La escuela pública necesita soluciones, no discursos: esta es una

Jueves, 31/07/2025 07:06 AM

En la Venezuela de hoy, la escuela pública sobrevive a pulso, resistiendo con lo poco que queda… y con mucho de lo que aún somos. Se mantiene en pie, no por políticas acertadas, sino por la entrega casi milagrosa de sus docentes: hombres y mujeres que siguen enseñando entre carencias, apagones, jornadas extendidas y mayores exigencias, sin siquiera un sueldo que alcance para comer con dignidad.

Hace algunos meses escribí un artículo titulado "Entre tizas y lágrimas: el milagro de hacer boletas en Educación Primaria". En él relaté lo que muchos vivimos: una escuela herida, pero aún viva, sostenida por el amor al oficio y la fe en que otro futuro es posible. Esa esperanza no se ha apagado.

Hoy quiero compartir una propuesta concreta que nace de esa misma llama encendida: formar a nuestros colegas docentes en el uso ético y estratégico de herramientas de Inteligencia Artificial (IA), aplicadas directamente a la planificación y evaluación educativa.

Sé que no basta con una propuesta aislada. Lo ideal sería que esta ruta se acompañe de otras políticas profundas que dignifiquen de verdad al magisterio. Pero tampoco podemos seguir esperando a que se alineen los astros de la economía o a que cesen disputas políticas y sanciones externas.

La precariedad no puede seguir siendo la excusa para la inacción.

La escuela pública venezolana ya no resiste gritos de auxilio, sino propuestas transformadoras. Y esas propuestas deben colocar al docente en el centro, no como víctima resignada del colapso, sino como protagonista valiente de la innovación pedagógica que tanto necesitamos.

La idea que propongo parte de una convicción firme: la Inteligencia Artificial, cuando se comprende en su contexto y se utiliza con ética y sentido pedagógico, puede convertirse en una aliada real para el rescate de nuestras escuelas.

Lejos de ser una amenaza fría o tecnocrática, la IA puede ayudarnos —y ya lo está haciendo— a diseñar clases más inclusivas, construir evaluaciones más justas y recuperar ese tiempo valioso que hoy se nos va en llenar papeles, repetir fórmulas y luchar contra sistemas ineficientes.

Porque la transformación educativa no puede seguir esperando.

¿Por qué hago la propuesta?

Sin IA: una docente de primaria puede tardar días en redactar boletas descriptivas para 37 estudiantes, con agotamiento extremo y poca precisión.

Ahora: con IA bien utilizada, puede generar borradores en minutos, revisarlos y dedicar tiempo a reforzar la planificación del nuevo momento o atender individualidades.

Porque como decía José Martí:

"Educar es depositar en cada hombre toda la obra humana que le ha antecedido: es hacer a cada hombre resumen del mundo viviente, hasta el día en que vive: es ponerlo a nivel de su tiempo, para que flote sobre él, y no dejarlo debajo de su tiempo, con lo que no podrá salir a flote, es preparar al hombre para la vida".

Porque el siglo XXI no espera y necesitamos hacer algo.

Porque formar sin actualizarse es seguir formando para el pasado.

Porque, aunque admiro profundamente la vocación y el esfuerzo de tantos colegas, sé que muchos llegamos al aula sin las herramientas que esta época nos exige.

No estoy hablando de magia. Hablo de herramientas reales al servicio de un propósito humano: enseñar mejor, cuidar mejor, aprender mejor.

Esta propuesta que presento nace de una experiencia concreta que viví y acompañé: una formación que me permitió ver, en tiempo real, cómo la Inteligencia Artificial puede convertirse en una verdadera aliada pedagógica, si se integra con ética, reflexión crítica y responsabilidad técnica.

Durante esa experiencia:

· Aprendimos desde lo más básico qué es la IA generativa.

· Descubrimos cómo redactar prompts pedagógicos adecuados al currículo venezolano.

· Probamos estrategias reales para planificar, evaluar y crear materiales didácticos con IA.

· Y, sobre todo, ejercitamos una pedagogía lúcida, contextualizada y crítica, como bien la definió Edgar Morin: una que combate la "ceguera del conocimiento".

Esto va más allá de la tecnología: es una urgencia ética y política

No me hago el ciego ante la realidad. No vine a negar la crisis.

La crisis de la vieja cultura colonial del maltrato es hasta más perjudicial que la del salario. Lo sé, porque la observo y lo vivo.

Sé que:

· La escuela pública sigue atrapada en la pobreza y en la miseria humana.

· La dignidad del magisterio está herida por salarios que ofenden y condiciones que desgastan.

· Y que, en muchas instituciones, se ha sustituido el liderazgo pedagógico por el premio a la arbitrariedad y la mediocridad.

Pero también sé que podemos hacer algo distinto.

Creo, con toda convicción, que la formación docente no es un trámite más, ni una exigencia burocrática: es una de las herramientas más poderosas que tenemos para transformar el país desde sus cimientos.

Cuando formamos a un docente, multiplicamos esperanza. Le damos razones para quedarse, para innovar, para sostenerse en medio del colapso.

Pero también sé que eso no basta. Hay que ir más allá.

Mientras en países como Chile se discuten y aprueban leyes como la Ley Karin, para proteger a los trabajadores del acoso laboral y cuidar su salud mental, aquí seguimos normalizando el maltrato institucional, la sobrecarga, la humillación silenciosa.

¿CUÁNDO DEBATIREMOS EN SERIO UNA POLÍTICA QUE PROTEJA AL MAESTRO VENEZOLANO DEL ABUSO Y DEL MALTRATO?

Yo también sueño con un país donde al docente se le respete, se le escuche, se le cuide, donde no tenga que convertirse en héroe por necesidad, sino por elección consciente y acompañada.

Por eso hago un llamado abierto al país, a todas y todos los que, como yo, subvencionamos la educación pública con nuestro esfuerzo diario, con nuestra entrega, con nuestra fe en que esto aún puede cambiar.

No vengo a ofrecer fórmulas mágicas.


No traigo una receta cerrada.


Lo que propongo es un punto de partida, un plan piloto, una posibilidad concreta:

Comenzar en Carabobo con una formación inicial en Inteligencia Artificial aplicada a la educación, diseñada especialmente para docentes de escuelas públicas.

Una propuesta de 12 horas formativas, suficientes para despertar nuevas capacidades, lograr resultados inmediatos y fortalecer el trabajo pedagógico desde el aula.

Una formación gratuita, ética, técnicamente sólida y alineada al currículo nacional y a las orientaciones del ente rector.

Con verdadero acompañamiento humano y profesional, no como imposición ni como moda, sino como respuesta honesta a una necesidad urgente.

Y si funciona —que sé que funcionará—, que podamos replicarlo en otros estados, en más escuelas, con más docentes, hasta convertir esta semilla en un verdadero movimiento pedagógico transformador.

Porque no hay reforma educativa que valga si no se empieza por el corazón del sistema: el maestro y la maestra.

Y porque, en medio del naufragio, formar también es un acto de resistencia.

Y no hay innovación que valga, si no se ancla en el respeto por la vida, por el pensamiento libre y por la escuela como espacio de emancipación, no de sumisión.

Con o sin el favor del Estado Patrono, yo sé que la escuela venezolana necesita cambiar.

Y necesita hacerlo ya.

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