproductores de las sujeciones que limitan la autonomía y la libertad posible, con efectos en la vida íntima al afectar las relaciones humanas con su fragilidad y transitoriedad actuales en un contexto signado por la liminalidad modernidad-posmodernidad y transmodernidad-, se manifiesta en trascendencia estética de la existencia implicando el cuidado de sí (el sí o sí mismo es un pronombre reflexivo). Por medio de su autopoiética o producción ética autónoma crítico-hermenéutica, interpretativa del sí mismo, -con su alteridad que lo puede desdoblar-, de su auto-reconocimiento intrasubjetivo e intersubjetivo auténtico (existencia reconciliada del si consigo misma y los demás para la realización de las posibilidades más propias y trascendentes). Que conduzcan al libre gobierno de sí, opuesto al seguimiento y a la aceptación obediente o servil de reglas, códigos morales y creencias impuestos hegemónicamente por las sociedades según intereses dominantes en ellas.

Además de las técnicas o ejercitaciones que propicien la gobernabilidad del sí para favorecer la autonomía y la libertad en los sujetos, hay que practicar la hermenéutica del sí mismo junto con la introspección dialéctica o analéctica (negación de la negación sin resolución de síntesis como en la dialéctica, sino ambivalente), y el sentipensamiento auto-co-poiético, como praxis liberadoras del sí. Hay que coordinar el sí consigo mismo y el reconocimiento de los demás creando ámbitos de resonancia afectual, negando la negación de los seres negados en su dignidad o alteridad y autonomía. Todo ello comprende un tránsito no lineal de la subjetividad desde la inquietud o preocupación de sí, afirmando el compromiso ético-estético proyectado de ser, y consolidando las técnicas del cuidado de sí.

La estética de la existencia en su sentido más amplio, según Michel Foucault, implicaría metafóricamente, e imbricada con una ética, hacer de sí una escultura interior esculpida por sí mismo o sí misma mediante la autocontemplación introspectiva con sus respectivas prácticas o ejercitaciones del sí libertarias. Haciendo de esta manera su propia imagen subjetiva y objetivada "valiosa", su alter ego, sin narcisismo, ni espectaculizarla ni mercantilizarla por incidencia de los medios digitales o virtualizadores por alienantes, sino auténtica por autorrealizadora de una "vida buena" antineoliberal por convergencia de sentidos y valoraciones ético-estéticos proyectados o anticipados para sí con otros. Dialogante con otras alteridades exteriores o identidades diferentes y en lucha de oposiciones por sus ambivalencias y resistencias inmanente entre lo modos de ser del sí y el yo con sus identidades (un yo que no se encierra en sí mismo o la mismidad, sino que se abre y muestra a los otros del sí mismo o al nos-otros en un ámbito interno de resonancia), así como con las alteridades u otredades exteriores o interiores que presionan ( ej. "la voz de la conciencia") del desdoblamiento del sí consigo mismo, foro ético-moral de este desdoblamiento del sí consigo mismo al alterizarlo o re-creandolo como una otredad.

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