Medina

Viernes, 17/10/2025 12:04 PM

¡Cuántas veces los prosaicos golpes de Estado se han presentado como revoluciones! La del 18 de octubre de 1945 resulta tan solo una más. Como la historiografía que arranca en esa fecha ha sido prolija con los adecos, quisiéramos dedicar estas breves letras a aquel que no gozó de la misma prolijidad, a menos que fuese para presentarlo como antihéroe de la mítica "Revolución de Octubre": Isaías Medina Angarita (1897-1953). Este tachirense, formado como soldado desde temprana edad, resultó, para romper un prejuicio arraigado, un militar con vocación democrática. Ciertamente estos casos no suelen abundar en una institución bastante cerrada, jerárquica, sustentada en la lealtad acrítica al jefe y abocada a las armas más que a las palabras, pero siempre aparece uno que otro caso como en el Portugal de 1974 o antes en Venezuela con Medina. Por supuesto, hay una historiografía para la que tildar a Medina de democrático resulta fruto de la ignorancia o una afrenta temeraria. Procuremos entonces defender nuestro argumento.

Acusado no pocas veces de fascista, lo que se facilitaba por su fenotipo parecido al de Mussolini, resultó otras veces acusado de flagrante comunista. El Presidente de la República (1941-1945) era General de Brigada cuando ascendió a tan alta magistratura. En aquel entonces no había tantos generales, no había ni una brigada de generales ni tampoco una división de los mismos, mucho menos se precisaba ser soleado para llegar a tan alto cargo. Medina ascendió a ese rango con muchos méritos y con un ejercicio docente en ámbitos militares y civiles que duró varios lustros. Fue profesor del Liceo Andrés Bello y participó en discusiones de círculos de estudiantes, profesores e intelectuales liberales. Se cuenta que era partidario de la autonomía universitaria. Con su presidencia se inició la magnífica obra que es hoy nuestra Ciudad Universitaria de Caracas, Patrimonio de la Humanidad.

En el rudo contexto de la segunda guerra mundial, Medina apoyó decididamente la creación de las Naciones Unidas, particularmente envió a la Conferencia de San Francisco de febrero de 1945 a los eminentes diplomáticos Caracciolo Parra Pérez y Gustavo Herrera para contribuir a las gestiones de su fundación. Tuvo el honor Venezuela de ser uno de los 48 firmantes del nacimiento que dieron vida a esta valiosa organización internacional. El militar venezolano que fue Medina hizo de su presidencia una invitación permanente a la paz mundial, pero también y con mayor ahínco a la paz entre los venezolanos. Abrió relaciones diplomáticas con China y la Unión Soviética sin necesidad de quebrarlas con Estados Unidos, país que visitó por invitación de Roosevelt. En pocas palabras, puso los intereses del país por delante estableciendo relaciones internacionales amplias, careció de la visión angosta de los catecismos ideológicos que hemos visto tiempo después.

Se esforzó desde el comienzo de su mandato en legalizar los distintos partidos políticos garantizando la no intervención del Estado en los mismos, desde AD, COPEI, URD hasta llegar al Partido Comunista, con el cual incluso, y con su venia, el Partido Democrático Venezolano (PDV), su partido, llegó a participar en alianzas electorales en una inédita elección uninominal de concejales en los comicios municipales en 1944, lo que terminó de valerle la enemistad de su predecesor López Contreras y el repetido mote de "comunista". La libertad de expresión no estuvo ausente como en el pasado, en la época nacen importantes medios como El Nacional. A la par, impulsó otra reforma electoral para hacer una elección de la mitad del Congreso a medio término del período constitucional, reconociendo el derecho de la mujer al voto. Si bien las autoridades legislativas y ejecutivas superiores todavía resultaban de elecciones de segundo grado, Medina estaba convencido de la necesidad de la reforma electoral para alcanzar el voto universal y secreto en el siguiente período constitucional. En este sentido, no propuso míticas revoluciones sino profundas y muy concretas reformas con clara vocación democratizadora.

En 1943 aprovechó el contexto mundial para impulsar una nueva Ley de Hidrocarburos y darle a Venezuela una participación sustancialmente mayor en los beneficios provenientes de la producción y venta del petróleo, en un tiempo en que el país pasó a ser el principal exportador mundial de este rubro. Se creó por aquellos años la Ley del Impuesto sobre la Renta, una Ley de Reforma Agraria que suspendieron los golpistas y la creación de la Junta de Fomento que pasaría a llamarse luego Corporación Venezolana de Fomento. Importantes obras públicas se inauguraron en el ámbito de acueductos o vialidad como la Avenida Victoria, llamada así en homenaje al día de la victoria contra los nazis, al igual que la zona de Caracas llamada Lídice en honor al pueblo checo masacrado por los mismos nazis en junio de 1942. Se reurbanizó El Silencio. Se profundizaron las políticas sanitarias para erradicar los males que aquejaron a nuestra población más pobre desde tiempos inmemoriales.

Hombre campechano en el mejor de los sentidos, salía caminando con su esposa de Miraflores hacia el centro de La Candelaria para ir al cine, al que era aficionado. Llevaba sólo un edecán atrás y distante. Cuenta su señora que un día en el cine un espectador que estaba en la fila trasera, pensando que era un ciudadano más, lo increpó con cierta impertinencia para que se hiciera a un lado pues le estorbaba la visión. Medina se disculpó y se hizo a un lado. Aquel increpante palideció al darse cuenta de que se trataba del mismo presidente de la República, pero aquel Presidente sólo se disculpó, no abusaba de su poder y por eso podía caminar tranquilamente por las calles. No necesitaba un ejército de escoltas salidos de una película de Rambo, ni cargar par de ambulancias en la caravana presidencial para atender sus ataques de acidez o alguna uña enconada. No fue hombre de dar discursos altisonantes, vociferantes. Vestía de civil y ofrecía discursos breves que solían llamar al concilio y la concordia.

Fue entonces cuando unos golpistas civiles, ávidos de poder, se asociaron con unos golpistas militares, tan ávidos o más que aquellos. Aquel día de octubre de 1945, hace ochenta años, Medina fue derrocado por unas armas insuficientes para hacerlo. Ochoa Antich le avisó que la Guarnición de Caracas, junto con otras importantes del país, eran leales al orden constitucional. No obstante, prefirió retirarse al Ministerio de la Defensa para entregar la Presidencia y evitar cualquier derrame de sangre en el país. Faltaban apenas pocos meses para las elecciones y tan solo seis para entregar el cargo al nuevo mandatario. Nunca pretendió modificar constituciones para perpetuarse en Miraflores. Tres años después los militares derrocaron a sus socios civiles bajo la corta presidencia de otro insigne venezolano, Rómulo Gallegos, sobre el que esperamos escribir en otra oportunidad. El panorama se ensombreció por una década y más, quizás hasta hoy. En 1959, los golpistas civiles regresaron a Miraflores, volvieron a llamar a su pasado golpe "revolución" y escribieron su historia con importantes olvidos, como el de los logros de Medina.

Sin presos políticos, con libertades ciudadanas y para las organizaciones políticas, con una prensa sin mayores restricciones, con políticas económicas prósperas y construcción de obras civiles de envergadura, con políticas sanitarias y educativas exitosas, sin corruptelas ni terror policial, de seguro el período de Medina debería estudiarse más en nuestras instituciones educativas. Tiene todavía mucho por contarnos.

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