¿Por qué el Socialismo Bolivariano?

Jueves, 24/07/2025 06:18 AM

…: Construir la vía venezolana al socialismo; construir el socialismo venezolano. En ello se nos irá la vida, toda la vida, pero no me cabe la menor duda de que ese es el único camino a la redención de nuestro pueblo, a la salvación de nuestra Patria y a la construcción de nuestro mundo donde se haga realidad el sueño de tantos y de tantas, y aquellos de Bolívar en Angostura: La mayor suma de felicidad posible.

Hugo Chávez

 

1.- El Socialismo Bolivariano

El Socialismo Bolivariano no es una metáfora, mucho menos una consigna; es una propuesta de organización de la sociedad venezolana, convertida en teoría y praxis política, que nos convoca a imaginar su estructuración a partir de una profunda reflexión acerca de los objetivos perseguidos como proyecto de redención humana. El Socialismo Bolivariano, es una frase que resume una nueva forma de hacer política, con ella se expresa el conjunto de reflexiones que preceden el fraguado del proceso de transformación revolucionaria, que debe conducirnos a la edificación del nuevo Proyecto Nacional Socialista. Es, asimismo, un ejercicio intelectual de alto contenido conceptual, el cual se propone desmontar toda una visión, toda una cultura, sustentada en la teoría de la "mano invisible" de Adam Smith, que colocó al mercado como el sujeto fundamental de la estructuración capitalista; que colocó la ética del mercado, como una ética absoluta. El Socialismo Bolivariano, es un reto a partir del cual estamos edificando un nuevo modelo de sociedad que se estructura desde una lógica opuesta a la establecida por la hegemonía del imperio estadounidense; es una nueva forma de vivir, pensada desde Venezuela, para una nueva Venezuela, una forma de sociedad que trasciende la modernidad occidental, que supera la modernidad capitalista.

El Socialismo Bolivariano, es la formulación de un proyecto social para el presente. Para lo cual es necesario crear una nueva fuerza social. Es la construcción de una sociedad guiada por el principio de la solidaridad humana, antes que por el lucro individualista; sociedad en la cual, los grupos sociales al unirse y funcionar como pueblo, puedan modificar la estructura política de la sociedad. Es un proceso de rupturas, no sólo con el sistema capitalista.

El Socialismo Bolivariano, es una reflexión crítica profunda sobre los fundamentos de la democracia liberal, ya que entiende a la democracia como un "proyecto de identidad ética"; por lo que, construir una nueva democracia, que tenga como marco de referencia la relación entre la ética y la política, requiere conocer que es lo que queremos hacer y cómo hacer para que la democracia sea un proyecto de vida. Es, de igual manera, una reflexión sobre la necesidad de vivir libremente, sin represiones; de decidir sobre el modo de existencia del pueblo venezolano, lo cual constituye "el hecho social y cultural más significativo de nuestro tiempo, la aspiración y el derecho más legítimos a los ojos de nuestros contemporáneos".

El Socialismo Bolivariano, es la conformación de un nuevo ethos cultural venezolano, el empoderamiento del venezolano como sujeto fundamental de la sociedad, el agigantamiento del sentimiento de solidaridad, de amor al prójimo, de respeto al otro, el acto humano humanizado al infinito.

El Socialismo Bolivariano es, en definitiva, la construcción de una nueva civilización que se fragua a partir de los más caros principios del humanismo. Que rompe de manera radical con el capitalismo neoliberal, modelo de sociedad cuya ética es el crecimiento económico salvaje. Impulsado por "fuerzas ciegas" generadoras de falsas necesidades. Constituyendo, de tal manera, una nueva forma de criminalidad, que no respeta ni al ser humano ni a la naturaleza.

El Socialismo Bolivariano, para decirlo con Gramsci, como proyecto de estructuración social, hace coincidir a la "sociedad civil" con la "sociedad política", para la conformación de una nueva "alianza social" que se desplace al "terreno de lo ético y lo cultural". Ya que -en definitiva- lo que la hegemonía construye "es una verdadera comunidad de valores", una "voluntad colectiva". Y es allí, precisamente, donde se construye el "bloque histórico" de una formación social determinada, en el marco de sus particulares relaciones sociales, económicas, políticas, culturales y ambientales.

El Socialismo Bolivariano es un nuevo Socialismo. Es un nuevo proyecto civilizatorio imaginado desde un presente por vivir, cuya posibilidad de hacerlo realidad está determinada por el hecho de entender que la comuna es la célula fundamental para su fraguado y consolidación. Que la comuna es el pilar fundamental para la construcción de la democracia participativa y protagónica, para la organización y consolidación del Poder Popular.

Razones estas que nos conducen a afirmar que la construcción y consolidación del Socialismo Bolivariano, como nuevo modelo civilizatorio para nuestro país, es la tarea prioritaria que tenemos los venezolanos en el presente. De allí, la propuesta del Presidente Nicolás Maduro plasmada en la Ley Orgánica del Plan de la Patria de las 7 Grandes Transformaciones 2025-2031. No como una "receta mágica"; sino, como una hoja de ruta -clara y precisa-, que habrá de conducirnos hacia la construcción de la Venezuela Socialista.

2.- La Hegemonía Socialista

Hemos dicho que el Socialismo Bolivariano es la construcción de una nueva civilización. Los últimos doce años de Revolución Bolivariana, han estado determinados por el permanente asedio, el bloqueo económico y las criminales medidas coercitivas unilaterales a que hemos sido sometidos, por los gobiernos supremacistas de EEUU y sus lacayos de la Unión Europea. Muchas veces nos preguntamos si habrá una brújula que nos ayude a navegar, en medio de estas aguas turbulentas, y poder llegar a puerto seguro. Encontramos la brújula y el capitán de la nave ha sabido orientarse con las instrucciones que esta le indica. Inteligencia y dignidad han sido principios que, entre ola y ola, nos han permitido surfear la situación vivida y, en el horizonte, comienzan a verse destellos de nuevos rayos de sol.

La experiencia vivida, en medio de la tormenta, nos decía que debíamos buscar nuevas orientaciones al proceso de construcción de la Revolución Bolivariana. Los lineamientos políticos que guían las Siete Transformaciones (7T), propuestas por el Presidente Nicolás Maduro, son la carta de navegación con la que daremos continuidad al largo camino de construcción y consolidación de la Venezuela Socialista.

¿Cómo hacer realidad las propuestas programáticas de los mismos? Ese es el reto que tenemos por delante. Sobre todo, porque como hemos dicho en otros textos nuestros, el socialismo no es solo un modo de producción; ni la sola socialización de los medios de producción. Concebirlo desde esta perspectiva nos conduce a ser parte de eso que ha sido definido como la "sociedad del crecimiento", una sociedad en la que el pueblo pierde su condición de ser humano. Por lo que, entre capitalismo y socialismo, no existirían diferencias como modelos opuestos. Nuestra visión del socialismo cuestiona este reduccionismo economicista con el cual ha sido presentado, a partir de las formulaciones teóricas diseñadas por el pensamiento soviético, luego de la III Internacional Comunista. Tengamos presente que cuando Marx definió el socialismo lo hizo por sus fines: lo propio del socialismo, escribió, consiste en crear las condiciones económicas, políticas, sociales y culturales que permitan que cada quien pueda desplegar sus actitudes y capacidades en toda su plenitud. Por tanto, no es posible edificar el socialismo en los marcos de una sociedad capitalista.

Para nosotros el socialismo es una forma de vida, es una cultura en su más amplio sentido, la cual se construye a partir del establecimiento de nuevas relaciones humanas y de poder político; es la socialización integral del pueblo como sujeto histórico. En razón de ello, los venezolanos estamos llamados a edificar un nuevo socialismo. A pensarlo e imaginarlo a partir de la realidad vivida y de la sociedad que queremos construir, allí reside su originalidad. Por lo que, el socialismo debemos entenderlo como el establecimiento de una nueva hegemonía. Entendida ésta como la forma en que una determinada clase social actúa política, ideológica y culturalmente sobre la sociedad.

Antonio Gramsci decía que, la hegemonía debía ser entendida como el resultado de la relación que se da entre los distintos factores que participan en la lucha por el control político de la sociedad; decía que, la síntesis de los pares: dirección-dominación, fuerza-consentimiento, poder-sumisión, debía ser entendida como la destreza de un determinado factor para dirigir a sus partidarios y el poder para someter a sus contrarios. A partir de entonces, esta categoría analítica viene a explicar con mayor claridad el problema de la dominación; así como también el consenso respecto a esa dominación, el cual se establece a través del sector social dominante, que gira en torno de un aparato político institucionalizado y determinado por una concepción ideológica que le de sustentación.

Gramsci, en su análisis, toma como punto de partida la concepción marxista de la historia; por lo que, la relación entre estructura y superestructura constituye un nudo problemático fundamental para el análisis de las contradicciones subyacentes en los fenómenos sociopolíticos. Para él es, igualmente, de suma importancia, la relación que se da entre el Estado y la sociedad civil; por lo que, se hace necesario conocer el desarrollo histórico de las formaciones sociales para poder comprender la manera como se conforma la hegemonía en una determinada sociedad. Asimismo, estudiar cada caso en concreto para observar cuál es la clase hegemónica predominante en un determinado período del proceso histórico de una sociedad determinada.

Es, en este orden de ideas, como puede entenderse que el Estado constituye el principal agente hegemonizador, a través de sus instituciones o aparatos de dominación. Gramsci, al afirmar que era posible alcanzar la hegemonía antes de la toma del poder, a través de la atomización del "bloque dominante" existente, no hace más que señalar la necesidad de formular una estrategia revolucionaria de nuevo tipo, con miras a la construcción de una sociedad nueva, más democrática.

Es por ello que, afirmamos que el concepto de hegemonía, como categoría de análisis, es un concepto básico en el estudio del funcionamiento de las formaciones sociales, el cual debe ser entendido en un doble sentido:…como crítica a una experiencia anterior y, a la vez, como sentido de futuro. Ya que, como dice Enzo Falleto: La idea de hegemonía fue reinterpretada como construcción de mayoría y la democracia como posibilidad de expresión de la misma,… La noción de hegemonía pasó a estar muy cerca del tema de la formación de consensos. O, como bien lo han dicho Ernesto Laclau y Chantal Mouffe: ...El concepto de hegemonía no surgió para definir un nuevo tipo de relación en su identidad específica, sino para llenar un hiato que se había abierto en la cadena de la necesidad histórica… Ya que,... hegemonía es el principio articulador de una nueva civilización, de la construcción de un nuevo sentido común de las masas, que como tal implica un liderazgo intelectual y moral y no sólo un liderazgo político. Hegemonía es la construcción de nuevos sujetos, no la simple alianza entre sujetos preconstruidos.

Pues bien, teniendo presente las anteriores afirmaciones, decimos que la estructuración de la formación social capitalista venezolana; fue diseñada a partir de los intereses de las clases dominantes, a partir del fraguado del Estado Liberal iniciado con la Constitución de 1864; y, modernizado y actualizado, con la Constitución de 1961. Por lo que, la burguesía nacional, como clase dominante, hizo de la hegemonía capitalista venezolana un ejercicio del poder, a través del Estado liberal y el sistema político partidocrático establecido a partir del "Pacto de Punto Fijo, 1958". En tal sentido, la "democracia representativa" fue un modelo fraguado de acuerdo a los intereses económicos y políticos de dicha burguesía, la cual se constituyó en la dueña del Estado capitalista y lo convirtió en un instrumento para la dominación. A partir de estas consideraciones es que ubicamos la hegemonía capitalista venezolana en un nivel político; ya que, se hace poseedora de los elementos básicos de la construcción del hecho político nacional.

Es por ello que, cuando hablamos de crisis estatal, hacemos referencia a la crisis en una formación social como una totalidad; de manera que, debemos entender que cuando en una determinada sociedad ocurre una crisis económica, esta se refleja y se siente en el sistema político por la relación existente entre ambas esferas; y, la manera como habrá de enfrentarse supone el establecimiento de un nuevo modelo de organización estatal en el cual se incluya a las masas y su participación en el Estado. Esta estrategia determinó la emergencia de un nuevo estilo de acción política, de una nueva forma de hacer y concebir la política, a través del establecimiento de nuevas instituciones y del fraguado de un sistema político que en su accionar sirviera de mediador entre el Estado y la sociedad.

Necesario es, entonces, el establecimiento de un nuevo marco de relacionamiento entre venezolanos y con la naturaleza. De un nuevo modelo de sociedad que, como dice Edgar Morín, no este guiada por una racionalidad económica, empujada sonámbulamente por una dialéctica de necesidades errantes y fuerzas ciegas. Y, ello, lo podemos lograr. Porque en la Ley Orgánica del Plan de la Patria de las 7 Transformaciones 2025-2031, se formulan propuestas concretas e integrales. Se sitúa la realidad que vivimos en perspectiva histórica. Nos planteamos, de cara al año 2031, metas alcanzables.

Ese es, precisamente, el reto que los venezolanos nos estamos planteando. La construcción del Socialismo Bolivariano. Y ello no es cualquier cosa. Es el fraguado de una nueva formación social, de una nueva cultura, de un nuevo ser social, es la edificación de una nueva civilización.

3.- ¿Con quién y cómo hacerlo?

En el Preámbulo de la Constitución Bolivariana; y, en el TÍTULO I, referido a los PRINCIPIOS FUNDAMENTALES, están establecidos los principios jurídicos y políticos a partir de los cuales podemos, y debemos, dar inicio a esta nueva fase de transformación revolucionaria con miras a hacer realidad el Proyecto Nacional Bolivariano que, con tanta profundidad conceptual y pasión humanista, nos legó el Presidente Hugo Chávez.

El pueblo es el sujeto fundamental de su realización; y, el carácter irrevocablemente libre e independiente de nuestra Patria, constituyen el fundamento de nuestro patrimonio moral y sus valores de libertad, igualdad, justicia y paz, legado de nuestro Libertador Simón Bolívar.

Es por ello que, para hacer realidad la reformulación del proyecto socialista bolivariano, debemos avanzar en el proceso de radicalización de la democracia participativa y protagónica. Reconocer que hay distintas formas de participación y protagonismo. Entender que éstas pueden generar diferencias y hasta antagonismos; incluso, confrontación entre adversarios. Es por ello que, cuando Gramsci habla de la cuestión meridional, refiere la necesidad de articular lo diferente y fraguar una voluntad colectiva. Debemos, por tanto, articular los distintos movimientos y sectores sociales y crear una voluntad colectiva como paso previo para la conformación de la hegemonía socialista.

Debemos, por tanto, avanzar en la venezolanización de la política nacional; la cual debe tener, como centro fundamental de su estructuración, al pueblo venezolano. Proceso del cual debe emerger una nueva manera y una nueva concepción de nuestra identidad; lo cual es posible alcanzar a partir de un pueblo movilizado, que haga realidad el carácter participativo y protagónico del Socialismo Bolivariano. De esta manera las clases populares, el pueblo, dejan de estar fuera del proceso político. Comienzan a organizarse, se presentan como una clase que aspira al poder político. Necesario es entender, en ese sentido, que la politización del pueblo constituye uno de los ejes fundamentales de dicho proceso.

Pues bien, definir cómo vamos a lograr construir el Socialismo Bolivariano, es un ejercicio complejo. El pueblo, siendo lo más concreto que existe en la sociedad; sin embargo, le corresponde definir y ejecutar las transformaciones que nos hemos planteado llevar adelante. Ello significa, entonces, que la construcción del Socialismo Bolivariano, como objetivo supremo del proceso revolucionario, es su responsabilidad.

En la Constitución Bolivariana, los venezolanos definimos al nuestro como, "un Estado democrático y social de Derecho y de Justicia, que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico y de su actuación, la vida, la libertad, la justicia, la igualdad, la solidaridad, la democracia, la responsabilidad social y, en general, la preeminencia de los derechos humanos, la ética y el pluralismo político". Así como también, se establece que el "Estado tiene como fines esenciales la defensa y el desarrollo de la persona y el respeto a su dignidad, el ejercicio democrático de la voluntad popular, la construcción de una sociedad justa y amante de la paz, la promoción de la prosperidad y bienestar del pueblo y la garantía del cumplimiento de los principios, deberes y derechos reconocidos y consagrados en esta Constitución". Principios a partir de los cuales debemos definir cómo vamos a construir el Socialismo Bolivariano.

4.- La influencia de Simón Rodríguez

En el año 1954, Mariano Picón Salas, uno de los más excelsos pensadores venezolanos del Siglo XX, publicó un breve ensayo sobre Simón Rodríguez. Dice en su texto que, dos obras habrán de marcar la impronta en el pensamiento y la vida del ilustre pensador sobre el cual hoy dejamos discurrir algunas opiniones. La primera de ellas se titula "Robinson Crusoe", del autor inglés Daniel Defoe, publicada en Londres en 1719; la otra, el "Emilio o la educación", escrita por el autor francés Juan Jacobo Rousseau, publicada en París en 1762. Obras que, al decir de Picón Salas, eran aparentemente distintas entre sí, y sin embargo, "ambas coincidían en un problema general como el de mayor y más útil formación del hombre". Ya que: "Aquellos escritores querían enseñar el difícil arte de ser hombres completos. Y se llama así no sólo el que sabe desempeñar bien un oficio, sino quien en todos los actos de su conducta responde con toda plenitud, coraje, honestidad e inteligencia de que es capaz".

Daniel Defoe, narra en su novela la aventura de un joven inglés que se lanza al mar deseoso de conocer el mundo, por lo que "tiene que valerse de su imaginación e inteligencia y reinventar los útiles e instrumentos que la civilización había logrado en proceso de muchos siglos, a fin de facilitar la vida". Acto creativo que "sólo por un esfuerzo y porque le anima la acérrima voluntad de no morir, creará por sí mismo todos aquellos utensilios con que ha de vencer y apaciguar la penuria y dureza del ambiente". Y es que, una de las mayores enseñanzas del "Robinson Crusoe", de Daniel Defoe es –precisamente-, "no temerle a la adversidad cuando podemos oponerle el impulso de subsistir y vencer,…".

Del Emilio de Rousseau, Picón Salas destaca que, "la enseñanza que más vale es la que el hombre logra en la detenida y emocionada observación de todo lo viviente; no sólo lo que leemos en los textos de estudio o nos trasmiten los maestros, sino reflexionando sobre cuanto pasa por nuestra conciencia. La naturaleza es el primero y más fascinante libro que invita a nuestros ojos, y desenvolviendo la imaginación, la sensibilidad y hasta la fantasía poética, el hombre puede ser su propio maestro".

Al revisar la obra de Simón Rodríguez, nos encontramos con que en ella está presente el iluminismo europeo y el socialismo utópico. Fundamentos teóricos que lo enfrentan al clero conservador y a una praxis del acto docente de carácter escolástico. El Maestro del Libertador Simón Bolívar, "Samuel Robinsón" como hubo de llamarse en su clandestinidad y exilio, fue en el plano educativo, "partidario de combinar la enseñanza con el trabajo, promoviendo escuelas técnicas y agrícolas, que facilitasen el desarrollo de nuestros países".

Simón Rodríguez a los 22 años edad se inicia como docente, impartiendo clases como profesor en la "Escuela de Lectura y Escritura para niños", centro educativo caraqueño en el cual sería tutor del Libertador Simón Bolívar. En 1794, presentó un escrito crítico titulado: "Reflexiones sobre los defectos que vician la escuela de primeras letras en Caracas y medios de lograr su reforma por un nuevo establecimiento". Se avizoraba ya como un docente visionario.

Dijo el Libertador que su maestro "enseñaba divirtiendo", método que rompía radicalmente con las rígidas costumbres educativas del colonialismo español. Simón Rodríguez, no fue solo un maestro. Su impronta revolucionaria hubo de estar presente en las más diversas manifestaciones de la precursora lucha emancipadora de la Venezuela y la América colonial.

En 1797, se adhiere a la conspiración de Gual Y España, lo cual lo obliga a abandonar el territorio Venezolano. A partir de 1804, se encuentra con Simón Bolívar. Juntos emprenden un largo viaje por gran parte de Europa. Viaje durante el cual, en la estadía en Roma, Italia, un 15 de agosto de 1805, el Libertador hará su famoso juramento en el Monte Sacro. Su discípulo más universal el Libertador Simón Bolívar, diría de él que es: "El hombre más extraordinario del mundo".

En una de sus obras fundamentales, Sociedades Americanas, Simón Rodríguez, plantea la necesidad de buscar soluciones propias para los problemas de Hispanoamérica, idea que puede sintetizarse en la siguiente afirmación: "La América Española es Original; Originales han de ser sus instituciones y su gobierno: Y Originales sus medios de fundar uno y otro. O Inventamos o Erramos".

Para él, la sociedad americana colonial estaba caracterizada por la existencia de enormes conflictos sociales, políticos, económicos y culturales, lo cual determinó que se estableciera una estructura social profundamente inequitativa, censitaria, excluyente; con marcadas y profundas injusticias sociales, en donde los sectores dominantes del poder colonial establecieron relaciones y prácticas infrahumanas para con los sectores dominados. Por lo que, para Simón Rodríguez, el acto educativo, el acto docente, tenía que ser una verdadera Paideia. Para él, la educación era una actividad eminentemente social. Concebía la educación como una educación pública, popular y republicana. Orientada a la formación de ciudadanos, de ciudadanía. Que no fuera excluyente, por lo que debería implementarse a través de una metodología de observación-reflexión-meditación, debía basarse en la experimentación, antes que en el sistema memorístico, el cual caracterizaba la educación venezolana, y americana de entonces. En razón de ello, Simón Rodríguez, entendió que la crisis social de la América colonial no sería superada con la emancipación sino que, por el contrario, esta se haría mayor ya que con el establecimiento de las nacientes repúblicas, los conflictos sociales habrían de profundizarse mucho más que los conflictos políticos.

Ya que, según su opinión: "El estado de América, no es el de la Independencia sino un ‘armisticio’ en la Guerra que ha de decidirla. Por poco que se observe la dirección que van tomando los negocios públicos en América, se advertirán muchas impropiedades, que arguyen un principio de desorden".

Preveía, de esta manera, Simón Rodríguez, el surgimiento de unas sociedades complejas, patriarcales, establecidas a partir de la hacienda de plantación, la cual daría lugar al surgimiento del caudillismo y por ende a las guerras civiles, que se suscitarían a lo largo del siglo XIX y buena parte del XX, en la sociedad venezolana y en algunos países del hemisferio americano.

Y es que, "Las sociedades, tienden a un modo de existir, muy diferente del que han tenido, y del que se pretende que tengan". Para Simón Rodríguez, estaba muy claro que el modelo de sociedad que las clases dominantes de Venezuela y América, pretendían establecer no lograría superar las injusticias sociales que existieron durante el orden colonial, de allí que, la insurrección popular que hubo de producirse en muchos de nuestros pueblos, en los años siguientes a la emancipación, sería el resultado de ese descontento, de esa insatisfacción. El ejemplo más evidente de lo afirmado, habría de ser la lucha por la manera como estaba estructurada la propiedad agraria, la tenencia de la tierra, en nuestros países.

Al respecto afirmó que, "Somos independientes, pero no libres…, dueños del suelo, pero no de nosotros mismos. Las preocupaciones políticas que nos dominan, no caducarán como muchos lo esperan; al contrario: persisten al lado de las ideas liberales, las harán bastardear. Otras fuerzas que las que empleamos para ‘emanciparnos’, debemos emplear para ‘liberarnos’...las de la Razón". Para Simón Rodríguez, el fraguado de una nueva sociedad es un proyecto colectivo, participativo, al respecto nos legó la siguiente afirmación: "Es un deber de todo ciudadano instruido el contribuir con sus luces a fundar el Estado, como con su persona y bienes a sostenerlo".

Al revisar la obra de Simón Rodríguez, nos encontrarnos con un pensar visionario. Estableció y resaltó la relación que existe entre la educación y lo social; entendido lo social de manera integral, holística, sistémica. Premonitorios fueron sus planteamientos teóricos. Afirmar la necesidad de superar la enajenación mental heredada de la colonia, no era un asunto menor. Más de trescientos años de dominación política, económica, social, cultural y religiosa habían determinado la conformación de un ethos social venezolano cuyas principales aspiraciones, iniciativas y decisiones no tenían a la "comarca" o futura patria, como su mayor preocupación. En tal sentido, dos conceptos serán la "piedra miliar" de su planteamiento: la paz y la razón. La paz, mas no la "tranquilidad" que no es otra cosa que una "paz boba", ya que una buena convivencia activa permitiría que los ciudadanos de una nación pudieran avanzar en el alcance de los logros planteados.

A este respecto afirmó que: "El árbol de la libertad se ha de regar con ‘sangre’ es un concepto verdadero, si por ‘libertad’ se entiende la ‘independencia’ para obrar en favor propio, sin daño ajeno, pero será un falso concepto, si se cree, que para ‘entenderse’ sobre el modo de obrar, y sentar un principio que regle este modo, sea menester reñir: el resultado sería entonces una guerra perpetua, por consiguiente, la aniquilación".

La razón, pero no de la razón heredada de la ilustración, sino de aquella que "el romanticismo trataba de reformular, a partir de nuevos parámetros, por cuanto las luces de la Ilustración ya no eran suficientes para iluminar la flamante realidad". Sobre este aspecto, su crítica fue muy contundente, señaló: "Hagan los Directores de las Repúblicas lo que quieran, mientras no emprendan la obra de la ‘educación social’, no verán los resultados que esperan. Nunca saldrán de la fastidiosa repetición de ‘principios generales’, ni de la interminable disputa sobre derechos y libertades que ¡tanto perjudica al crédito de la causa y a la reputación de sus defensores!".

Pues bien, para Simón Rodríguez la necesidad de desmontar el andamiaje social fraguado a partir de la ilustración, más que una necesidad era indispensable si de verdad se querían edificar nuevas sociedades, ya que el modelo de civilización occidental (el capitalismo), heredado de la cultura ilustrada u occidental, conduciría a nuestros países al triste rol de imitadores y no de creadores.

Pues bien, son estas, entre muchas otras, algunas de las lecciones heredadas de Simón Rodríguez en las cuales Simón Bolívar, El Libertador, nutre su intelecto. El Bolívar que al decir del historiador Mario Briceño Perozo, anduvo siempre "en lucha permanente contra el despotismo, ya sea criollo o extraño, contra la injusticia social y la desigualdad económica; es el Bolívar juvenil, inquieto, inconforme, renovador, dispuesto siempre a laborar por la felicidad del pueblo". Es allí, en donde obtiene su don de "jurista" que "legisla para suplantar gastadas y decrepitas normas por reglas progresistas". Donde se forma El Quijote Americano, "perseverante, dueño de sí mismo, el Bolívar dominador de las circunstancias del presente y columbrador de las posibilidades del futuro; el Bolívar optimista, lleno de fe en sí mismo, que erguido en el peñón de las dificultades, proclama como meta única de su acción: triunfar! "Es el Bolívar que sigue las enseñanzas de Simón Rodríguez y que abarca con la mirada todos los horizontes de América; el que piensa en una patria amasada por toda una familia de naciones soberanas e independientes; el Bolívar que hace de legiones de esclavos, multitudes de hombres libres; el Bolívar numen de poetas eximios desde Olmedo hasta Neruda".

Pues bien, es el Simón Bolívar cuyo ideario y obra política, como hemos dicho, está plasmada en el Juramento del Monte Sacro (1805), el Discurso en la Sociedad Patriótica (1811), el del Manifiesto de Cartagena (1812), el del Decreto de Guerra a Muerte (1813), el de la Carta de Jamaica (1815), el del Discurso de Angostura (1819), el de la Convocatoria al Congreso de Panamá (1824), el autor del Proyecto de Constitución de Bolivia (1826), el de la Convención de Ocaña (1828), el del Congreso Admirable (1830) y el que desde su lecho de moribundo pronuncia su Última Proclama (11 de diciembre de 1830), el que debemos tener presente para la construcción del Socialismo Bolivariano.

Simón Bolívar no es pasado, ni puede serlo. El pensamiento y la obra de El Libertador es un presente vivido, mantiene toda su frescura, toda su pertinencia. No tuvo complicidad con la Venezuela colonial. Su rebeldía no fue una falsa postura de juventud. A Bolívar no lo condicionó ni el tiempo ni el espacio vital. Supo distinguir, con absoluta claridad, al pueblo español de la monarquía que gobernaba a la "madre patria", como algunos gustan llamar a España; por eso, cuando desenvaino su espada fue para luchar contra "el régimen imperante, contra el sistema político que no se amoldaba a su plan ideológico", establecido por el reino de España en sus colonias de América.

El Simón Bolívar que nos interesa para imaginar la construcción del Socialismo Bolivariano que estamos empeñados en edificar en su amada Venezuela, es un Bolívar vivo. Por eso el Socialismo Bolivariano es un presente por vivir; el cual debemos edificarlo a partir de un pensamiento abierto, sin fronteras. Que no sea prisionero de viejas teorías, pertinentes para otras realidades y otras épocas; porque, el pensamiento de Simón Bolívar, es un pensamiento libre y libertario. Su concepción del liberalismo, libertad, igualdad, fraternidad, solidaridad no tiene su origen, ni el mismo significado, que le asigna el pensamiento occidental capitalista.

¿Dónde encontró, El Libertador Simón Bolívar, el origen y el significado de estas categorías? A mí se me ocurre que, debemos buscarlo en la manera como se estructuró la sociedad implantada colonial venezolana. Modelo de formación social que para finales del siglo XVIII daba muestras de agotamiento. Por lo que, el rey Carlos III, por Real Cédula hubo de crear en 1777 la Capitanía General de Venezuela, como intento para contener las falencias y debilidades del mismo y, de esa manera, evitar el afloramiento de la crisis estructural cuyas primeras manifestaciones ya se hacían presentes.

Es en el marco de la crisis de la sociedad implantada colonial, donde debe ubicarse el proceso de independencia y la posterior conformación de la República de Venezuela. Proceso sociohistórico estudiado por Simón Rodríguez, cuyo análisis está plasmado de manera magistral en su obra Sociedades Americanas. Conocimiento de la realidad de la formación social venezolana, que hubo de trasmitir a su discípulo Simón Bolívar. Es pues, en el marco de la crisis de la sociedad implantada colonial venezolana, en donde debemos encontrar el origen y el significado que tuvo para Simón Bolívar las categorías liberalismo, libertad, igualdad, fraternidad y solidaridad.

5.- Simón Bolívar: Una mirada política

Comencemos por el principio: ¿por qué a nuestro socialismo lo definimos como bolivariano? Le asignamos tal adjetivación porque, el pensamiento del Libertador Simón Bolívar, constituye la piedra miliar para la construcción de la nueva PATRIA que nos hemos propuesto edificar.

El 2 de febrero de 1999, el Presidente Hugo Chávez Frías, Comandante Supremo y Eterno de la Revolución Bolivariana, al asumir el poder, afirmó que se iniciaba una revolución pacífica y democrática. En menos de un año se transformó el marco constitucional del país y se dio cumplimiento al ofrecimiento de una nueva Constitución. Nacía así un proceso revolucionario preñado de ideas y propuestas concretas, para alcanzar la felicidad del pueblo venezolano. Se definieron las bases principistas y políticas para la interacción dinámica del crecimiento económico sostenido, las efectivas oportunidades y equidades sociales, la dinámica territorial y ambiental sustentables, la ampliación de las oportunidades ciudadanas y la diversificación multipolar de las relaciones internacionales. Conscientes, pues, de que lo planteado era avanzar en la construcción de una Venezuela post capitalista, resultaba necesario diseñar un nuevo Proyecto de Nación que fuese más allá de los planes reformistas que se produjeron en la Venezuela cuarto republicana.

Los postulados teóricos para la formulación del mismo, venían siendo "madurados" en las reuniones clandestinas que los "Comacates" realizaban en sus cuarteles. Fue un movimiento en donde no hubo lugar para la improvisación conceptual. Todo estaba pensado. Toda la estrategia, a partir de la cual se diseñó el plan para la toma del poder aquel 4 de febrero de 1992, tenía su origen en el pensamiento legado por el Padre de la Patria Simón Bolívar. Pensamiento que el hijo más Grande de América, nos legó en sus cartas, proclamas, discursos y decretos.

Legado histórico que se conformó y consolidó a lo largo de su lucha por la independencia; y que, puede resumirse en lo expresado por nuestro Libertador a su Maestro Simón Rodríguez en Pativilca, el 19 de enero de 1824: "Usted formó mi corazón para la libertad, para la justicia, para lo grande, para lo hermoso. Yo he seguido el sendero que usted me señaló".

Palabras con las que Bolívar reafirma el carácter originario y trascendente que tuvo el modelo de República que, en medio de las batallas militares, fue elaborando para darle, no solo carácter filosófico, sino, sentido histórico, político, económico, social y cultural al proyecto de Patria que almaceno en su memoria; al cual hubo de darle "mil vueltas", sin alterar sus principios. Una determinada manera de concebir los hechos históricos, influenciada por el positivismo, impuso la costumbre de que, al hablar del Libertador Simón Bolívar, se hablara solo del soldado. Del osado militar en los campos de batalla. Por lo que, las razones políticas que lo indujeron a desenvainar su espada, fueron relegadas a un segundo plano.

Comúnmente se hace referencia a las influencias del pensamiento moderno occidental en el fraguado de su ideal político. En el pensamiento occidental, y de manera particular en el europeo, se afirma que fue en las fuentes del Derecho Público Romano Republicano, la Gloriosa Revolución Inglesa de 1688, la Revolución Norteamericana 1776, la Revolución Francesa de 1789, la Constitución de Cádiz de 1812, las ideas de Maquiavelo y la Ilustración Italiana de Gaetano Filangieri; de Benjamín Constant, Locke, Montesquieu y Rousseau, donde se encuentra el manantial de su paideia. En menor medida se habla de la influencia ejercida sobre él por Francisco de Miranda; así como, del rol cumplido por Don Simón Rodríguez, su Maestro y Tutor. Y, como si ello fuese un estigma, ninguna referencia se hace a su condición de vecino de Caracas que estuvo en contacto permanente en San Mateo y Barlovento con la peonada de los feudos familiares, en su formación ética y política.

Cuando el 15 de agosto de 1805, a la edad de 22 años, acompañado de Don Simón Rodríguez, Bolívar hizo su Juramento del Monte Sacro (Roma), extasiado sobre la cima de tan significativa colina para los romanos, dijo: "este es el suelo donde vieron sus primeras luces hombres tan egregios para la historia de la humanidad… A lo que agregaba: "Éste pueblo ha dado para todo, menos para la causa de la humanidad… Éste pueblo ha dado para todo, pero para la emancipación del espíritu, para la extirpación de las preocupaciones, para el enaltecimiento del hombre y para la perfectibilidad definitiva de su razón, bien poco, por no decir nada…

Y es que, mientras más miraba la ciudad, más se convencía de la necesidad de avanzar en la lucha por la libertad de los pueblos de América. La miraba y veía a Caracas. Pero, a diferencia de los hidalgos hijos de Roma, se afirmó que el mayor problema a resolver era el de la libertad de los pueblos y la emancipación del ser humano. De allí, dirigiéndose a Don Simón Rodríguez, su Maestro, su juramento: ¡Juro delante de usted, juro por el Dios de mis padres, juro por ellos, juro por mi honor y juro por mi Patria, que no daré descanso a mi brazo ni responso a mi alma, hasta que no haya roto las cadenas que nos oprimen por voluntad del poder español!

Seis años después, el 4 de julio de 1811, Simón Bolívar pronunció en la Junta Patriótica de Caracas, la cual se creó como una institución para fomentar "la agricultura y la economía"; pero que, por su actuación hubo de convertirse en el principal centro de discusión y difusión de las ideas independentistas, un encendido discurso que lo revelo como un político de nuevo tipo, en la Venezuela de aquellos años.

Dijo Bolívar en su intervención:

"No es que hay dos Congresos. ¿Cómo fomentaran el cisma los que conocen más las necesidades de la unión? Lo que queremos es que esa unión sea efectiva y para animarnos a la gloriosa empresa de nuestra libertad; unirse para reposar, para dormir en los brazos de la apatía, ayer fue una mengua, hoy es una traición. Se discute en el Congreso nacional lo que debía estar decidido. ¿Y qué dicen? Que debemos comenzar por una confederación, como si todos no estuviéramos confederados contra la tiranía extranjera. Que debemos atender a los resultados de la política de España. ¿Qué nos importa que España venda a Bonaparte sus esclavos o que los conserve, si estamos resueltos a ser libres?… ¡Que los grandes proyectos deben prepararse en calma! Trescientos años de calma no bastan ?La junta patriótica respeta, como debe, al Congreso de la nación, pero el Congreso debe oír a la junta patriótica, centro de luces y de todos los intereses revolucionarios. Pongamos sin temor la piedra fundamental de la libertad sur-americana: Vacilar es perdernos".

Ante la indefinición de algunos miembros de la referida corporación privada, Bolívar reclamaba la unión de los venezolanos para alcanzar la libertad. Reclamaba, asimismo, que se distrajera el tiempo en discusiones acerca de la situación vivida en España, en lo interno, y en sus relaciones con otros reinos. Ya que para él, en esos momentos, lo neurálgico de la lucha por la independencia no era el tipo de gobierno a edificar, sino la ruptura del vínculo colonial con España. "Pongamos sin temor la piedra fundamental de la libertad sur-americana: Vacilar es perdernos".

Dicen, quienes lo vieron caminar por las adoquinadas calles de "la Sultana del Ávila" que andaba triste, a paso lento, como si todo lo hubiera perdido. Cuentan, quienes lo conocieron desde niño, que ni cuando la partida de sus padres, ni cuando María Teresa se le marchó, se le vio en igual situación.

No era para menos. Había recibido de manos de Domingo de Monteverde (1812) el pasaporte para que se marchara de la Patria, de su amada Patria, a la que tanto soñaba ver libre. La Venezuela que tantos infortunios le había deparado, pero que, de igual manera, le había dado enormes satisfacciones desde niño, en sus correrías infantiles entre los cacaotales barloventeños y que, según afirman los habitantes de Capaya, Panaquire y El Café, fue allí donde por vez primera vio la luz de la luna y sintió el calor de los rayos del sol.

Nada podía deprimirlo más que el destierro, jamás imaginó la posibilidad de sentirse un desarraigado, ya que el sentido de pertenencia estaba muy internalizado en él. El 12 de agosto de 1812, se subió al velero "Jesús, María y José", y emprendió su exilio rumbo a Curazao. Las lágrimas brotaron de sus ojos y recorrieron sus mejillas, cuando oyó que el Capitán de la nave ordeno alzar velas y ésta se hizo a la mar.

Conteniendo su inmenso dolor por la derrota sufrida en Puerto Cabello, recordó su juramento en el Monte Sacro en 1805, en voz baja, se lo repitió una y otra vez, buscó en él las fuerzas que le demostraran que no todo estaba perdido. Recordó, igualmente, su encendido discurso de aquel 4 de julio de 1811, en la Sociedad Patriótica, en el cual se preguntó y le preguntó a sus miembros, si más de trescientos años de dominación imperial no bastaban para emprender la lucha por la emancipación de la patria.

Con la capitulación de Francisco de Miranda, se había perdido la Primera República, los sueños se vinieron abajo. Simón Bolívar, por mucho dolor que sintiera ante aquel hecho, no se dio por vencido. Como buen "soldado de caballería", se planteó la posibilidad de regresar a la Europa de sus recuerdos; sin embargo, su pensamiento y su corazón estaban "aguijoneados" por la derrota sufrida. En su meditación no se planteaba otra cosa sino la recuperación de la Caracas de sus tormentos. Empresa que se le presentaba difícil, pero no imposible. Fue entonces, cuando en alta mar, miro a su espalda y se dijo: ¡la Nueva Granada. Sí, la Nueva Granada! Y, a su llegada a Curazao, sin pensarlo dos veces, se fue a Cartagena de Indias.

6.- El Manifiesto de Cartagena

El 15 de diciembre de 1812, Bolívar da a conocer su: Memoria dirigida a los ciudadanos de la Nueva Granada por un caraqueño, proclama conocida como el Manifiesto de Cartagena. En ella, hace un análisis pormenorizado de las causas que determinaron la pérdida de la Primera República en su amada Patria; a la vez que, invita a los neogranadinos a evitar que ellos corrieran la misma suerte de Venezuela. Manifiesto que consideramos como el primer documento en el cual Bolívar expone, de manera precisa y profunda, sus pareceres acerca de lo que habría de ser el proceso independentista de América.

En él critica la adopción que hizo la naciente República de Venezuela de un sistema político, caracterizado por la excesiva tolerancia, el cual era "débil e ineficaz", constituyó una clara demostración de la adopción de un "humanismo mal entendido". De manera que, "tuvimos filósofos por jefes; filantropía por legislación, dialéctica por táctica, y sofistas por soldados. Y, luego afirma que: "De aquí nació la impunidad de los delitos de Estado cometidos descaradamente por los descontentos, y particularmente por nuestros natos e implacables enemigos, los españoles europeos,… Al abrigo de esta piadosa doctrina, a cada conspiración sucedía un perdón, y a cada perdón sucedía otra conspiración que se volvía a perdonar, porque los gobiernos liberales deben distinguirse por la clemencia".

Por lo que, la posibilidad de consolidar la naciente República, estaba determinada por la conformación de un gobierno sólido, fuerte, centralista; de entender que la independencia, más que una separación era una ruptura, era la emancipación de un pueblo para construir su propio destino.

De allí que, entre "las causas que han producido la caída de Venezuela, debe colocarse en primer lugar la naturaleza de su Constitución; que repito, era tan contraria a sus intereses, como favorable a los de sus contrarios. En segundo, el espíritu de misantropía que se apoderó de nuestros gobernantes. Tercero, la oposición al establecimiento de un cuerpo militar que salvase la República y repeliese los choques que le daban los españoles. Cuarto, el terremoto acompañado del fanatismo que logró sacar de este fenómeno los más importantes resultados; y últimamente, las facciones internas que en realidad fueron el mortal veneno que hicieron descender la patria al sepulcro".

Razones estas que nos llevan a afirmar que en El Manifiesto de Cartagena, es donde, por vez primera, se plasma una concepción de la independencia que la coloca como un proceso de transformación radical. Proceso en el que la dimensión política permite definir la estrategia militar trazada para alcanzarla. En él, Bolívar, concibió la Independencia como un proceso, a partir del cual debería comenzar a fraguarse un proyecto de nación. Por lo que, al analizar los sucesos precedentes del 19 de abril de 1810 y del 5 de julio de 1811, se convenció de la necesidad de realizar una profunda reflexión dialéctica sobre las alternativas que se habían planteado con antelación, lo cual lo lleva a concebir la lucha por la independencia como un proceso emancipador, de construcción de la identidad americana y de la Patria Grande: Nuestra América.

De allí la Campaña Admirable de 1813 y el Decreto de Guerra a Muerte del 15 de junio de ese mismo año. Kaldone Nweihed, en su obra, Bolívar y el tercer Mundo, nos dice que: "La vida y obra de Simón Bolívar combinan ambos aspectos: en ella está el Prometeo que en Roma jurara hacer caer un imperio y que no se detuvo hasta lograrlo, y en ella está el viajero a Palmira que, contemplando las ruinas desde Bogotá –ya no Angostura-, confiesa cansado que `ardua y grande es la obra de construir un pueblo, que sale de la opresión por medio de la anarquía y de la guerra civil, sin estar preparado previamente para recibir la saludable reforma a que aspiraba´…".

Lo admirable de la Campaña Admirable es que nos presenta dos Bolívar. El Bolívar desterrado, visionario, cargado de grandes ilusiones, profundamente amoroso de la libertad de su patria; y el Bolívar reconquistador, más reflexivo, más denso en su pensamiento, más terrenal en su acción. En apenas diez meses, desde aquel 12 de agosto de 1812, día de su destierro, hasta el 7 de mayo de 1813, día de su retorno a suelo venezolano, Simón Bolívar se "doctoró" de político y militar. El Manifiesto de Cartagena de Indias, la Proclama leída a los soldados de la Unión en San Antonio del Táchira; las victorias militares en la cuenca del Alto Magdalena y en la Batalla de Cúcuta, la Batalla de Agua de Obispos, la Batalla de Niquitao, la Batalla de los Horcones, la Batalla de Taguanes, el Decreto de Guerra a Muerte, son -entre otros hechos- fiel testimonio de esta afirmación. Y eso es admirable. Hizo de El Quijote americano un caballero andante que, a diferencia del de Extremadura de La Mancha, su "hermosa locura" tenía un norte muy preciso: la Libertad del pueblo americano. Y no existe principio más preciado que el de la Libertad. Admirable porque -como es sabido-, toda guerra tiene por objetivo la toma del poder. Y nada hace más miserable al ser humano que el poder cuando éste constituye un fin en sí mismo, cuando éste se anhela para provecho personal.

El Decreto de Guerra a Muerte tiene que ser ubicado en ese contexto. Es por ello que, la "Guerra a Muerte" debe ser analizada a partir de una visión ética de lo que fue nuestra conformación de pueblo. Analizar la manera cómo se fraguó la formación social colonial venezolana, cómo se estructuraron y funcionaron las instituciones coloniales, el rol de la hacienda de plantación en el modelo de crecimiento hacia afuera basado en la agroexportación, el relacionamiento internacional, son elementos determinantes de lo que el CENDES llamó "proceso dialéctico de conformación y crisis, de la formación social venezolana colonial implantada".

Debe ser considerado como una decisión política en función de la estrategia militar trazada para alcanzar la victoria militar que nos condujera a la independencia, a la libertad. Resultaba indispensable para ello convencer a los venezolanos, tanto a los que formaban parte del ejército de Monteverde, como a los del ejército patriota, que la defensa de la Patria estaba por encima de cualquier otro interés. Se trataba de fomentar la conciencia nacional, el sentido de pertenencia, la pertinencia y necesidad de la construcción de la Patria, la venezolanidad como principio superior; para lograrlo, había que evitar el enfrentamiento entre venezolanos, en función de ello, el Decreto de Guerra a Muerte era suficientemente claro al respecto: "… Españoles y canarios, contad con la muerte, aun siendo indiferentes, si no obráis activamente en obsequio de la libertad de la América. Americanos, contad con la vida, aun cuando seáis culpables". Bolívar se proponía, con dicho decreto, colocar la guerra de independencia como un conflicto internacional, entre dos naciones, España y Venezuela.

El Decreto de Guerra a Muerte, como estrategia político-militar, fue determinante para la conformación del Ejército Libertador a nivel nacional. En ese sentido, el ejército libertador, adquirió plena conciencia de que su objetivo fundamental era lograr la independencia para la construcción de la Patria Venezolana; por lo que, en función de ello, se abrieron varios frentes de combate a nivel nacional. A partir de su promulgación, la Campaña Admirable adquirió otra dimensión. A la estrategia militar se le dota, entonces, de un alto contenido político; y a la filosofía política de la independencia, se le incorpora el elemento militar como un momento práctico a través del cual se haga posible alcanzar dicho objetivo.

Obtener victorias en los campos de batalla frente al ejército realista, era muy importante; pero, obtener victorias como la unificación de los sectores republicanos, era algo de mayor significación, los intereses económicos fueron la causa fundamental de su desunión. El mantuano, dueño de la hacienda de plantación cacaotera, tabacalera, algodonera, del ingenio azucarero, no cedía en su desmedida apetencia de enriquecimiento; la población mestiza, cada vez se empobrecía más; los esclavos, cada vez tenían menos derechos; por lo que, la discusión entre gobierno centralista o federalista estaba determinada, más por razones económicas, que de carácter político en estricto sentido. Lo que motivaba al dueño de la hacienda de plantación era que, con el establecimiento de un sistema de gobierno confederado él podía mantener su poder económico y hacerse del poder político.

Pues bien, la crisis de la formación social venezolana colonial implantada, debe verse como parte de la crisis en las relaciones entre el Estado colonial español y la emergencia del ideal independentista y republicano. Es éste, de tal manera, un proceso de ruptura; es, asimismo, un proceso de estructuración de un nuevo Estado. En donde el ideal libertario, emancipador y soberano, constituye el elemento hegemonizador del fraguado de la República. Éste fue, sin duda, un proceso dialéctico nuevo, de originarias combinaciones del movimiento político, ya que la acción hegemónica pasó a ser el elemento constitutivo del mismo. Haber colocado, en el centro de la estructuración del Estado republicano la relación entre lo social y lo político, constituyó la base de la nueva acción hegemónica.

Bolívar, y quienes le acompañaron en la empresa libertadora, tuvieron el acierto de hallar el punto de encuentro entre lo permanente y lo ocasional. Evitaron incurrir en el error de considerar "las causas remotas como si fuesen las inmediatas, o en la afirmación de que las causas inmediatas son las únicas causas eficientes". Para lograrlo, se hizo una visión integral del proceso emancipador y la edificación de la República.

Darle una mirada, con ojos del presente, a el proyecto de Constitución presentado al Congreso de Angostura; a la Constitución de la Gran Colombia; la Constitución que propuso a Bolivia y Perú; y el Decreto orgánico de la dictadura de 1828, principales proyectos político-jurídicos en los que el Libertador postuló su idea del Estado y del gobierno, tiene hoy la mayor pertinencia. En ellos se exponen, como principios fundamentales, la construcción de un Estado democrático fuerte, no autoritario. De un Estado en donde se respeten los derechos humanos; entendiendo por estos, no solo los derechos civiles y políticos; sino también, los económicos, sociales y culturales.

Pues bien, teniendo presente estas reflexiones, podemos establecer como elementos constitutivos del Socialismo Bolivariano los postulados teóricos que signaron el pensamiento independentista, republicano, humanista e integracionista, del Libertador Simón Bolívar, postulado -entre otros- en los siguientes documentos.

Recordemos que en la Carta de Jamaica (06 de septiembre de 1815), el Libertador Simón Bolívar le escribe a Henry Cullen, exponiéndole las causas y razones que justifican la decisión de los "españoles americanos" de alcanzar su independencia; documento que, además, era un exhorto a Inglaterra de que tuviera en cuenta la importancia de esta decisión política; así como, brindara su cooperación al empeño libertador comandado por él.

Tengamos presente que, en el Discurso de Angostura (15 de febrero de 1819), el Libertador plasma su concepción política en una forma acabada, reconociendo además la autoridad del Congreso. Igualmente analizaba el pasado de Venezuela para comprender la situación que se vivía en 1819. Expone sus ideas en cuanto a la educación y argumenta lo conveniente del poder central. Asimismo, establece la Orden Libertadores para compensar el heroísmo patrio. Congreso en el cual, el Libertador señala: "Tengamos presente que nuestro pueblo no es el europeo ni el americano del norte, que más bien es un compuesto de África y América, que una emanación de la Europa". Más adelante continúa delineando el elemento central de la estructura conceptual del modelo: "Nuestras leyes son funestas reliquias de todos los despotismos antiguos y modernos, que este edificio monstruoso se derribe, caiga y, apartando hasta sus ruinas, elevemos el templo a la justicia y, bajo los auspicios de su santa inspiración, dictemos un Código de leyes venezolanas".

No olvidemos que, en la Convocatoria del Congreso de Panamá (07 de diciembre de 1824), el hijo de Caracas, de Venezuela y de América, expone la importancia que tiene la unión de nuestros pueblos. De manera premonitoria, por conocer como conocía el sistema económico y político de aquellos años iniciales del siglo XIX, de la expansión y consolidación de la industrialización capitalista, sabía que, lograda la separación de la dominación española nuevos asechanzas se cernían sobre las nacientes repúblicas americanas. "Unirnos para defendernos. Integrarnos para ser libres". El encuentro, al cual fueron convocados los mandatarios y jefes de gobierno de las nacientes naciones de América, después de sortear las dificultades impuestas por las potencias imperiales capitalistas, básicamente Inglaterra y Estados Unidos, se realizó entre el 22 de junio y el 15 de julio de 1926, en la ciudad de Panamá. Aunque no logró – en su totalidad- los objetivos propuestos, sembró en los pueblos de América el ideal integracionista y la unidad como estrategia para la defensa de nuestra soberanía, para la defensa de nuestras repúblicas como pueblos libres, soberanos e independientes. El principio de libre determinación de los pueblos tiene, en el Congreso Anfictiónico de Panamá, uno de sus más caros antecedentes.

De igual manera, en el Mensaje a la Convención de Ocaña (Santa Fe de Bogotá, 20 de febrero de 1828), el Libertador en función de salvar la integración de Colombia, afirma la necesidad de producir reformas a la Constitución de 1821. Convencido estaba el Libertador Simón Bolívar que la realidad vivida en los Departamentos de Quito, la Nueva Granada y Venezuela no era la misma de la de los años de conformación de la República de Colombia, la Gran Colombia como comúnmente se le llama. A pesar de sus esfuerzos las desavenencias entre los líderes departamentales eran mayores.

Recordemos con el propósito de encontrar los elementos que nos permitan demostrar la pertinencia del pensamiento de nuestro Libertador Simón Bolívar, para la construcción del Socialismo Bolivariano en Venezuela, el Congreso Admirable (Santa fe de Bogotá, 20 de enero de 1830), mediante el cual se creó la República de Colombia y que selló de manera definitiva la disolución de Colombia La Grande. En su mensaje a los congresistas participantes en el mismo, el Libertador los exhorta a hacer un último esfuerzo por salvarla. En función de lograr este objetivo propone que se nombre una comisión integrada por Sucre, el obispo Estévez y el Licenciado Francisco Aranda para que se entreviste con el General, José Antonio Páez con el fin de allanar las diferencias y lograr restituir la unida "nacional". Las diligencias realizadas lograron su objetivo. El Congreso se realizó, se aprobó una nueva constitución aprobada el 29 de abril del mismo año, en la que se estableció el régimen republicano, el establecimiento de un gobierno alternativo. Pero, como se dice popularmente, la procesión iba por dentro, el mal ya estaba hecho.

El 11 de diciembre de 1830, en su lecho de moribundo en la Hacienda San Pedro Alejandrino, Santa Marta de Colombia, el Libertador entregó su última proclama. Más allá de su delicado estado de salud, al igual que en 1812 cuando recibió de Francisco de Monteverde el pasaporte para que se marchara de su amada Venezuela, su corazón estaba muy aguijoneado. Al derrumbe de su más grande creación política: Colombia La Grande; se unió la infausta noticia de que el 4 de junio el Mariscal de Ayacucho Antonio José de Sucre, su más fina obra de arte en el género humano, había sido asesinado. Su más fiel amigo y compañero de armas. De quien el Libertador Simón Bolívar había contribuido a hacer de él un Gigante entre Gigantes. Con apenas 35 años de vida, en las montañas de Berruecos, cerca de San Juan de Pasto, Colombia, dejó escuchar su último gemido. Ante tan trágica y dolorosa noticia, las lágrimas volvieron a correr por las mejillas del más grande hombre de América. Pero, en esta oportunidad, no pudo mirar a sus espaldas buscando una nueva Santa Marta. Sabía que su destino estaba signado por la partida. Como "Buen Hidalgo de Caballería", trashumante por los corredores de San Pedro Alejandrino, dejó oír su última proclama: Mi querido Antonio, Mariscal de Mariscales, en la Bóveda Celestial que el Señor nos tiene reservada nos volveremos a encontrar. Nos espera una última batalla. Recuerda que la Libertad de América no la hemos logrado totalmente. Desde allí, debemos continuar diciéndole, a quienes siguen luchando por alcanzarla, que no "deben dar descanso a sus brazos, ni responso a sus almas" hasta que se haya logrado hacerla realidad. (N P P)

La Libertad, cuanto valor le confería el Libertador a éste principio. Recordemos que por ella a los doce años de edad se "fugo" de la casa de su protector, Don Carlos Palacios, su tío materno. En su comparecencia ante los tribunales para explicar tal proceder, dijo: "que los Tribunales bien podían disponer de sus bienes, y hacer de ellos lo que quisiesen, más no de su persona; y que si los esclavos tenían libertad para elegir amo a su satisfacción, por lo menos no debía negársele a él la de vivir en la casa que fuese de su agrado".

Don Simón Rodríguez, su Maestro -quien más le conocía- sabía de sus preocupaciones políticas y sociales. Es así como, ante la conducta de reformador social que asume el Libertador, éste diría en 1828: "Hoy se piensa, como nunca se había pensado, se oyen cosas, que nunca se habían oído, se escribe, como nunca se había escrito, y esto va formando opinión a favor de una reforma, que nunca se había intentado. LA DE LA SOCIEDAD". La mayor ambición de Simón Bolívar, dijo su Maestro, es: "saber que no puede ser más de lo que es; pero sí que puede hacer más de lo que ha hecho".

Bolívar, Bolívar El Grande. El que a los tres años vio morir a su padre y a los nueve a su madre; el que se casa a los diecinueve años y a los ocho meses de su desposamiento ve morir a su esposa. Bolívar, Bolívar El Grande. El de los infortunios, recorre el mundo fraguando su niñez, adolescencia y juventud.

Transcurría el año 1914, Europa estaba envuelta en el fragor de la guerra. Ese año, Don Miguel De Unamuno escribió su ensayo: "Don Quijote Bolívar". En él nos dice que Bolívar "A pesar de las terribles confrontaciones con la realidad, pronto volvía, como Don Quijote, a su locura vivificadora y libertadora de los demás". Y se preguntaba: ¿Y todo ello para qué? ¿Cuál fue su obra? ¿Cuál su finalidad? Su formalidad ya la hemos visto, formalidad de genuino héroe quijotesco, teatral y enfático, pero no pedantesco, sino sincero y espontáneo: de maestro en el arte de la guerra y en el crear patrias,...".

Decía Don Miguel De Unamuno que Bolívar: "Era un hombre, todo un hombre, un hombre entero y verdadero, que vale más que ser sobrehombre, que ser semidiós –todo lo semi o a medias es malo y ser semidiós equivale a ser semihombre-; era un hombre este maestro en el arte de la guerra, en el de crear patrias y en el hablar al corazón de sus hermanos, que no catedrático de la ciencia de la milicia, ni de la ciencia política, ni de literatura. Era un hombre; era el hombre encarnado. Tenía un alma y su alma era de todos y su alma creó patrias y enriqueció el Alma española, el alma eterna de la España inmortal y de la humanidad con ella". De manera profética decía que: "Bolívar era un hombre que hacía la guerra para fundar la única paz duradera y valedera, la paz de la libertad".

José Ramón Medina, Ilustre poeta venezolano, nos legó de Bolívar las siguientes impresiones: "Bolívar fue un ser iluminado e iluminante. Una fuerza creadora en ebullición permanente. Una voluntad que no sólo movió montañas sino que las transformó en pueblos libres. En Bolívar todo era hacer y quehacer. Aun en sus momentos más oscuros, bajo el peso de la depresión y de la decepción, esa llama interior que labró su vida, afluía incontenible en sus entrañas, para galvanizarle. Sólo tuvo una meta: vencer. Y un destino: permanecer. Alguna vez se definió, con certero tipo enunciativo: ´Yo soy el hombre de las dificultades´. Y nunca estuvo más seguro de sí mismo, ni más cerca de su íntima esencia humana, que en estos instantes decisivos, cuando se miraba hasta el fondo del alma, para buscar en ella una respuesta fiel a su pasión libertadora".

La poetisa chilena Gabriela Mistral, Premio Nobel de Literatura, nos legó esta afirmación: "Vivo en lo más equinoccial de lo americano y cuanto he dicho y diga arranca de mi pasión por las cosas esenciales que amo y defiendo: la cultura, la democracia, la libertad y la unidad necesaria de América".

Al enunciar su pasión bolivariana nos dice:

"¿Quién no querría la mirada de Bolívar y repartírsela en este momento? Las mujeres desearíamos que nos diera la que daba a Teresa de Toro; los muchachos le pedirían la que lamió la urna en que iba el corazón de Girardot; los generales, la que tenía en lo apretado de la batalla, cuando la derrota posible endurecía los ojos o se los enloquecía de dignidad; los viejos buscarían la de la meditación de Jamaica, aplacada y melancólica. Todos querríamos mirarle, pero habría que saber a quién él querría mirar".

José Martí, poeta y libertador del hermano pueblo cubano, nos entregó sus impresiones sobre el Libertador Simón Bolívar, al respecto dijo:

¿A dónde irá Bolívar? ¡Al respeto del mundo y a la ternura de los americanos! ¡A esta casa amorosa, donde cada hombre le debe el goce ardiente de sentirse como en brazos de los suyos en los de todo hijo de América, y cada mujer recuerda enamorada a aquel que se apeó siempre del caballo de la gloria para agradecer una corona o una flor a la hermosura! ¡A la justicia de los pueblos, que por el error posible de las formas, impacientes o personales, sabrán ver el empuje que con ellas mismas, como de mano potente de lava blanda, dio Bolívar a las ideas-madre de América! ¿A dónde irá Bolívar? ¡Al brazo de los hombres, para que defiendan de la nueva codicia y del terco espíritu viejo la tierra donde será más dichosa y bella la humanidad! ¡A los pueblos callados, como un beso de padre! ¡A los hombres del rincón y de lo transitorio, a las panzas aldeanas y los cómodos arpagones, para que, a la hoguera que fue aquella existencia, vean la hermandad indispensable al continente y los peligros y la grandeza del porvenir americano! ¿A dónde irá Bolívar? ... Ya el último virrey de España yacía con cinco heridas; iban los tres siglos atados a la cola del caballo llanero, y con la casaca de la victoria y el elástico de lujo venía al paso del Libertador, entre el ejército, como de baile, y al balcón de los cerros asomado el gentío, y como flores en jarrón, saliéndose por las cuchillas de las lomas, los mazos de banderas. El Potosí aparece al fin, roído y ensangrentado; los cinco pabellones de los pueblos nuevos, como verdaderas llamas, flameaban en la cúspide de la América resucitada; estallan los morteros a anunciar al héroe, y sobre las cabezas, descubiertas de respeto y espanto, rodó por largo tiempo el estampido con que de cumbre en cumbre respondían, saludándolo, los montes. ¡Así, de hijo en hijo, mientras la América viva, el eco de su nombre resonará en lo más viril y honrado de nuestras entrañas!

Razones estas que nos conducen a hacer nuestras las advertencias del poeta colombiano William Ospina, quien en su obra, En Busca de Bolívar, dijo: "Bastó que muriera para que todos los odios se convirtieran en veneración, todas las calumnias en plegarias, todos sus hechos en leyendas. Muerto, ya no era un hombre sino un símbolo. La América Latina se apresuró a convertir en mármol aquella carne demasiado ardiente, y desde entonces no hubo plaza que no estuviera centrada por su imagen, civil y pensativa, o por su efigie ecuestre, alta sobre los Andes. Por fin en el mármol se resolvía lo que en la carne pareció siempre a punto de ocurrir: que el hombre y el caballo se fundieran en una sola cosa. Aquella existencia, breve como un meteoro, había iluminado el cielo de su tierra y lo había llenado no sólo de sobresaltos, sino de sueños prodigiosos".

Mario Briceño Iragorry, una de las "plumas" más excelsas del siglo XX venezolano, en su obra El Caballo de Ledesma, nos dice que: "Debemos ver a Bolívar no como difunto, sino como el héroe que renace para el triunfo permanente y cuya apoteosis ahoga la misma voz de la muerte. Debemos tenerle cerca para escuchar sus admoniciones y enseñanzas y así medir nuestro deber de hoy en el campo de la dignidad humana".

Y, luego afirma: "Necesitamos su ejemplo permanente y no su fama. La fama de Bolívar muerto no es nada ante el ejemplo creador de Bolívar vivo. De Bolívar caminando. De Bolívar trabajando por la dignidad de América. Por ello ni la espada ni el pensamiento de Bolívar es cosa muerta. Bolívar ni siquiera duerme cuando se trata de la vigencia de su obra. Más la vigilia de Bolívar reclama, no nuestro deleite de suficiencia ante su gloria, sino la continuidad de nuestro esfuerzo por la Patria. Sirvamos a Bolívar vivo. Al Bolívar eterno, al Bolívar que supo insuflar en nuestra América el espíritu de la libertad y de la dignidad social. Así no sufrirá el dolor de hallar cercados los caminos que el abrió. …".

Cuánta fuerza hay en el pensamiento que nos legó el Libertador Simón Bolívar. Fuerza que nos da fuerza para seguir creyendo que la construcción de la Venezuela Socialista es posible y, además de ello, necesaria. Por eso, los venezolanos aprobamos en el año 1999 una nueva Carta Magna. A la misma la llamamos Constitución de la República Bolivariana de Venezuela. A partir de entonces el nombre de nuestra Patria es REPÚBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA, En la nueva Carta Magna están plasmados un conjunto de ideas y principios tomados del legado político, jurídico e institucional del Libertador Simón Bolívar. Texto que, es la base fundacional de la construcción del nuevo Proyecto Nacional, ideado por el Presidente Hugo Chávez. Al respecto bien vale la pena preguntarse: ¿estaremos, en verdad, construyendo la Quinta República apegados a los principios del legado político del Libertador Simón Bolívar? No tenemos duda de que ese ha sido el camino seguido por los Presidentes Hugo Chávez y Nicolás Maduro. Que algún funcionario de sus gobiernos haya actuado, y actúe, de manera distinta a los principios bolivarianos, debemos verlo como algo posible de ocurrir. El nuestro no ha sido, ni es el único proceso revolucionario en donde ello ha ocurrido. No olvidemos que, desde nuestro propio origen somos un movimiento heterogéneo. Es verdad que se nos han "coleado" zorros y camaleones; patiquines, mujiquitas y pitiyankis, no se trata de justificar errores, ni desviaciones de algunos dirigentes y militantes; pero, entendamos que la Revolución Bolivariana es un proceso en permanente construcción; que es llevada adelante por seres humanos que no son perfectos. Por lo que, así como en 1999 apostamos todo a la Constitución Bolivariana; en esta oportunidad, 2025, depositamos toda nuestra confianza y esperanza de que por medio de la Ley Orgánica del Plan de la Patria de las 7 Grandes Transformaciones 2025-2031, vamos edificar un nuevo ethos social, cultural y político del venezolano. Una nueva venezolanidad. EL SOCIALISMO BOLIVARIANO.

 

*Este texto es la tercera reflexión de un libro, que recién terminamos de redactar su primera versión, titulado: Pueblo, Comuna y Socialismo Bolivariano. Lo compartimos con ustedes, como homenaje póstumo al Libertador Simón Bolívar, hoy 24 de julio de 2025 al cumplirse 242 años de su natalicio.

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