A propósito, no necesariamente de su nacimiento, sino del presente

¿Para qué sirve Marx?

Lunes, 05/05/2025 04:32 AM

"Nada hay que pueda darse por ganado en la historia de las ideas; en ella, como en el mito de Sísifo, todo tiene que ser pensado cada vez de nuevo

"Bolívar Echeverría

 

Hablar de Marx es ineludiblemente hablar de revolución, de cambio de época y de crisis histórica. Por eso, cuando se pregunta por la actualidad de su pensamiento, la respuesta a dicha interrogante debe hallarse desde las mismas coordenadas que dieron origen a su pensamiento. Lo fundamental entonces es determinar si la crispación social y la emergencia histórica que significa la aparición del sujeto proletario han sido superadas.

Algunas formulaciones necesarias

La teoría revolucionaria de Marx anida en la concepción materialista de la historia y se sustenta en la crítica a la economía política clásica. Su nódulo principal o punto de anclaje es el ser humano junto a su devenir histórico, transfigurado en su tensión dialéctica con la naturaleza. La superación y actualización de dichas tensiones se alcanza por medio del trabajo, que es a la vez mecanismo y conducto de la experiencia histórica del ser humano.

El trabajo, por lo tanto, según Marx, se convierte en la fuerza objetiva y subjetiva que encauza y organiza la experiencia social del hecho humano. Su ordenamiento y disposición determinan cierta organización social y establecen un tipo de formación económica y social. Bajo esta última enunciación hipotética se formula una noción moldeable y contradictoria, el modo de producción.

Una vuelta breve a El Capital

Marx comienza su célebre obra, El Capital, partiendo de la unidad más íntima del ordenamiento y disposición del trabajo dentro del modo de producción capitalista: la mercancía. Esta célula del modo de producción capitalista refleja en su núcleo las dos condiciones alienantes del ordenamiento del trabajo bajo este sistema. Por una parte, cosifica el trabajo, dislocándolo de su función social, dejando de lado la relación social que el trabajo convoca y percibiendo al mismo como cosa, bajo el entramado ideológico del fetichismo de la mercancía.

Como resultado de esto último, el trabajo mismo y el fruto de su acción en el mundo, valores de uso para la vida obtenidos a partir de la humanización de la naturaleza, pasan a ser propiedad privada apropiable. Es bajo esta lógica que Marx habla del predominio histórico del valor de cambio sobre el valor de uso en el modo de producción capitalista. Formulando con esto la subsunción de uno sobre otro.

Bajo esta situación histórica surge el régimen de la propiedad privada y todo su entramado jurídico. Dentro del proceso de producción y de valorización en el mercado se deja ver la segunda condición alienante de este ordenamiento, la plusvalía. Al mercantilizar el trabajo y separarse fetichistamente de la corporalidad humana, la condición cualitativa del trabajo, es decir, la capacidad de crear cada vez mayores valores de uso, se termina convirtiendo en mercancía; esta fuerza de trabajo comprable y vendible pasa a encajarse en la lógica del valor de cambio.

Los frutos de esta mercancía llamada fuerza de trabajo, que reproduce cualitativa y permanentemente su valor, es lo que el sistema de circulación e intercambio de mercancía, consolidada en la relación trabajador/capitalista, extrae como plusvalía. Según las jornadas de trabajo que esta fuerza de trabajo entregue en relación con el costo de su venta. Dentro de la jerga marxista, este proceso es explicado por medio de la ley del valor.

En resumidas cuentas, la ley del valor formula la idea de que cada producto fruto del trabajo humano tiene un tiempo de realización según el determinado tipo de formación histórico-social donde se desarrolle. A esto último Marx lo denomina "trabajo socialmente necesario", y lo contrapone al trabajo excedente, que en última instancia es lo que genera plusvalía.

Esta contradicción fundamental entre el capital y el trabajo, entre el capitalista que compra la fuerza de trabajo y el trabajador que la vende, es el sustrato básico de la lucha de clases dentro del capitalismo.

Como el propio Marx lo formula en el Capítulo VII del Tomo I de El Capital, correspondiendo a la Cuota de Plusvalía en el apartado Examen del Valor Producto.

«[…] El capitalista afirma sus derechos de comprador. De otra parte, el carácter específico de la mercancía vendida [la fuerza de trabajo] entraña un límite opuesto a su consumo por el comprador, y, al luchar por reducir a una determinada magnitud normal la jornada de trabajo, el obrero reivindica sus derechos de vendedor. Nos encontramos, pues, ante una antinomia, ante dos derechos encontrados, sancionados y acuñados ambos por la ley que rige el cambio de mercancías. Entre derechos iguales y contrarios, decide la fuerza."

Una salvedad necesaria.

Por si no quedó claro en el apartado anterior, el capitalista se consolida como tal en la medida en que acumula cada vez mayores proporciones de excedente de la fuerza de trabajo social. Este excedente puede representar de múltiples formas, incluyendo medios de producción tanto materiales como inmateriales. Es en este sentido que se debe entender la frase de Marx: "El capital es trabajo muerto que se alimenta de trabajo vivo". Todos los medios de producción existentes son en realidad la fuerza de trabajo de generaciones anteriores solidificada en forma de capital.

Ante esta luz, la Sección Séptima de El Capital, "El Proceso de Acumulación del Capital", y los capítulos del XXII al XXIV pueden conectarse con la Primera Sección dedicada a la mercancía y el dinero. Por el hecho de ser esta última sección la demostración histórica del proceso de mercantilización desarrollado en la primera.

Volviendo al presente y al problema de la clase.

Como se puede ver después de este breve repaso, la lucha de clases es resultado del proceso de producción material y espiritual, del proceso de reproducción de las condiciones materiales de producción. Lo auténticamente marxista en tal sentido es definir y estudiar en cada período histórico la manera en que cada aspecto de la lucha de clases se desarrolla según sus condiciones materiales. Para esto sirve la concepción del materialismo histórico.

Recordemos en tal sentido un famoso pasaje del Manifiesto Comunista: "En la misma proporción en que se desarrolla la burguesía, es decir, el capital, se desarrolla también el proletariado, la clase de los obreros modernos, que no viven sino a condición de encontrar trabajo y lo encuentran únicamente mientras su trabajo acrecienta el capital". En tiempos de Marx, los mecanismos más comunes de acrecentar el capital eran mediante la transformación de trabajo excedente del trabajador en plusvalía en el proceso de valorización. Lo que significaba que la clase obrera se desarrollaba estrechamente vinculada a la fábrica fordista clásica.

Hoy los métodos de acumulación y generación de plusvalía han tenido ciertamente cambios cualitativos. Son cada vez más profundas y amplias las formas en que lo vivo se convierte en flujo de plusvalor. Sin embargo, la lógica sigue siendo la misma que Marx y Engels formulaban. El proletariado existe en la medida en que éste alimenta e incrementa el capital.

Es al instalar el análisis marxista dentro del presente, como afirma Terry Eagleton, que se pueden descifrar las líneas problemáticas en las que las lógicas sociales dominantes son presionadas por la lucha de clases contra sus propios límites estructurales. Desde este análisis y con la claridad que permite la iniciativa de la lucha, se puede determinar quiénes son los amigos y los enemigos del pueblo, como afirmaba Lenin, aprovechando así la función revolucionaria del materialismo histórico.

Es necesario verificar las nuevas formas en las que se acrecienta el capital en los espacios postindustriales, vinculado estrechamente con el capital especulativo. Quizá quien mejor ha estudiado estas nuevas dinámicas ha sido Rebecca Carson, quien ha señalado que: "Hoy los individuos humanos están sujetos a la circulación del dinero no sólo a través de salarios o remuneraciones, sino también, cada vez más, a través de la deuda o de un medio de producción financiado por deuda". ¿Los millones de emprendedores, trabajadores de plataforma y promotores de código abierto para aplicaciones no dependen directa o indirectamente de la deuda para financiarse? ¿Esto no hace que también se convierta en parte de la clase obrera, por el hecho de que su simple existencia alrededor de la deuda acrecienta el gran capital?

Se suele leer y escuchar muchos debates en torno a la llamada desindustrialización del primer mundo, como base de la idea de la sociedad posindustrial y de la crisis de la clase obrera tradicional; sin embargo, se suele escuchar y leer menos sobre el proceso de industrialización del sur global y la amplia consolidación de fuertes movimientos de obreros en dichas latitudes.

También, viendo cómo el capital genera hoy ganancia, se pueden ampliar los marcos de la proletarización. Al generar ganancia desde la identidad y el deseo, ¿no hace de las luchas identitarias una fuente de proletarización? Por ejemplo.

Al generar ganancia de la expoliación de la naturaleza humanizada, ¿no se convierten las luchas ecológicas en fuentes de proletarización? Kohei Saito ha avanzado de forma brillante en esta dirección, apuntando, desde el marxismo, cómo un correcto entendimiento de la "fractura metabólica" (Marx) puede iluminar nuevas formas de proletarización alrededor de la lucha ecológica.

Al generar ganancias sobre el trabajo del cuidado no remunerado o sobre la mercantilización de los cuerpos gestantes, ¿no se convierten las luchas feministas en campos de proletarización? ¿No es el cuerpo racializado fuente presente y permanente de ganancia para el gran capital? ¿No es esta también una lucha a ser proletarizada? Estudios en torno a la teoría de la reproducción social y sus formidables exponentes Cinzia Arruzza, Nancy Fraser y Tithi Bhattacharya han apuntado de forma muy coordinada en esta dirección.

¿No sigue siendo todo lo anterior parte de la contradicción fundamental entre capital y trabajo? Entendiendo el trabajo como potencialidad de lo vivo, es posible afirmar que sí.

Un horizonte para organizarse

Es desde estas coordenadas que debe ampliarse la noción de lucha de clases. Sin caer en la trampa de la sobredeterminación. Es necesario afirmar que todas las luchas que presionan hoy las lógicas dominantes son atravesadas por las ambiciones de romper con la dominación, la opresión o la explotación del sistema imperante. Esto hace que estas luchas se dibujen necesariamente como parte de la lucha de clases, entre dominadores y dominados, entre opresores y oprimidos y entre explotadores y explotados.

Incluso si ninguna de las anteriores formulaciones es aceptada y se desconfía sustancialmente de la categoría de clase y, por ende, de la condición histórica de lucha de clases, cabe apelar al sentido común del trabajo político de agitación y movilización, haciendo el llamado a marchar separados, pero a combatir juntos.

En tal sentido, compartimos la posición de Alain Badiou cuando afirma que:

"…la esencia de la política y, por eso, la esencia del marxismo, no es tanto la victoria antagónica que, desde luego, es un objetivo estratégico – vencer al enemigo, dispersarlo, aniquilarlo… – sino que lo importante es que, para hacerlo, hay que organizar el pasaje del discernimiento a la acción colectiva. Por eso, hay que resolver las contradicciones ya en el nivel del discernimiento, vale decir, entre aquellos a quienes se espera organizar. En otras palabras: la esencia de la política es la resolución de las contradicciones de clase en el seno del pueblo, de la comunidad a la cual habrá que representar o animar colectivamente y que será el agente de una orientación hacia una modificación irreversible de la situación".

La actual situación global dentro del capitalismo amerita claridad táctica y proyección estratégica para la amplia franja antineoliberal y capacidad de convocatoria y argumentación teórica para la franja anticapitalista. Conjugar un gran frente con estos dos sectores debe ser la tarea inmediata de los marxistas.

¿Para qué sirve Marx?

Luego de este largo periplo, lo esencial es admitir que hoy Marx sigue siendo útil. De no haber quedado claro lo anterior, habría simplemente que recurrir a la premura del presente. Ser como el historiador marxista Edward Palmer Thompson, que, frente a la arremetida neoliberal de Margaret Thatcher en el Reino Unido y frente a la pregunta de un interlocutor de si era o no marxista, confesaba: "En una situación como ésta, nadie va a negar que es marxista".

Para los que pensamos como Marx, que es posible darle forma a "una sociedad en la que el libre desarrollo de cada quien sea la garantía del libre desarrollo de todos", estamos en la obligación de rescatar la radicalidad de su pensamiento y, como afirma Bolívar Echeverría, pensarlo otra vez de nuevo. Por qué negarse hoy como marxista es abdicar de la lucha.

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