(poema épico)

Mi delirio desde el Tepuy

Miércoles, 17/12/2025 05:42 AM

En las alturas de los Tepuyes, 

ancestrales ojos miran, vigilantes, 

a enemigos de la patria: 

saqueadores abundantes. 

 

La octava estrella ondea,

como lo soñó Bolívar,

Venezuela está herida,

pero su bandera flamea.

 

Su espíritu no flaquea,

sigue palpitante;

calles y avenidas florea

con corazón excitante.

 

El espíritu ancestral, 

inmortal y triunfal, 

se alza en ritual universal,

colosal y marcial.

 

Sigue el pueblo bravo,

dando lecciones heroicas

imitando a Guaicaipuro el valeroso

de victoria somos grandioso.

 

El libertador visionario,

sabio y audaz,

no podía ser mas

tenaz en la adversidad.

 

Emancipador de pueblos.

lo acompaña Tamanaco,

intrépido guerrero

que dio su sangre por entero.

 

Justiciero como el 

ya no nacen en el continente.

Hay un fuego ardiente

que lo mantiene vigente.

 

Bolívar, inmortal,

fundador de las naciones,

llenas de bendiciones

que aun emanan bendiciones.

 

En Venezuela han nacido

hombres valerosos,

militares acuciosos,

de nombres conocidos.

 

Hay un pueblo que camina

por América Latina,

y como Tiuna, intrépido

caza imperios heridos.

 

El fundador de la patria

con ellos se acompaña,

y en esta campaña

le sigue fiel batalla.

 

El pueblo herido,

jamás vencido, 

lleva en su memoria 

lo nunca perdido.  

 

Esa fuerza ancestral que llena,

que corre por las venas,

es la fuerza redentora

de la espada libertadora.

 

Ayer fue Tiuna y Aramaipuro,

organizadores de coalición;

hoy será obrero combatiente

yo le doy mi bendición.

 

La historia no se escribe

Si no hay erudición

Vivencia y vocación

Para exaltar lo que se vive.

 

Esta historia del Caribe

nos inunda el corazón;

por eso evocamos con pasión

como el imperio nos desvive.

 

Poetas te han cantado,

loas te han recitado,

y este mi canto

es poco lo que te han dado.

 

No es hora de terminar

este homenaje planteado.

Busco en la historia reciente

la fuerza de tu pasado.

 

Hoy me siento inspirado,

lleno de preocupación.

busco en tu recuerdo

palabras de inspiración.

 

Una fuerza motora

que dejó en mi sensación:

que podemos derrotar al imperio

con la fuerza del redentor.

 

Tú, Bolívar, ganador de aquellas batallas,

para nosotros eres una pantalla

de luz y energía,

por eso nuestro espíritu porfía.

 

Por eso la patria vive y sigue

el camino de tus ideas;

por eso lucha y pelea,

aunque el yanqui la persigue.

 

No damos el brazo a torcer,

ni aceptamos tropelías,

venga de donde venga

sea yanqui o de cualquier vía. 

 

Insiste tu pueblo, Bolívar,  

mantenerse en resistencia;  

de ella depende su existencia,  

en la frente llevas olivar. 

 

Resuenan los tambores

de los esclavos atraídos

a la causa de la patria

y a sus hijos paridos.  

 

Combatientes habidos

como Pedro Camejo,

de carácter complejo

se entregó de primero. 

 

Hubo antecedente

de un líder allá en Coro,

que luchó con decoro:

¡Aquí estoy presente!  

 

Era José Leonardo Chirino,

líder de la rebelión,

con sus hermanos lucharon;

su gesta fue como un sino.

 

También está Juan José Rondón,

el pueblo lo ha tomado

¡Yanqui ten cuidado!

¡Rondón no ha peleado!

 

Las mujeres también destacan,

no importa su color,

Juana Ramírez, “La Avanzadora”,

también luchó con pundonor.

 

Bolívar no estaba solo,

aunque su muerte dolió.

Del pasado surgió un grito de llanto,

era los gritos de Ana María Campos. 

 

También piden a grito

se les nombre en este canto;

que no se le deje al olvido,

que se les recuerde su llanto.

 

Combatieron por la vida

con entrega sin igual.

Cuidaron todas las heridas:

madres, hijos por igual.

 

Organizaron combatientes,

lideraron el combate.

Siempre fueron valientes;

nunca lloraron, el dolor les abate.

 

Bordaron banderas, 

ondearon con honor.

Ayudaron a salvar

la causa con ardor.

 

Manuela Sáenz, Libertadora, 

con cartas llenas de pasión,

dio a Bolívar su gran amor 

y entrega fiel hasta la hora fatal.

 

Lo ha llorado en silencio,

leyendo su material:

cartas, discursos, proclamas...

Solo ella lee al hombre que ama. 

 

Muchas veces lo salvó 

con su audacia y valentía.

La consideraban una arpía

porque a su amor no traicionaba.

 

Por apoyar la patria

en su causa emancipadora,

Luisa Cáceres de Arismendi

la consideraron traidora.

 

Es un símbolo de resistencia,

de la mujer luchadora.

Hoy, ahora y siempre,

en el corazón se enarbola.

 

No se queda atrás Josefa,

mujer valiente y muy lista.

Paraguaná se alista, 

luchando contra el realista.

 

Josefa Joaquina Sánchez,

bordadora verdadera, 

dio vida a nuestra bandera; 

presa fue por ser guerrera.

 

Concepción Mariño

entrega su apoyo en la logística.

En Margarita y Cumana 

arriesga vida en la crítica.

 

Fue Leonor de la Guerra, 

heroína de Cumaná,

sufrió tortura y cadena; 

apoyó siempre la libertad.

 

Consuelo Fernández murió,  

heroína en La Victoria,  

por avisar del ataque,  

quedó su nombre en la historia. 

 

Eulalia Buroz la llamaban,  

heroína de Barcelona.  

Peleó con fuerza de leona,  

con gran valor que la guiaba. 

 

Estas mujeres nos dan  

su memoria en la victoria.  

Son el rostro femenino  

de la guerra emancipadora.

 

Bolívar, nunca te quejaste  

en medio de la rebelión.  

Soportaste siempre la muerte,  

compañera en tu misión.  

 

Si miras quién te menciona,  

abusando de tu legado,  

verás que nunca han soportado  

la firmeza de tu corona.  

 

De valor carece la patria;  

traidores surgen a cada rato.  

Negocian tierras sin decoro:  

reparto infame de su mapa.  

 

Nos roban siempre a cada rato,  

infames dan falsos aplausos,  

luego lloran por la escasez  

y culpan al pueblo del fracaso.

 

La llovizna, llegando

En la cima los Tepuyes.

Pájaros que ya huyen

y vuelan a su resguardo.

 

Es la selva en su memoria,  

arrastra conmigo la historia,  

este canto se levanta  

a Bolívar por su gloria.  

 

Aunque Bolívar no fue santo,  

el pueblo reza y le implora:  

vuelve con tu espada de fuego,  

la justicia libertadora.  

 

Nuevos imperios nos azotan;  

tu presencia es siempre vital.  

En escuelas y en liceos  

para enfrentar todo el mal.  


 

Maestro, vuelve y medita;  

no te dejes engañar.  

Que los imperios fascistas  

te condenan sin piedad.  

 

Simón Rodríguez alertaba:

enseñar a pensar, a obrar

en medio de tanta zozobra,

o inventamos o errar.

 

Nuestra auténtica república,  

ganada en justa lid,  

requiere siempre un adalid  

que guíe a la vida idílica.  

 

Desde el Tepuy regreso, delirante, encendido, 

con la voz del trueno antiguo 

y el tambor estremecido. 

Traigo el grito de los pueblos, 

su memoria y su latido.

Soy el eco del relámpago, soy la llama que no cesa,

 vuelvo con la espada en alto 

y la herida que no pesa. 

Mi delirio es canto eterno 

que la historia no atraviesa.

 

Aquí termina el poema, pero no la rebelión, 

porque el Tepuy me respira 

y Bolívar me da visión. 

¡Que se alce la patria 

viva con justicia y honor!

 

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