“No se puede escribir poesía después de Auschwitz”. La famosa frase fue formulada por el filósofo alemán Theodor Adorno, haciendo alusión a la inconveniencia e insensatez de pretender ser frívolo o trivial en términos artísticos tras el horror del holocausto nazi.
Una película del cine vietnamita del siglo XX nos muestra una escena escalofriante donde un veterano de la guerra del país asiático arrastrándose por tierra como una serpiente de pronto atrapa con su boca a una rata y la devora, acto seguido un niño pregunta el por qué de ese comportamiento inusual y por demás dantesco, el padre le responde: “Está traumatizado por los horrores de la guerra y decidió no pertenecer más a la raza humana”
Recibimos con beneplácito la aparición del último libro compilado de Bruce Fisk “Ser cristiano después de la desolación de Gaza” una voz corajuda donde se señala la preocupante realidad que constituye el apoyo de cristianos en Norteamérica y Europa a Israel y su política genocida, convalidando la tesis sionista del “pueblo elegido” e imaginando que el amor por el pueblo judío significa defender el Apocalipsis que Israel ha desatado sin miramientos contra los palestinos desde octubre de 2023.
La sinopsis del libro señala: “¿Qué explica el ferviente apoyo de los cristianos (evangélicos) estadounidenses al ataque asesino de Israel contra los palestinos de Gaza? Niños moribundos lloran bajo los escombros, médicos testifican atrocidades, periodistas y personal sanitario se enfrentan al fuego de francotiradores, expertos denuncian genocidio, estadounidenses denuncian limpieza étnica de Israel, estudiantes universitarios que protestan ponen en peligro sus carreras. Sin embargo, millones de estadounidenses que profesan lealtad a Jesús siguen defendiendo la desolación de Gaza o se niegan a denunciarla.
En este contexto, no limitaremos la responsabilidad del mutis cómplice del genocidio sionista a solamente quienes profesan el protestantismo anglosajón, sino también es responsable por omisión el resto de la humanidad silente. Y nos preguntamos, ¿se puede seguir siendo humano después de Gaza o pertenecer a este conglomerado viviente constituye una verdadera vergüenza