La realidad que la UCV y la UC desean ignorar

Miércoles, 22/07/2020 07:57 AM

Tal vez como ayuda para superar grandes y dolorosos desastres, la especie humana posee una memoria frágil. De generación a generación progresivamente se va olvidando hasta de enormes atrocidades que se cometieron a plena consciencia. La Alemania que sobrevivió a Hitler decidió no destruir varios campos de concentración y hasta crear un museo del terror, de lo que hicieron los nazis, para que sus futuros hijos no olviden lo terrible y lo bárbaro a que llegó el pueblo germano. Eso no garantiza que no se repitan las fatales equivocaciones que condujeron a una conflagración mundial y que tuvo un horroroso costo en millones vidas humanas, pero ayuda a advertir a los que vengan, que semejantes tragedias si ocurren.

Claro que para hacer eso primero se debe tragar grueso y admitir si hubo responsabilidad en lo que se aspira no olvidar y menos repetir. Eso es indispensable, ya que para pedir que se eviten tales sufrimientos casi que resulta obligatorio apuntar a cómo fue que se cayó en semejante foso de dolor. Usted no debe advertir a alguien para que no sea víctima de una pandemia como es el COVID-19, si no le expresa también como es que ese virus se contagia y quéopeligros reales acarrea.

La comunidad de la Universidad Central de Venezuela (UCV), al igual que la de la Universidad de Carabobo (UC) están encarando a un liderazgo corrupto, profundamente tramposo e inmoral, de tal medida y amplitud, como posiblemente nunca antes habían tenido. Lo peor es la desvergüenza con la que los cuadros directivos continúan actuando por la mala senda y la feroz persecución que entablan contra quienes los denuncian o les piden rectificar. La confianza en mantenerse legalmente y por largo tiempo en el cargo que ahora tristemente ocupan y el envilecimiento del poder absoluto, que erróneamente se les concedió, les ha permitido sacar a la luz pública su maldad y depravación, que siempre tuvieron, pero que hábilmente disfrazaron para engañar a una comunidad de profesores y estudiantes, que eran presas de temores colectivos sobre presagios de asaltos de sus casas de estudio por hordas de chavistas.

Asombrosamente, esos docentes intentan explicar el bochornoso asunto con inverosímiles hipótesis, que aunque jamás demuestran dan por completamente ciertas; por ejemplo que las pérfidas autoridades los traicionaron ideológicamente o algo peor, que ellas jamás fueron opositoras al gobierno. Olímpicamente se olvidan que hasta como "garantes electorales" de una votación específica de la oposición los designaron, es decir, les otorgaron confianza plena. No desean considerar que pudieron haber sido masiva y largamente engañados, con la complicidad de medios que dicen ser de su propia inclinación política. Prefieren suponer que el mal les fue ajeno y que poco podían hacer, pero eso no es cierto. Se inclinan por buscar explicaciones como si el emparejamiento político con el gobierno se contagiara como un virus o como si la farsa, que el liderazgo que hoy aborrecen les presentó, no se hubiera valido de sus miedos y de su extremismo en el pensar. Percibieron el país en términos de todo o nada, buenos y malos, entregando credibilidad por completo. Más de una década les ha tomado ver con claridad y existe un significativo paralelismo con la decepción que ahora mucha gente tiene con el "autoproclamado". Ayer era un mesías salvador pero hoy es un colaboracionista o un "socialista" que se quitó la máscara. Y es que admitir la verdad de cómo las autoridades universitarias llegaron a acumular tanto poder y se perpetuaron en el cargo, revelaría la fragilidad de su falsamente "elevada inteligencia" y lo vulnerable de su real sapiencia. Argumentaciones como su consabida preparación para elegir adecuadamente un funcionario se desvanecerían y se abriría paso para conceder el voto a empleados y obreros en sus casas de estudio.

Pero cualquier explicación que ellos provean termina planteando que no es cierto que sean seres dotados de habilidades y destrezas especiales que evitan que se les engañe. Se cae el argumento de que gracias a sus estudios disponen de cualidades que aseguran una elección política distinta a la de aquellos que no tienen su preparación académica. Una falsa afirmación que empareja una elección política con el trabajo de discurrir sobre un teorema matemático, dejando de lado lo crucial, que el humano no es una máquina con reglas preestablecidas y que bien puede actuar por voluntad e intereses propios. Y es que hay una tonta idea, que contínuamente difunden por redes sociales y es aquella que sostiene que para evitar desastres por un mal resultado electoral, que perjudique a muchos, únicamente deberían votar aquellos que tengan un grado universitario. Semejante estupidez queda en el aire si se acepta que en la UCV y la UC fueron principalmente los profesores, aquellos que incluso tenían posgrados, quienes pusieron en el puesto a las perversas autoridades que hoy ellos mismos rechazan. La corrupción, la inequidad y la inmoralidad que hoy sufren esas instituciones no la provocaron el voto de iletrados, ya que el modelo de voto, no paritario, que aplicaron cuando escogieron a García Arocha y a Devivo, les concedió mayor decisión a quienes estaban en el escalafón universitario.

De modo que las cúpulas de pillos que hoy dominan el poder en esas universidades, ahora campean a sus anchas sus vagabunderias, contemplando lo amarrado de brazos que lucen sus electores "estafados". No les importa que les denuncien, ya que las jugosas primas que reciben y lo otro a que indebidamente le echan mano, le hacen olvidar el sin sabor de cada mensaje que les incomoda, tampoco les asusta enfrentar la justicia, debido a que creen que sus instituciones, mal usando el concepto de autonomía, les permitirá no rendir cuenta por sus acciones. Y finalmente, confían en usar su poder mediático y comunicacional, para tapar al sol con un dedo y contar la historia como abnegados defensores de la iluminación científica en una era de salvajes de izquierda con poder. Por ello esos seres anti académicos están seguros de que disfrutarán de sus prebendas mal habidas y hoy pisotean a sus colegas sin misericordia alguna.

Por supuesto, que pueden ser castigados, al menos histórica y moralmente. Es decir con la sanción histórica, la del recordatorio perenne del mal que causaron a la academia venezolana. La divulgación y repetición contínua, del daño que a plena consciencia e ignorando los repetidos llamados a rectificar, hicieron por sus miserias y debilidades humanas. Dentro de una comunidad de intelectuales se les puede anunciar, que indistintamente del momento cuando salgan del poder, por que sobre eso hasta la misma naturaleza les impone un límite, su nombre será perpetuado como actores de actos dañinos y sus imágenes evocarán bajezas contra sus universidades. Castigo a su memoria como severa alerta para que futuras generaciones universitarias no repitan los errores de dejarse conducir por temores o prejuicios y pongan en un trono a seres que terminan sacrificando a la academia con base a sus mezquindades personales.

Que sepan que placas, escritos, discursos y hasta representaciones teatrales los reflejarán en su perfidia universitaria. Que sus apellidos resonarán en los campus universitarios del país como sinónimos de ladrones y estafadores con su deber de búsqueda y apego a la verdad; que no solamente fallaron en su responsabilidad, sino que deliberadamente acabaron con múltiples esfuerzos que por generaciones y siglos antes, otros hombres de bien habían acumulado para crear instituciones que hicieron avanzar a la nación. Que no duden de que sus fotos estarán entre las de esos otros, pero con una mancha que revelará a cualquiera que ellos fueron lo opuesto. Que saldrán a la luz sus graves faltas hasta un grado tal que sus descendientes esconderán su nombre con vergüenza, por su actuación carente de integridad moral ante aquellas instituciones que en mala hora, ellos repetidamente habían jurado defender pero que destrozaron sin piedad.

Puede parecer ingenua esta sanción pero el combate contra la corrupción demanda educar al pueblo y que la nación rechace a seres tan bajos. Que las instituciones de educación superior desechen los mitos de una superioridad falsa y que admitan que la tragedia del pueblo alemán mal dirigido por el fascismo de mediados del siglo XX, siempre puede repetirse, incluso entre aquellos dedicados al estudio y la ciencia. Y es que este problema es real y no desaparecerá con otra elección y listo. Esto va más allá; por lo que podría resultar bueno citar al profesor Luis Brito García, quien en su obra "El verdadero venezolano. Mapa de la identidad nacional" del 2017, escribió: "Cronos nos engendra y nos devora. De allí la relativa parquedad en nuestro medio de la reflexión histórica y todavía más de la especulación sobre el porvenir, así como la tentación de convertir pasado y futuro en mera proyección de nuestro presente."

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