Los fachos de la ultraderecha en Venezuela

Martes, 07/10/2025 11:21 AM

En Venezuela, la dinámica política enfrenta un panorama alarmante, donde ciertos sectores identificados con posturas de extrema derecha parecen contemplar estrategias que, de ponerse en marcha, podrían arrastrar a Venezuela hacia una crisis de proporciones profundamente críticas y preocupantes. Estas medidas, de llevarse a cabo, se perfilan como un potencial desencadenante de un escenario comparable a la trágica realidad que atraviesa Palestina debido al Genocidio cometido por el Estado de Israel en la Franja de Gaza. Han salido a la luz acusaciones respaldadas por pruebas sustanciales que involucran a facciones clasificadas como fascistas, las cuales habrían solicitado una intervención militar extranjera en territorio venezolano, concretamente protagonizada por fuerzas provenientes de Estados Unidos e Israel. En este contexto político, la figura de María Corina Machado emerge como uno de los principales puntos de controversia. Representante reconocida de la extrema derecha y estrechamente vinculada con grupos ultraconservadores, Machado ha sido objeto de controversia debido a los señalamientos sobre un acuerdo firmado con el ex primer ministro israelí Benjamín Netanyahu, junto con representantes del partido Likud. Esta relación genera honda preocupación entre diversos sectores sociales por el riesgo tangible de que estos vínculos propicien o agraven un conflicto armado en Venezuela.

La seriedad de estas denuncias se amplifica al contrastarlas con los pavorosos acontecimientos que día a día salen a la luz desde la Franja de Gaza. Allí, la magnitud del genocidio resulta desgarradora y difícil de dimensionar. Según publicó UNICEF recientemente, se registra un estimado devastador de más de cincuenta mil niños (50,000) que han muerto o sufrido heridas irreparables derivadas directamente del prolongado conflicto. A esta cifra escalofriante se añade un informe emitido por la ONU, alertando que aproximadamente dieciséis mil (16,000) estudiantes han perdido la vida desde el inicio del genocidio. Cuando se considera el total de víctimas mortales en la región, el cual oscila en torno a las Cien mil (100,000) personas asesinadas por Israel, se revela el exorbitante costo humano que esta tragedia impone, especialmente sobre los grupos más vulnerables y desprotegidos.

En medio de este contexto desolador, Edouard Beigbeder, director regional de UNICEF para Oriente Medio y África del Norte, ha emitido un llamado vehemente al mundo sobre las devastadoras consecuencias derivadas de las hostilidades armadas en comunidades ya golpeadas por la adversidad. En su declaración, Beigbeder resaltó los profundos e inexplorados impactos que estas guerras generan no solo en el tejido emocional y social de las poblaciones afectadas, sino también en sus perspectivas económicas a largo plazo. Particularmente enfático fue al señalar que los conflictos armados no discriminan por ideologías ni reconocen consideraciones como edad, género o rol social; su capacidad destructiva afecta indiscriminadamente a quienes se encuentran atrapados en esas situaciones. Al mismo tiempo, advirtió cómo el uso continuado de armas consolida un círculo vicioso de crisis humanitarias prolongadas y sufrimiento colectivo, exponiendo principalmente a las comunidades más frágiles a un sufrimiento paralizante que hereda sus marcas a lo largo del tiempo.

Frente a este sombrío panorama, considerar cualquier posible aplicación de estrategias asociadas al genocidio no solo implica una amenaza directa para la estabilidad social interna de Venezuela, sino que además abre las puertas a una eventual catástrofe humanitaria sin precedentes en la nación sudamericana. Apartar las tendencias extremistas y fascistas presentes dentro del espectro político venezolano es una tarea crítica e inaplazable para evitar un deterioro del país. Las consecuencias serían trágicas y devastadoras: decenas de miles de personas, incluidos innumerables niños y jóvenes inocentes, quedarían atrapados o despojados de sus vidas; enteras comunidades podrían ser reducidas al caos absoluto; y generaciones futuras cargarían con un duradero e incalculable padecimiento causado por estas decisiones. Este estado alarmante lleva a reflexionar sobre la urgencia de procurar soluciones pacíficas que permitan encauzar los conflictos políticos internos sin necesidad de recurrir al costo abismal que presentan las intervenciones armadas o cualquier forma de violencia extrema. Examinar las lecciones dolorosas ofrecidas por otros contextos internacionales debe movilizar a todos los sectores hacia un consenso que priorice siempre el bienestar humano y la paz social como vías irrenunciables para alcanzar soluciones sustentables en medio del complejo escenario venezolano actual.

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