Veinte años bajo la sombra de la doctrina contra-anticipatoria

Viernes, 25/07/2025 06:12 AM

En marzo de 2004, con el eco aún vibrante de los atentados del 11-M y bajo el sopor impuesto por la versión oficial, publiqué una crónica que se negaba a obedecer. "La doctrina contra-anticipatoria" no pretendía competir en el terreno de la prueba judicial ni en el academicismo racional, sino en el de la intuición política y la lucidez que da la sospecha. Hoy, dos décadas después, aquella propuesta sigue lanzando su interrogante desde las márgenes del discurso dominante.

Aquella tesis, incómoda entonces y aún incómoda ahora, sugería que detrás del atentado se ocultaba algo más que una acción extremista: una operación concebida para alterar el tablero electoral español y condicionar la política exterior europea. La hipótesis de que la CIA —o sus satélites— estuviera implicada directamente en los hechos del 11-M resultaba intolerable para los guardianes de la opinión única. Pero en un mundo donde se confirmaron operaciones encubiertas, espionaje masivo y manipulaciones informativas, ¿acaso lo impensable no merece, al menos, ser pensado?

Los hechos posteriores han sido elocuentes: se institucionalizó la lógica antiterrorista como marco de excepción para legislar; se normalizó la vigilancia a escala continental con cooperación estadounidense; se erosionaron derechos civiles en nombre de la seguridad

La doctrina contra-anticipatoria señalaba estas derivas antes de que fueran reconocidas. No como oráculo, sino como ejercicio de pensamiento crítico en tiempo real.

En tiempos de obediencia mediática y alineamiento político, aquel texto encarnaba la resistencia epistemológica. Su estilo no buscaba gustar, sino sacudir; no dialogaba con el poder, lo denunciaba. Hoy, desde la atalaya del presente, cobra vigencia como documento de la disidencia: como testimonio de que pensar por fuera del relato dominante no solo es posible, sino urgente.

Hay un pero. Veinte años después, seguimos inmersos en narrativas que justifican lo injustificable en nombre del orden. La doctrina contra-anticipatoria no requiere ser demostrada para conservar su valor: basta con recordarnos que lo invisible también puede ser real, y que el poder sin contrapoder es una amenaza latente.

La memoria crítica es el último reducto contra el olvido programado. Y a veces, el pensamiento incómodo es la forma más honesta de fidelidad a la verdad.

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