“Me hubiera gustado transmitir a mis hijos los recuerdos que me dejaron mis padres”

Domingo, 14/09/2025 11:31 AM

Hace casi una semana que el Ejército de ocupación nos ordena que abandonemos la ciudad de Gaza. Ha comenzado a rodearla. Los habitantes se concentran en el oeste de la ciudad. Es el resultado de la nueva estrategia israelí: el desplazamiento mediante el bombardeo. Como los residentes generalmente no respondían a las repetidas órdenes de evacuación, el Ejército les da un cuarto de hora, de 20 a 30 minutos en el mejor de los casos, para salir de sus hogares. Entonces el edificio es destruido. En el norte de la ciudad, en el barrio de Cheikh Radwan, en el este en Chajaya y Zeitoun, y en el barrio de Sabra en el sur, el Ejército destruye las torres una a una (en nuestro país, cuando un edificio tiene más de nueve pisos, decimos que es una torre).

Esta estrategia funciona. Quienes viven en edificios de varios pisos saben que están en libertad condicional. Ahora empiezan a trasladarse sin esperar las órdenes, para no perderlo todo. Huyen hacia el oeste, hacia el mar. Pero la destrucción también comenzó allí. Ya se han destruido decenas de torres. Una torre destruida son 40 o 50 familias que se encuentran en la calle, es decir, entre 300 y 400 personas. Quienes no anticiparon su salida solo se llevan un bolso o dos. Es realmente de pánico.

Estar listo para partir

Vivo en una de estas torres. Mis vecinos me preguntan: "Entonces, Rami, ¿qué vas a hacer? ¿Qué hacemos?" Por lo general, no me gusta dar consejos sobre este tipo de decisiones, no puedo asumir las consecuencias. Simplemente he respondido para mí mismo: "Yo me quedo hasta el último minuto. Estoy preparando una maleta y ropa, la cosa puede degenerar en cualquier momento. Así que hay que estar preparado para partir. No hay que olvidar nada importante".

Aún así, aconsejo a quienes han decidido ir al sur, porque han encontrado un lugar allí, que se lleven el máximo de cosas con ellos. Vivimos esa experiencia cuando nos fuimos a Rafah. Nos habíamos ido sin ropa ni zapatos de repuesto, sin nada en absoluto, y tuvimos que empezar de cero. Y entonces todavía se podían comprar cosas en los mercados. Hoy en día, no hay nada, ni ropa, ni colchones, ni tiendas de campaña. Yo les digo: "Si tienen un lugar allí donde guardar sus bienes, les aconsejo que vayan ahora, porque sabemos muy bien que nuestra torre puede ser bombardeada en cualquier momento". Algunos han encontrado otra solución. Por ejemplo, unos amigos vendieron sus armarios, sillas y mesas para hacer leña. Dada la escasez de madera, pudieron obtener una suma significativa. Un dormitorio por valor de 7.000 shekels ha supuesto 1.000 shekels (250 euros).

Prefiero perderlo todo de una vez

Por mi parte le dije a Sabah que íbamos a preparar algunas bolsas con lo esencial para los niños, especialmente ropa de invierno. Finalmente, lo que tenemos. Podemos usar la ropa vieja de Walid para Ramzi, pero no hay ninguna para Walid, que crece muy rápido. Sabah me ha dicho: "Y nosotros, ¿por qué no hacemos lo que aconsejas a todo el mundo? ¿Por qué no llevas al menos los muebles de las habitaciones a un almacén del sur, y así podremos recuperarlos más tarde, después de la guerra?" Le he dicho que si los israelíes logran que salgamos de la ciudad, significa que su proyecto llegará hasta el final, y que en definitiva significará la deportación a un país extranjero. Así que no serviría de nada trasladar los muebles. Y he añadido: "Habrá que estar ligeros. Y además prefiero perderlo todo de una vez".

¿Por qué esta decisión? Porque es muy difícil elegir. ¿Qué coger? ¿Qué dejar? Para nosotros, las y los palestinos, una casa no es solo hormigón y muebles, es nuestra historia, es nuestra memoria, es nuestra familia. Las casas aquí son familiares. Los padres están en el primer piso, y cada uno de los hijos adultos tiene su apartamento con su familia. En estas casas, los niños nacen, crecen, tienen éxito en sus estudios, se casan y tienen hijos. Destruir estas casas forma parte de la estrategia israelí para desarraigarnos. Y eso no es de hoy. Tan pronto como un palestino ha sido acusado de un ataque militar o de cualquier otra cosa, su casa es demolida inmediatamente.

Es como la destrucción de los olivos. Para nosotros son como hijos. Crecen con nosotros, generación tras generación. Algunos son más antiguos que el Estado de Israel. Los israelíes saben todo esto. Conocen nuestro apego a la tierra. Por eso atacan las casas y los olivos.

Esta vez no habrá retorno

Tampoco me llevaré mis recuerdos. Hasta ahora los almacenaba: la mitad en el apartamento y la otra mitad en la tienda de perfumes que había abierto con mi madre, en 2017, cuando había dejado mi trabajo como periodista traductor-guía local debido a los problemas que tuve con Hamás. Porque con todas estas guerras, y no solo la última, siempre había que estar preparado para salir rápidamente, pero pensando en volver. Al distribuir los objetos en dos lugares diferentes, estaba bastante seguro de salvar al menos la mitad.

Pero esta vez no habrá vuelta atrás. Sé que todo será destruido. Desempaqueté mis recuerdos y se los mostré a Sabah. Recuerdos de mi infancia. Diplomas de la Universidad Árabe de Beirut. Las fotos de mis padres el día de su compromiso y de su boda. Su certificado de matrimonio. El pequeño jarrón de cristal que se ofrecía a los invitados a la ceremonia, lleno de dulces. Fotos de nuestros cumpleaños, mis hermanos y yo. Fotos de nuestra juventud. Nosotros de escolares. Los recuerdos de nuestra vida en Túnez. Recuerdos de mis estudios en Francia, en Montpellier. Cintas de vídeo en formato VHS. Todos los recuerdos de mi padre, uno de los fundadores de la agencia de noticias palestina Wafa. El reloj ofrecido por el presidente de Yemen y reliquias de la historia: su grabadora de minicasete, con grabaciones de discursos de Yasser Arafat. Membretes de Wafa. Y el fax de la agencia: una máquina de rodillos de 1985, mediante la que Wafa enviaba y recibía artículos y comunicados de prensa. Incluso queda un rollo de papel, ahora ennegrecido.

Le he mostrado todo esto a Sabah con lágrimas en los ojos. La primera y la última vez. Porque no puedo hacer una selección. Todo es querido para mí. No puedo coger una foto al azar. O me lo llevo todo o lo dejo todo. Y coger todo es imposible. Para huir no hay que llevar lo que te pueda estorbar. Tendré a Walid a mi derecha, Ramzi en mi brazo izquierdo, una o dos mochilas, y Sabah también tendrá que llevar dos bolsas. No podremos cargar con una maleta llena de cintas y álbumes de fotos.

Les habría mostrado mis fotos

Sé que al hacerme perder todos estos recuerdos, los israelíes amputarán la continuidad del vínculo generacional.

Cuando crecimos, nuestro padre nos mostraba las fotos y decía: "Este es el día en que nos casamos. ¡Mira lo hermosa que era tu madre! ¡Y mira lo guapo que era tu padre! Nos reímos de su forma de vestir, que había cambiado mucho. Y yo soñaba con hacer lo mismo con mis hijos, cuando fueran un poco mayores. Les habría mostrado mis fotos en Líbano, luego en Túnez, Francia y Gaza. Las fotos de sus abuelos. Les habría dicho quién era su abuelo, por qué tanta gente escribió sobre él después de su muerte. Me hubiera gustado conservar estos recortes de periódicos, que tengo desde hace casi 25 años. Me hubiera gustado ser el transmisor de esta continuidad cultural y social, transmitir a mis hijos lo que mis padres me dejaron.

También están las joyas de mi madre, el anillo y el collar ofrecidos por mi padre para su boda. Esos, me los llevaré. Todo esto es nuestra historia, y es un pedazo de la historia de la diáspora palestina. Mis padres fueron de los expulsados de 1948 y 1967. Mi abuelo materno era de Jaffa. Era un importante comerciante, hacía negocios entre Jaffa y el Líbano, y obtuvo la nacionalidad libanesa antes de 1948. Cuando fue expulsado, este año de la nakba, pudo instalarse en el Líbano. Mi madre nació allí, y fue en el Líbano donde conoció a mi padre. Originario de Nablus, este último fue expulsado con su familia en 1967 a Jordania. Había venido a estudiar a Beirut. Fue allí donde se unió, muy joven, a la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) y comenzó su carrera como periodista. Esta historia se puede contar con palabras, pero también se necesitan cosas que se puedan tocar, fotos, periódicos, joyas...

Mi padre había logrado transportar todo con él en sus sucesivos exilios. Siguió a la OLP y a Yasser Arafat de Beirut a Túnez, y luego de Túnez a Gaza, en 1994, cuando Arafat se instaló allí después de los Acuerdos de Oslo. Mi padre aseguraba la continuidad de la historia familiar. Desgraciadamente, creo que va a detenerse aquí. No puedo elegir. Todo esto va a ser destruido.

El último muro antes de la deportación

Sabah me ha dicho: "Podemos tomar una muestra de cada cosa, un álbum, una cinta..." Ella ha insistido, diciendo que en este caso, ¿por qué no intentar repartir los recuerdos de nuevo entre el apartamento y la tienda? Pero lo sé muy bien: la ciudad de Gaza es el último muro antes de la deportación. Si este muro cae, la ciudad será completamente destruida. No podremos llevarnos nada con nosotros, y todos seremos deportados. Por eso decidí que nos quedaríamos aquí, en nuestra torre, hasta el último minuto. Es mi forma de resistir, de afirmar mi pertenencia a esta tierra, a este vínculo cultural y familiar, a esta continuidad de recuerdos. Mientras haya palestinos, Palestina existirá.

Pero irse en el último momento es irse sin llevarse nada. Quería compartir estos objetos, estos recuerdos con los lectores de Orient XXI. Para que después de su destrucción material, sigan existiendo en su memoria.

11/09/2025

OrientXXI

Traducción: Faustino Eguberri

* Rami Abou Jamous escribe su diario para Orient XXI. Fundador de GazaPress, una oficina que proporcionaba ayuda y traducción a periodistas occidentales, tuvo que abandonar su apartamento en la ciudad de Gaza en octubre de 2023 con su esposa Sabah, sus hijos y su hijo Walid, de tres años, bajo la amenaza del ejército israelí. Se refugiaron en Rafah, luego en Deir El-Balah y más tarde en Nusseirat. Un mes y medio después del anuncio del alto el fuego de enero de 2025, roto por Israel el 18 de marzo, Rami regresó a casa con Sabah, Walid y el recién nacido Ramzi. Por este diario de a bordo, Rami recibió el premio a la prensa escrita y el premio Ouest-France al Premio Bayeux para los corresponsales de guerra. Este espacio está dedicado a él desde el 28 de febrero de 2024 Red. De Orient XXI. ( se pueden leer los artículos de Rami en vientosur.info)

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