María Corina se ganó el premio Loco de la Paz

Sábado, 11/10/2025 10:30 AM

María Corina Machado acaba de recibir inesperadamente, sin pensar en ello, el premio Loco de la Paz, el cual se reparte por descarte o por otros intereses en la monárquica Noruega. Ella gana ese premio, no por promover el diálogo, ni por tender puentes, ni por invocar la reconciliación, por ninguna de esas razones. Lo ganó por insistir en la guerra como única salida, por convertir la palabra "invasión" en consigna y la idea de "transición" en ultimátum, lo gana por luchar "hasta el final" para restituir el derecho de las elites a explotar a Venezuela.

Como los otorgantes no se informaron con personas verdaderamente pacíficas, no se enteraron que para ella la paz, no es horizonte, menos un camino sino obstáculo. Ella esta inhabilitada psicológicamente para acciones pacíficas. En su accionar político, no hay espacio para negociaciones, ni para treguas, ni para matices. Su narrativa es excluyente, o se sustituye el régimen por fuerza militar externa, o se perpetúa. Y en esa lógica, cualquier intento de mediación es traición, cualquier gesto de entendimiento es claudicación. Por eso, el premio le queda grande y le queda justo, es loco, porque se otorga a quien menos lo representa; es de la paz, porque revela su ausencia. Los noruegos se volvieron locos.

No se trata de desmerecer su insistencia en ser Presidente de Venezuela antes que Edmundo. Se trata de nombrar la paradoja: quien más ha rechazado el diálogo, quien más ha apostado por la confrontación sin retorno, termina siendo símbolo involuntario de una paz que no predica. El premio Loco de la Paz no celebra la paz lograda, sino la paz negada. Es un espejo roto, una medalla invertida, una ironía nacional. Se le otorga a una persona fuera de quicio que sin pudor declara que los venezolanos deben agradecerle a Trump que los bombardee con sus misiles.

Y mientras otros pactan en silencio, ella grita en nombre de la paz y la libertad que exige fuego. O sea en términos populares grita: ¡fuego colao! Su voz, aunque firme, no construye puentes: los dinamita. Y se lanza contra todos los que no estén de acuerdo con ella. Como es un premio loco, María Corina se lleva el premio. No por pacífica, sino por provocar la pregunta: ¿qué paz queremos, y quién está dispuesto a pagar su precio?

Y como si la ironía necesitara pasaporte, el Premio Loco de la Paz que acaba de recibir María Corina tiene sede en Noruega. Allá, donde antes se entregaba el Nobel de la Paz el cual llego a tener un cierto reconocimiento, otorgado entre discursos solemnes y flores blancas, ahora alguien decidió que la coherencia ya no es requisito. Porque si antes premiaban a quienes negociaban treguas, ahora basta con fulminarlas sin matices. Y en ese nuevo mapa de reconocimientos, la venezolana entra como el nuevo símbolo, no por pacifista, sino por pendenciera.

El comité, dicen, valoró su "contribución a la democracia". Sin mencionar el apoyo que dio al golpe contra el gobiernos democráticamente elegido de Hugo Chávez. A los noruegos eso no cuenta. Tampoco cuenta que otorgarle algo, a una terrorista, es entregarle un arma que se usará para nuevas agresiones. En su expediente no hay diálogos, ni acuerdos, ni gestos de reconciliación. Solo hay dureza, persecución hacia los venezolanos, exclusión del adversario y una fe casi religiosa en la caída y la destrucción de su país, por implosión o intervención.

Así, el Nobel se convierte en el espejo roto, refleja una paz que no se busca. Y en ese reflejo, María Corina sonríe sin cambiar de libreto. Ahora tiene el Premio loco de la paz, que dan en Noruega.

 

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