A 56 años de la Primera Huelga del Magisterio Venezolano: Memoria, Dignidad y Olvido

Domingo, 09/11/2025 07:04 AM

Han pasado 56 años desde aquel noviembre de 1969, cuando miles de maestros venezolanos decidieron ir a huelga y tomaron las escuelas para exigir respeto, dignidad y justicia laboral. Fue la Primera Huelga del Magisterio Venezolano, una gesta gremial que marcó un antes y un después en la historia educativa del país. Sin embargo, hoy pareciera que el polvo del tiempo y la desmemoria colectiva han cubierto aquella epopeya con un manto de olvido.

Esa amnesia social no es casual. Forma parte de un proceso más profundo: el desarraigo histórico del magisterio, la fragmentación gremial y la pérdida del sentido de pertenencia frente a una profesión que alguna vez fue símbolo de liderazgo moral y conciencia nacional.

Corría 1969, el primer año del gobierno de Rafael Caldera. En medio de una fuerte represión política y sindical, el magisterio —organizado en la Federación Venezolana de Maestros (FVM) y liderado por el profesor Isaac Olivera— decidió paralizar actividades en todo el país. No fue una acción improvisada ni meramente reivindicativa. Los docentes exigían aumento salarial, estabilidad laboral, condiciones dignas de trabajo y la reforma de la Ley Orgánica de Educación heredada de la dictadura perezjimenista.

Durante 17 días, los maestros —en su mayoría mujeres— se atrincheraron en las escuelas, pernoctaron en los salones y resistieron la represión policial y militar. Contaron con el apoyo de padres, representantes y comunidades enteras.

Aquel movimiento, inspirado por la ética pedagógica de Luis Beltrán Prieto Figueroa y los ideales emancipadores de Paulo Freire, trascendió lo gremial para convertirse en un símbolo de ciudadanía activa.

Una victoria moral, gremial y política

La firma del Acta Convenio el 13 de noviembre de 1969 no fue solo el fin del paro; fue una victoria moral y política que calló la boca a la cúpula gubernamental y a sus operadores, quienes intentaron desacreditar y reprimir la lucha docente.

El éxito de los 17 días de resistencia de las maestras, que enfrentaron la represión policial y militar ordenada por el primer gobierno del Dr. Rafael Caldera, desmanteló por completo la campaña de burla y descalificación del patrono.

El logro del Acta Convenio se convirtió en la prueba irrefutable de que el pliego no era, como ironizó el senador copeyano Felipe Montilla.

Montilla ironizó el 4 de noviembre de 1969 en una entrevista televisada por RCTV, en el programa de Sofía Imber al señalar que: "El pliego que han presentado ha sido objeto hasta de chistes. Dicen que si lo acepta el Gobierno, el ministro Héctor Hernández Carabaño va a cambiar su cartera en el Gabinete por un tiempo completo en un liceo".

El aumento salarial superior al 71,5%, histórico e inédito, fue la respuesta más rotunda y tangible. Este hecho demostró la legitimidad de las peticiones que el gobierno se había negado a discutir por tácticas dilatorias.

De esta manera, la Primera Huelga no solo logró reivindicaciones vitales —salario, condiciones de trabajo, acuerdos para un nuevo marco legal—, sino que reivindicó la autoridad moral del magisterio y demostró que los educadores, con liderazgo ético y apoyo popular, no se intimidarían ante la represión militar ni ante las descalificaciones políticas.

El costo del olvido: amnesia, división y corrupción

La victoria fue respondida con una estrategia de división. La clase política dominante percibió la FVM como un trofeo, iniciando un proceso de partidización y clientelismo político que fracturó la unidad gremial.

El profesor Isaac Olivera y el maestro Prieto Figueroa se negaron a participar en la traición gremial. Fundaron FETRAMAGISTERIO como la respuesta ética y auténtica de la lucha, manteniendo la independencia de principios.

Olivera fue el protagonista invisibilizado que nunca se subordinó ni se involucró en actos de corrupción.

Lamentablemente, traidores y enemigos de Olivera lograron tomar el control del IPASME a mediados de los años noventa y en el siglo XXI, dejando un escandaloso legado de corrupción que manchó el nombre del gremio y debilitó su fuerza moral.

No ha habido mea culpa. Que no se olvide que algunos federativos y/o signatarios de contratos colectivos, a su paso por el IPASME y también por el INCE, dejaron un oscuro legado de corrupción: personajes como José Teolindo Jiménez Pallerol y Orlando Alzuru Mendoza, ambos inhabilitados por la Contraloría General de la República. No lo digo yo: lo dicen las resoluciones oficiales por asuntos relacionados con corrupción y daño al patrimonio público.

Muchos no saben que el mismo Teolindo Jiménez, pro huelguista en 2019, luego de ser sancionado dos veces por la Contraloría, fue premiado con la presidencia del IPASME, donde aplicó al pie de la letra el tan cuestionado Memorándum Circular 2792.

Además, dejó actuaciones no aclaradas sobre el fracaso del IPASME en la gestión del programa Mi Casa Bien Equipada, y en Carabobo se descubrió que un falso oftalmólogo ocupaba el cargo de director médico de la Unidad Médica Odontológica de Valencia.

El andar del magisterio no depende del patrono, sino de su conducción sindical.

¿Cuánto se ha perdido o cuánto se ha ganado en los últimos 30 años? ¿Cuántas traiciones?

Mejor saquen ustedes sus propias conclusiones.

Quizás la historia sería otra si esta dirigencia sindical se pareciera a la de la Primera Huelga del Magisterio Venezolano de 1969. Cuánto necesitamos hoy de ese sindicalismo protector del docente, honesto, aguerrido, solidario, ético y democrático que algún día tuvimos.

La amnesia social y gremial

¿A quiénes beneficia e interesa la ausencia de memoria histórica en el gremio docente?

La respuesta es clara: a la cúpula sindical nefasta que protagonizó el escándalo del IPASME y que hoy, aprovechándose del olvido, representa al magisterio en la eterna discusión del III Contrato Colectivo Único y Unitario del personal del MPPE.

La traición gremial se alimenta de esta amnesia social, que, de continuar, seguirá pasándonos factura.

La falta de memoria no es inocente. La desinformación histórica y la omisión de las gestas colectivas han servido para mantener a los trabajadores desmovilizados y dependientes.

El olvido de la Primera Huelga del Magisterio no solo afecta la identidad docente, sino que beneficia a quienes prefieren un gremio fragmentado, apático y sin conciencia de su propia fuerza.

Lecciones para el presente

La primera huelga nos enseña que la unidad gremial, la ética y la formación crítica son las verdaderas herramientas de transformación. Nos recuerda que los derechos se conquistan con organización, coherencia y dignidad. Y que, sin memoria, el magisterio se condena a repetir los mismos errores bajo distintos nombres.

Nombrar a los protagonistas de aquella gesta —Isaac Olivera, Amparo Monroy Power, Argelia Laya, Luis Beltrán Prieto Figueroa, Miguel Suniaga, Ángel Vicente Fernández, Víctor Chaustre y José Rovira Pando — es un deber ético y una forma de rendir homenaje a los que nunca se rindieron. Ellos demostraron que el magisterio no puede ser un simple apéndice del poder, sino una fuerza moral que ilumina la conciencia del país.

¡PROHIBIDO OLVIDAR!

Hoy, más que nunca, necesitamos el talante gremial, ético y democrático de líderes insobornables. Recuperar la memoria de 1969 es el primer paso para reconstruir la unidad, la dignidad y el poder de negociación del magisterio venezolano.

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