El despropósito del Nobel de la Paz a María Corina Machado

Sábado, 11/10/2025 04:53 AM

Otorgar el Premio Nobel de la Paz a María Corina Machado constituye un despropósito histórico y ético. Este reconocimiento no solo contradice el espíritu fundamental del galardón, sino que además representa una ofensa directa para quienes, en verdad, han dedicado sus vidas a la reconciliación, la justicia y la defensa genuina de los pueblos.

Hay premios que dignifican a quienes los reciben, y hay otros que los desacreditan. En este caso, el Premio Nobel de la Paz no enaltece el nombre de Machado: lo que hace es herir el sentido común, insultar la memoria de los pueblos que sufren la guerra, y banalizar el significado de la palabra paz.

El cuestionamiento central radica en la profunda contradicción entre la figura premiada y el concepto que se busca honrar. ¿De qué paz hablamos cuando se premia a una figura que ha pedido intervenciones extranjeras en su propio país? ¿De qué reconciliación se habla cuando se celebra a quien ha promovido sanciones económicas que solo trajeron hambre, escasez y dolor a millones de venezolanos?

María Corina Machado no es presentada como una defensora de la paz, sino como una activista del conflicto. Su discurso no busca unir, sino fracturar; no tiende puentes, sino que cava abismos. En los momentos más duros de la vida nacional, no llamó al diálogo ni a la construcción colectiva, sino a la confrontación, a la presión internacional, incluso a la idea insólita de una invasión "liberadora".

La incoherencia se agrava al comparar: ¿Puede un premio que honra a Nelson Mandela o a Rigoberta Menchú colocarse ahora sobre los hombros de alguien que ha celebrado sanciones que congelaron recursos, destruyeron empleos y agravaron la migración venezolana? Se cuestiona qué clase de paz se construye sobre la ruina de los propios compatriotas.

El Nobel de la Paz no puede convertirse en un trofeo político, ni en un instrumento de propaganda para intereses externos. Si la paz significa justicia, respeto y soberanía, este galardón es su negación. Premiar a quien pidió sanciones contra su país equivale a premiar el dolor ajeno; equivale a declarar que la desestabilización también puede ser un mérito.

Aún más grave es el señalamiento de que Machado ha aplaudido públicamente las deportaciones de venezolanos desde Estados Unidos, muchos de ellos víctimas de las mismas políticas que ella promovió. El Nobel de la Paz debería ser un reconocimiento a la empatía, al entendimiento, a la capacidad de sanar naciones. Con esta decisión, sin embargo, se convierte en una parodia de sí mismo. Otorgarlo es premiar la intolerancia, la división y la sumisión a intereses foráneos.

Venezuela, se argumenta, necesita líderes que curen, no que envenenen; que abracen, no que señalen; que defiendan la soberanía, no que la entreguen. Y, sobre todo, necesita que el mundo deje de premiar la hipocresía con el nombre de la paz.

Hablar de paz implica hablar de construcción, diálogo, respeto a la soberanía y búsqueda del entendimiento. Sin embargo, la figura de Machado se asocia, por sus propias declaraciones públicas, con todo lo contrario: el llamado a intervenciones extranjeras, la promoción de sanciones que han afectado directamente al pueblo venezolano y una narrativa que ha fomentado la división y la confrontación entre compatriotas.

No se puede premiar la paz cuando se ha abogado por la guerra económica. Las sanciones que ella celebró no afectaron a élites políticas: golpearon a los más vulnerables, a quienes perdieron su empleo, su acceso a medicamentos, su estabilidad. Premiar a quien alentó estas medidas es como condecorar la ruina con una medalla. Es reconocer como "lucha por la paz" lo que, en realidad, fue una cruzada de presión y de desestabilización. Premiar la traición a la patria, una bofetada a la gran mayoría del pueblo venezolano.

La entrega del Nobel de la Paz a María Corina Machado pertenece a la categoría de ironías que provocan vergüenza ajena. Es como si se celebrara la paz honrando a quien ha pedido sanciones, bloqueos e incluso "intervenciones humanitarias" que poco tienen de humanitarias. El galardón no dice nada sobre Venezuela, pero dice mucho sobre el estado de confusión moral de quienes lo otorgan. Este galardón no representa un triunfo de la paz, sino la derrota del criterio y una profunda confusión moral en el comité que lo otorga.

Finalmente, si la paz se convierte en un discurso vacío, el premio pierde su valor moral y se degrada a una mera herramienta propagandística, haciendo que el galardón diga más sobre el estado de confusión de quienes lo conceden que sobre la situación real de Venezuela.

NO HAY NADA MÁS EXCLUYENTE QUE SER POBRE.

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