La digitalización de la educación ha sido promovida como una solución moderna para mejorar el acceso, la personalización y la eficiencia del aprendizaje. Sin embargo, el caso reciente de Suecia —un país que lideró la integración tecnológica en las aulas— plantea interrogantes sobre los límites y consecuencias de esta transformación. En 2023, el gobierno sueco anunció una inversión de más de $64 millones para reintroducir libros impresos y escritura a mano en las escuelas, marcando un giro significativo hacia métodos pedagógicos tradicionales.
Suecia había promocionado la introducción de tabletas en las escuelas y hasta en preescolares, con la intención de fomentar habilidades digitales desde edades tempranas. No obstante, estudios como realizados por PIRLS (Progress in International Reading Literacy Study) revelaron una caída en el rendimiento lector entre 2016 y 2021. Aunque factores como la pandemia y el aumento de estudiantes inmigrantes influyen, expertos del Instituto Karolinska señalaron que el uso excesivo de dispositivos digitales puede perjudicar el aprendizaje, en lugar de mejorarlo.
La nueva Ministra de Escuelas (desde octubre 2022), Lotta Edholm, criticó abiertamente la dependencia tecnológica y propuso revertir la obligatoriedad de dispositivos digitales en preescolares. Esta decisión se alinea con recomendaciones de la UNESCO, que advierte que la tecnología no debe reemplazar la instrucción presencial dirigida por docentes. Tras sus acertadas decisiones, Lotta Edholm fue designada como Ministra de Educación Superior en junio 2025.
Polonia ha adoptado una estrategia opuesta, lanzando un programa para entregar laptops financiadas por el gobierno a estudiantes desde cuarto grado. Aunque busca democratizar el acceso digital, aún no se ha evaluado su impacto en habilidades fundamentales como la lectura y la escritura.
En Estados Unidos, la pandemia aceleró la distribución masiva de dispositivos digitales. Sin embargo, persiste una brecha digital, lo que ha llevado a muchas escuelas a mantener una combinación de libros impresos y recursos digitales. Varios estados han implementado restricciones al uso de teléfonos celulares en el aula para evitar distracciones y fomentar la concentración. California permite a los distritos escolares prohibir teléfonos durante el horario escolar. Nueva York ha promovido políticas de "teléfonos fuera de vista" en escuelas públicas. Florida aprobó una ley en 2023 que prohíbe el uso de celulares durante las clases, salvo en emergencias.
Francia prohibió el uso de teléfonos móviles en escuelas primarias y secundarias desde el2018, con el objetivo de mejorar la atención y reducir el ciber-acoso. Esta medida ha sido respaldada por estudios que muestran una correlación entre el uso excesivo de pantallas y la disminución del rendimiento académico.
El caso Sueco no representa un rechazo absoluto a la tecnología, sino una reevaluación crítica de su rol en el aprendizaje. La evidencia sugiere que, si bien las herramientas digitales pueden enriquecer ciertos aspectos educativos, su uso indiscriminado puede comprometer habilidades cognitivas esenciales. La escritura a mano, por ejemplo, ha demostrado mejorar la retención de información y el desarrollo neuromotor en niños.
El debate paralelo sobre el uso de teléfonos celulares en las escuelas refleja una preocupación global por el impacto de la hiper-conectividad en la atención, la socialización y el bienestar emocional de los estudiantes.
Suecia ha propiciado una re-evaluación del equilibrio entre innovación y pedagogía. Su decisión de regresar a los libros impresos y limitar el uso de dispositivos digitales en edades tempranas podría inspirar a otros países a reconsiderar sus estrategias educativas. En un mundo cada vez más digital, el desafío no es elegir entre tecnología y tradición, sino integrarlas de manera que se potencien mutuamente, sin comprometer el desarrollo integral del estudiante.