Unas cuantas familias enteras salieron sin rumbo definido. A medida que iban bajando de los cerros, sorteando las alcabalas de los policías, la mirada se les perdía, sin rumbo definido.
El palo de agua arreció cerca del mediodía. Varios se guarecieron en los techitos de los comercios de la avenida José Antonio Páez y otras zonas cercanas. Otros llegaron un poco más lejos. Arribaron al paseo Los Ilustres y plaza Los Símbolos, de la UCV. Pero tampoco sabían qué hacer.
Atrás dejaron sus casas. No querían estar cuando los uniformados llegaran pateando las puertas y amenazando a todos. El miedo a morir los invadió. No saben cuándo regresarán. De los lados de El Cementerio se reporta una situación similar. Claro que hay que llamarlos desplazados internos. Esta triste historia lamentablemente continuará. Y el operativo también.