Este domingo 27 de julio se realizarán las elecciones municipales y de concejales en todo el país. Se llevan a cabo luego de los comicios para la Asamblea Nacional y de gobernaciones del 25 de mayo y de las presidenciales del 28J del año pasado, ambas marcadas por el fraude. Un proceso electoral que es casi simulacro, dado lo totalmente intervenido por el gobierno quien ha puesto y quitado candidatos a placer, que incluso hasta pasan casi desapercibidas para las grandes mayorías, donde dará la tónica el ausentismo.
No hay nada nuevo en las elecciones municipales del domingo. Tal como las realizadas hace dos meses a diputados y gobernadores, se trata de unas elecciones convocadas bajo la sombra del fraude y la represión. Aún no se sabe incluso los votos segregados que sacó cada diputado, pero ya fueron proclamados electos. Por eso no es casualidad el gran desinterés reinante de dichos comicios que estarán marcadas también por una gran abstención, peor aún que las realizadas a finales de mayo.
En las últimas semanas vimos cómo candidatos a alcaldes eran impedidos de inscribirse o, peor aún, estando ya inscritos, se los sacaba de la carrera, sin ningún tipo de explicación por parte del CNE. Ni siquiera ya se molestan por argumentar algún supuesto asunto de inhabilitación por corrupción o alguna otra argucia legal, solo se los saca de carrera y ya, sin explicación alguna. De allí que es cierta la expresión de que es una elección donde el que está participando es "porque tiene el permiso del gobierno".
Por eso, en esta elecciones municipales, no solo se mantienen las restricciones que ya existían para las presidenciales del 28 de julio del año pasado, sino que se sigue negando la participación a todo aquel que no tenga el beneplácito del gobierno o que no haya reconocido el "resultado" proclamado de las pasadas elecciones presidenciales; además de la proscripción de todo lo que es organización política a izquierda del gobierno de Maduro.
El fraude reina en el ambiente, tal como fue la reelección de Maduro sin demostrar ningún resultado, una decisión que se impuso a fuerza de una escalada represiva brutal, con más de veinte muertos y más de dos mil encarcelados, sobre todo en los sectores populares que el 29 y 30 de julio salieron a rechazar el anuncio fraudulento.
Por eso es que se va también a unas elecciones municipales con gran despliegue de los cuerpos policiales y militares en las calles y con una represión en curso donde cada vez más se refuerza el carácter autoritario bajo la imposición de un gobierno de facto. En las últimas semanas hemos sido testigos de una nueva oleada de detenciones, entre las que se incluyen dirigentes gremiales como Yanny González, presidenta del colegio de enfermeras de Barinas, o sindicales, como Fidel Brito, presidente de Fetrabolívar y Fernando Serrano, dirigente sindical de Venalum, o el dirigente estudiantil de la UCV, Simón Bolívar.
Mientras producto de los pactos con Trump, con el canje de los migrantes venezolanos presos en las cárceles de Bukele, Maduro libera a casi 80 presos políticos en Venezuela, acto seguido activa y acelera la puerta giratoria con las más de 20 detenciones que se han llevado en los últimos días. Todas estas son condiciones que hacen de esta una elección totalmente antidemocrática que llegan casi al simulacro, no solo por las condiciones que impone totalmente a gusto y placer del Gobierno, donde de antemano tiene asegurado el resultado a favor, sino porque también, cualquiera que intente levantarse contra un fraude será aplastado con la más dura represión.
El autoritarismo y el esquema represivo del gobierno de Maduro está en el marco de los duros ataques que lleva años imponiendo sobre los trabajadores y el pueblo pobre, garantizándole a los patronos condiciones de super explotación de la fuerza de trabajo y una cada vez más brutal desigualdad social, manteniendo a grandes sectores de la población en la pobreza, mientras campean los negocios y vida de lujos de una minoría.
Brutales medidas económicas capitalistas siguen su curso, una moneda que se devalúa diariamente, donde el salario mínimo ha caído casi al nivel de un dólar mensual, mientras los viejos y nuevos ricos, los grandes empresarios y transnacionales son beneficiados aumentando extraordinariamente sus ganancias. Esto como parte de un plan de ajuste que ha estado en curso sin cesar, en concordancia plena con el capital privado. Continuar con todo este plan, solo se puede hacer con mano dura y con los mecanismos más perversamente antidemocráticos, como los fraudes, para mantenerse en el poder.
Sin embargo, el gobierno no está solo en atacar las condiciones de vida del pueblo, pues las sanciones imperialistas a las que está sometido el país, y que han profundizado las penurias del pueblo, tienen, como sabemos, el aval y apoyo total del derechaje que representan María Corina Machado, Leopoldo López, etc. Por eso, aunque Maduro es el que está en el gobierno, ese otro sector también es responsable de la tragedia social que vivimos como clase trabajadora.
El régimen de sanciones económicas -impuestas por los adversarios imperialistas del gobierno, que no por ser sus adversarios son amigos del pueblo venezolano ni mucho menos– no solo afecta duramente las condiciones de vida de la población venezolana, sino que se convierte también en un mecanismo de interferencia en la disputa política nacional, y esa disputa incluye las elecciones, por supuesto. No puede dejar de mencionarse eso como parte de los factores que violentan los derechos democráticos del pueblo venezolano, en este caso, no por obra de la casta gobernante de turno, sino de la principal potencia imperialista actual.
Por esa razón, y por todo lo que representa, nos diferenciamos también claramente, y rechazamos, las posiciones del sector de la oposición trumpista, María Corina Machado y Edmundo, que llaman a la abstención en estas elecciones, pero que no solo son parte de ese mecanismo de condicionamiento imperialista que funciona en el país desde hace ya bastantes años, aupando y avalando el reforzamiento de sanciones a la economía del país, sino que además se arrastran plenamente a la ofensiva racista y antinmigrantes de Trump, a la criminalización de las familias trabajadoras venezolanas que han migrado a Estados Unidos.
Para estas elecciones municipales del 27 de julio se prevé un gran ausentismo, incluso más grande que la de las pasadas a diputados y gobernadores. Se volverá a repetir la altísima abstención, y más aún, que recuerdan a los ausentismos de la época de los últimos años del puntofijismo, con gran descrédito y ninguna confianza en todo el esquema electoral. Obviamente, desde el CNE ya se da por descontado que anunciará, sea cual fuere la situación, alta participación. Además de que Maduro para imponer sus candidatos, utilizará todo el aparato del gobierno, desde el uso descarado de los recursos del Estado, y todos los medios, oficiales como afines, sumándole más saña a lo antidemocrático.
Un sector de partidos de oposición, además del llamado colaboracionista, ha decidido participar en estas municipales; son aquellos que se aglutinaron en las presidenciales en la Plataforma de Unidad Democrática pero ahora no acatan las directivas emanadas de María Corina Machado de su abstención. Pero la derechista María Corina tiene esta posición desde la acera enemiga del pueblo trabajador, desde la acera también antidemocrática que busca, como aliada del imperialismo y clamando por mayor intervencionismo, que se imponga un gobierno por vía de la fuerza de la injerencia, que sea a su favor, disciplinado a Estados Unidos y en sintonía con los Bukele y Milei del continente.
Desde la Liga de Trabajadores por el Socialismo (LTS), que impulsa La Izquierda Diario, consideramos, ante la situación que impera, sostener el llamado a la abstención en las presentes elecciones municipales y concejales, levantando las banderas del pueblo trabajador, por los plenos derechos democráticos, contra la represión, por la libertad de todos los presos por protestar y por razones políticas, y lo hacemos también desde el antiimperialismo. Esto, tal como lo hicimos con otros agrupamientos políticos de izquierda durante las pasadas elecciones presidenciales del 28 de julio, levantando las banderas de la independencia de clase.
Desde la LTS continuamos considerando la necesidad de la unidad de la izquierda anticapitalista, de los sectores que luchan de los trabajadores y los sectores populares para ir construyendo una fuerza política que se plante desde una perspectiva independiente. Una tarea que en la situación adversa que atravesamos como clase, podrá ser a contracorriente, pero es la única vía para poder reorganizar las fuerzas, luchando en una perspectiva anticapitalista y antiimperialista. Es por eso que venimos impulsando la unidad de acción ante los ataques que sufrimos como clase, tanto del gobierno como de los sectores patronales, por nuestros salarios, por nuestros derechos laborales, por la libertad de los trabajadores presos por protestar, por razones políticas o por el simple hecho de hacer una denuncia, por nuestras plenas libertades democráticas.
Levantando una política propia ante la cuestión democrática y ante los problemas sociales y nacionales, que exprese independencia política de la clase trabajadora y del pueblo pobre, que plantee un programa desde los intereses de las y los trabajadores, un programa obrero y popular. Evitar que nuestra clase solo tenga como alternativas políticas aquellas que expresan los intereses de clase de quienes nos pisotean, de los grandes capitales de cualquier origen geográfico y de los ricos de este país, sean los nuevos o los de vieja data. Lo hacemos desde la perspectiva de luchar por un gobierno de los trabajadores y el pueblo pobre.
