Alquimia Política

Visión prospectiva de la investigación en la UNELLEZ

Viernes, 12/12/2025 05:16 AM

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El libro “Utopías y Distopías en investigación”, es un esbozo desde un Reglamento restringido a una temporalidad, a un Reglamento perpetuo que representa un avance emocionante en el pensamiento académico venezolano, particularmente en la Universidad Nacional de Los Llanos Occidentales Ezequiel Zamora, UNELLEZ. 

Actualizar y redimensionar el Reglamento de la Dirección de Creación Intelectual de la UNELLEZ, no es solamente un trámite administrativo, sino un acto de profunda renovación humana, como se esboza en el libro “Utopías y Distopías en investigación”, un libro que saldrá a la luz en el primer trimestre de 2026. 

En cuanto a la necesidad de actualizar y redimensionar el Reglamento de la Dirección de Creación Intelectual de la UNELLEZ, emerge una pregunta profunda: ¿puede un texto normativo permanecer inmóvil mientras la conciencia académica evoluciona? Ciertamente, no. Los reglamentos son huellas vivas del pensamiento institucional, reflejos de una época y, por ende, susceptibles de transformarse junto al espíritu que los origina. El libro “Utopías y Distopías en Investigación”, invita a mirar este proceso no desde la rigidez de la causa, sino desde la apertura del “cómo” aparece el sentido en la interacción entre el investigador y su contexto. En ese encuentro, el Reglamento deja de ser un documento cerrado para convertirse en una experiencia de diálogo colectivo que busca nuevas formas de comprender la creación intelectual dentro de la universidad venezolana.

Por lo tanto, actualizar el Reglamento no es “romper” con lo anterior, sino permitir que las voces de hoy dialoguen con las de ayer, construyendo un texto abierto a lo posible. De hecho, sostiene que comprender es siempre un volver a decir lo dicho en la actualidad del presente. 

En consecuencia, al redimensionar la norma, la UNELLEZ, se reconoce en su devenir: una institución que busca comprenderse a sí misma a través del lenguaje, ese mediador invaluable donde el sentido del mundo y del ser universitario se renuevan cada vez que alguien se atreve a preguntar desde su propio horizonte.

A propósito de las transformaciones del pensamiento académico venezolano, el aporte de este documento investigativo, propone superar la visión instrumental de la norma para adentrarse en su potencia simbólica. 

Allí donde antes imperaba la restricción temporal, hoy emerge la intención de crear un Reglamento perpetuo, un documento que —sin pretender inmutabilidad jurídica— se mantenga vigente por la vitalidad de su diálogo con la realidad. No se trata, pues, de congelar el derecho, sino de dotarlo de vida interior. 

Es importante destacar que una universidad que se reconoce en su capacidad creadora no puede estar sujeta a un texto que no respire. Por eso, la actualización reglamentaria se convierte en un acto de dignidad institucional, en un testimonio de confianza en la posibilidad humana de seguir creando sentido.

Por otra parte, la actualización del Reglamento se inscribe en un paisaje epistemológico donde la creatividad, la investigación y la invención se entrelazan. En ese sentido, redimensionar su estructura no consiste solo en revisar artículos o párrafos, sino en reimaginar el entramado simbólico de lo que significa “crear” desde una universidad pública, comprometida con su territorio. 

En este sentido, abrir el Reglamento al diálogo con los saberes emergentes —indígenas, populares, tecnológicos o comunitarios— es también un gesto político: reconocer que la creación intelectual es plural, mestiza y dinámica, en consonancia con la vida misma en los territorios donde hace vida la UNELLEZ.

A todo esto, vale la pena considerar el papel del lenguaje como territorio de encuentro. Porque el Reglamento, al ser reescrito, no solamente regula, sino que habla, persuade, convoca, emociona. ¿No es acaso el lenguaje el campo donde el sentido se revela?

En otras palabras, un Reglamento redactado con sensibilidad no se limita a describir procedimientos, sino que inspira un hacer con conciencia. Además, incorpora las voces de los investigadores, docentes y creadores, quienes, en su práctica cotidiana, encarnan los valores que la norma pretende resguardar. Por eso, el proceso de revisión debe ser también una experiencia educativa: una conversación que renueve la fe en la investigación como espacio de encuentro humano y no solo como producción formal.

El texto al cual se hace referencia, plantea el tránsito desde un Reglamento restringido a una temporalidad hacia un Reglamento perpetuo que simboliza más que una reforma técnica un acto de esperanza. En efecto, transformar el texto fundacional de la Dirección de Creación Intelectual es redibujar el horizonte de la UNELLEZ desde la utopía de un pensamiento abierto, donde lo legal y lo vital se entrelazan. La comprensión es siempre un acontecimiento, y aquí el acontecimiento es la renovación de la conciencia universitaria. Por ende, el nuevo Reglamento no busca clausurar sentidos, sino multiplicarlos, porque en la investigación, como en la vida, el sentido se revela en el diálogo entre lo que fue y lo que, con esfuerzo colectivo, nos atrevemos a imaginar.

En un plano conceptual, la propuesta de una Dirección de Investigación y Desarrollo Intelectual en la UNELLEZ, parte de imaginar un espacio donde la ciencia, la creatividad y la identidad académica confluyen de manera sinérgica. Dicha Dirección no sería solo una dependencia administrativa, sino el corazón epistémico de la institución, un punto de encuentro entre el pensamiento crítico y la invención aplicada. En ella convergerían la curiosidad científica, la reflexión filosófica y la acción transformadora de la comunidad universitaria. Es importante destacar que esta visión supera la noción tradicional del “departamento de investigación” para asumir una estructura viva que impulse el desarrollo intelectual, promoviendo tanto la producción de saberes como su traducción en soluciones concretas para la sociedad.

A propósito de su alcance, esta Dirección abarcaría la articulación entre proyectos científicos, humanísticos, tecnológicos y creativos, funcionando como eje vertebrador del conocimiento institucional. No solamente coordinaría líneas de investigación, sino que facilitaría entornos colaborativos y redes de cooperación regionales, nacionales e internacionales. 

De hecho, en un contexto global donde el conocimiento se convierte en capital simbólico y estratégico, su rol sería dinamizar la transferencia de saberes hacia los sectores productivos, culturales y sociales. Además, impulsaría políticas que garanticen la innovación responsable, la ética científica y la preservación del patrimonio intelectual, integrando la tradición universitaria venezolana con las exigencias del siglo XXI.

En lo que respecta a su importancia, la Dirección de Investigación y Desarrollo Intelectual, cuyas siglas serían DIDI, representaría un verdadero punto de inflexión dentro de la UNELLEZ. 

En un aspecto puntual, DIDI abriría un horizonte de oportunidades para investigadores emergentes; por otro, consolidaría una identidad académica basada en la autonomía del pensamiento. En un mundo donde la tecnología impone velocidades inéditas y la inteligencia artificial redefine la relación entre humano y conocimiento, resulta indispensable que las universidades recobren el protagonismo como hacedoras de sentido. Consecuentemente, esta Dirección funcionaría como mediadora entre la tradición humanista y la innovación tecnológica, cultivando un equilibrio que favorezca tanto la competitividad global como la sensibilidad local.

Desde el plano humanista, la creación de esta instancia supondría una apuesta institucional por la excelencia académica y la sostenibilidad del conocimiento. En realidad, no se trata únicamente de producir información, sino de generar comprensión profunda, de transformar datos en sabiduría útil para el bienestar colectivo. 

De manera que sus funciones no se limitarían a la evaluación de proyectos o la asignación de recursos, sino que se extenderían a la formación de investigadores, la protección del derecho autoral, el desarrollo de políticas de ciencia abierta y la creación de plataformas digitales que permitan la divulgación responsable de resultados. Es más, sería un espacio para aprender a pensar con otros, para democratizar el acceso a la producción intelectual y fortalecer la soberanía científica venezolana.

En esa misma línea, cabe señalar que su relevancia trasciende el ámbito académico, puesto que dialoga directamente con los desafíos del nuevo orden mundial en productividad y sustancialidad. Las universidades, más que fábricas de títulos, deben convertirse en nodos de inteligencia colectiva capaces de anticipar problemas y generar soluciones sostenibles. 

A todas estas, la Dirección debería integrarse con unidades de innovación social, incubadoras de emprendimientos y observatorios tecnológicos, donde estudiantes, profesores y comunidades construyan proyectos conjuntos. En otras palabras, sería un laboratorio del porvenir, un espacio para ensayar nuevas formas de relación entre la universidad y su entorno, en consonancia con las necesidades de un país que busca replantear su modelo de desarrollo.

En un aspecto puntual, la Dirección de Investigación y Desarrollo Intelectual en la UNELLEZ, representaría un avance decisivo hacia la consolidación de una universidad creadora y visionaria; en efecto, su existencia fortalecería la capacidad de la institución para responder con eficiencia, dinamismo y originalidad a los retos de la modernidad; sería un testimonio de compromiso con la idea de que el conocimiento, cuando se comparte y se integra, deja de ser propiedad privada para convertirse en un bien común. 

En definitiva, lo que está en juego no es solo la competitividad académica, sino la posibilidad de reinventar el espíritu universitario desde la esperanza: la de pensar, crear y vivir con propósito en un mundo que cambia, pero que todavía necesita mentes dispuestas a imaginar lo posible.

 

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