Isadora Duncan: La Lupe blanca del Tite Curet

Miércoles, 24/09/2025 01:20 PM

"Yo ni sabía quién era Isadora Duncan. Entonces yo llamé a la cantante Nydia Caro, porque ella tenía una discoteca que se llamaba "Isadora". Ella me sugirió un libro con la historia de todos los bailarines. Estuve leyendo dos días y pico la historia de Isadora Duncan y el personaje como que me enamoró. Isadora Duncan era "La Lupe" blanca. Isadora era una persona muy revolucionaria y La Lupe también, porque rompía con toda las normas de la canción e Isadora también rompió con todos los cánones de la danza. Entonces el tema lo escribí en cuestión de 30 minutos". (Declaración de Tite Curet Alonso a Luciano Londoño el 20 de agosto de 1990, cedida por este al portal Herencia Latina)

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Cuando un compositor se dispone a crear su obra musical, a dar forma a su inspiración, ese ejercicio es libre e irreversible. Las cosas cambian cuando la obra de creación descansa sobre un hecho histórico bien sea en lo social, lo cultural o lo político porque habiendo referencias documentadas se debe ser mucho más riguroso con el proceso creativo.

Estando a las puertas del centenario del natalicio de Catalino Curet Alonso (febrero 2026), el inmenso, el más grande en el universo de los compositores para la salsa, y estando también muy cerca del centenario (2027) de la trágica muerte de la gran danzarina del mundo, Isadora Duncan, colocamos sobre el tapete elementos que encontramos en el tema del Tite Curet dedicado a la Madre de la Danza Moderna.

En Venezuela (histórico)

Isadora

Catalino Curet Alonso, nacido el 12 de febrero de 1926 en Guayama, Sur de Puerto Rico, hombre de extraordinaria sensibilidad social, periodista y poeta, cuenta en varias entrevistas que recibió una invitación de uno de los directivos del sello Fania para ver si se inspiraba y hacía un tema dedicado a la danzarina estadounidense Isadora Duncan. Necesitaban revivir una sociedad discográfica. Aquel trato entre los sellos Columbia y Fania necesitaba arrestos.

Con ese candor que lo caracterizaba, el Tite Curet confesó que no tenía idea alguna de quién era Isadora, pero quiso complacerlos, así que se puso a indagar y fue como Tite Curet Alonso descubrió a Isadora Duncan.

Le llegó un poco tarde el compositor boricua a la intensa historia de esta mujer que desafió todas las reglas para vivir su propio mundo con sus propias convicciones.

Llegó tarde por un tema generacional pero también por las urgencias boricuas de su hora. Rubén Darío, el gran poeta de Nicaragua, quien tuvo la fortuna de ver a Isadora danzando le dedicó un poema, "La bailarina de los pies desnudos":

"Iba, en un paso rítmico y felino/ a avances dulces, ágiles o rudos, con algo de animal y de divino/ la bailarina de los pies desnudos. Su falda era la falda de las rosas/ en sus pechos había dos escudos/ constelada de casos y de cosas…/ la bailarina de los pies desnudos"… (1903) y el venezolano Aquiles Nazoa, el poeta de las cosas más sencillas, plasmó a Isadora Duncan en las líneas de su inmortal Credo.

"Creo en Pablo Picasso, todopoderoso, creador del cielo y de la tierra; creo en Charlie Chaplin, hijo de las violetas y de los ratones, que fue crucificado, muerto y sepultado por el tiempo, pero que cada día resucita en el corazón de los hombres; creo en el amor y en el arte como vías hacia el disfrute de la vida perdurable…

Creo en la cualidad aérea del ser humano, configurada en el recuerdo de Isadora Duncan abatiéndose como una purísima paloma herida bajo el cielo del Mediterráneo" (1975).

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Catalino Curet Alonso fue descubriendo con asombro una historia de vida marcada por los dolores, sí, pero también por las convicciones y determinaciones de una mujer inclaudicable.

Aquella niña hija de padres irlandeses llegados a Estados Unidos y nacida en San Francisco el 27 de mayo de 1877 comenzó a tener privaciones tremendas en el momento mismo del abandono paterno que dejó a su madre Dora en situación de precariedad con cuatro hijos, siendo Isadora la menor de la prole y la que se refugió en el mar y la cadencia de las olas y el viento para comenzar a moldear lo que sería posteriormente su infinita libertad a través de la danza. Un detalle importante está en el hecho de que Dora, la madre de Ángela Isadora comenzó a dar clases de piano y baile para mantener a la familia, es decir, había música, compañera inseparable de la danza. Los Duncan eran muy cultos.

A los siete años, junto a su familia, dejaron San Francisco y se trasladaron a Oakland. Allí Dora estableció una escuela de danza y todos sus hijos ayudaron en la tarea, incluyendo a Isadora.

Posteriormente se mudaron a Chicago. Fue el despegue de la joven danzarina, quien estudió danzas clásicas para muy pronto dejarlas de lado y seguir sus impulsos. El mundo la conocería a sus 18 años, en 1895, danzando descalza y con su túnica. Así sería por siempre.

De Chicago saltarían a Nueva York y fue allí donde Isadora convenció a la familia de irse a Inglaterra. Así Isadora, con el clan Duncan, dejó los Estados Unidos para intentar suerte en Europa. En 1900 viajaron en barco a Londres. Posteriormente el destino sería París.

En Londres, Isadora se metió de cabeza en el Museo Británico para estudiar las figuras danzarias de los jarrones griegos. Leía bastante y ya estaba creando nuevas expresiones coreográficas.

Comenzó a presentarse en Londres en una serie de recitales con un éxito inmediato. Hay un testimonio de la prensa inglesa con este comentario: "En esta época actual de elaboración y artificialidad, el arte de la señorita Duncan es como un soplo de aire puro procedente de la parte más alta de una montaña poblada de pinos, refrescante como el ozono, bello y verdadero como el cielo azul, natural y genuino. Es una imagen de belleza, alegría y abandono, tal como debió ser cuando el mundo era joven y hombres y mujeres bailaban al sol movidos por la simple felicidad de existir."

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Jamás el Ballet

Efectivamente, Isadora Duncan afirmaba que el baile debía ser una prolongación de los movimientos naturales del cuerpo, que ella consideraba hermosos y bastante más bellos que los que efectuaban los bailarines clásicos, a los que tildaba de forzados y antinaturales; por ello, se negaba a las apretadas fajas, y a constreñir los pies en las zapatillas de baile. Estaba convencida de que el baile ponía al individuo en comunicación armónica con el ritmo intrínseco de la naturaleza y los cuerpos celestes.

En 1902 cumplió su sueño de ir a Grecia. Ya era famosa y reclamada desde diversos lugares europeos.

En 1905 viajó a San Petersburgo y fue invitada por la también famosa bailarina rusa Anna Pavlova a conocer su estudio.

La prueba de cuán alejada estaba del ballet Isadora Duncan, queda asentada en su autobiografía con este episodio: "Encontré a Pavlova de pie con su vestido de tul practicando en la barra, sometiéndose a la gimnasia más rigurosa, mientras que un viejo caballero con un violín marcaba el tiempo y la exhortaba a realizar mayores esfuerzos; era el legendario maestro Petipa. Me senté y durante tres horas observé tensa y perpleja los sorprendentes ejercicios de Pavlova, que parecía ser de acero elástico. Su hermoso rostro adoptó las líneas severas del mártir. No paró ni un solo instante. Todo su entrenamiento parecía estar destinado a separar por completo la mente de los movimientos gimnásticos del cuerpo. La mente debía alejarse de esa rigurosa disciplina muscular. Esto era justamente todo lo contrario de las teorías sobre las que yo había fundado mi escuela un año antes. Lo que yo pretendía es que mente y espíritu fuesen los motores del cuerpo y lo elevasen sin esfuerzo aparente hacia la luz."

Enemiga del ballet, al que consideraba un género falso, represivo y absurdo, manifestó que la danza debe establecer una armonía calurosa entre los seres y la vida y no ser tan solo una diversión agradable y frívola. Danzaba descalza, con una simple túnica griega de seda transparente sobre su cuerpo desnudo, como una sacerdotisa pagana transportada por el ritmo. Hoy es considerada la iniciadora de la Danza Moderna y su figura es evocada con fervor en todos los escenarios del mundo.

Milly Quezada (República Dominicana)

Éxito y tragedia

Europa se rindió a los pies desnudos de Isadora, a su túnica y a su sensual libertad danzaria. Amigos, amantes, protectores, y una suerte de adversidad que ya había aparecido cuando se quemó el apartamento de San Francisco y cuando su padre murió en un naufragio. Pasó con algunos amantes que caían víctimas de fiebres extrañas o iban al suicidio. En 1913 sus dos hijos murieron ahogados en París, en el río Sena, aniquilando emocionalmente a Isadora, quien se retiró de la danza y se dedicó a enseñar. Tuvo a otro niño quien murió a los minutos de haber nacido. Fue peor.

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En julio de 1916 viajaría a la América del Sur, concretamente a Brasil (Sao Paulo y Río de Janeiro) Argentina (Buenos Aires) y luego Uruguay (Montevideo). En Argentina se emocionó invitada por unos estudiantes que festejaban las primeras elecciones presidenciales mediante voto secreto y bailó en un bar de La Boca envuelta en la bandera argentina. Eso significó el fin de su contrato. Ella no lo logró entender, pues había bailado "La Marsellesa" en Francia. Dejó como pago de hotel sus aretes de esmeraldas y su abrigo de armiño (obsequio del magnate Paris Singer) y salió en dirección a Montevideo y de allí, de vuelta a Europa.

En 1921 volvería a Moscú y rompería su promesa de no contraer matrimonio al casarse con el poeta Serguei Esenin. El matrimonio fue un fracaso y se separaron. Luego se enteraría del suicidio de Esenin. Quedó viuda, pues no se habían divorciado.

Decidió entonces regresar a los escenarios del viejo continente pero ya notó la apatía del público. Siendo eso así, viajó a Niza, Francia para terminar su biografía "Mi vida" y preparar el libro "El arte de la danza".

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En Niza, el 14 de septiembre de 1927 se tomó un respiro y salió a ver a algunas amistades, a cenar con ellas y pasear un poco. Todo a pie, caminando. La recogió de vuelta en auto un italiano mecánico pretendiente, y así en el final de ese paseo de caminantes su hermoso chal rojo se enredó en la rueda trasera del auto del italiano, del lado del copiloto, donde ella iba. El estrangulamiento fue inmediato y terminó su cuerpo arrojado a la avenida. Apenas tenía 50 años de edad.

Sus cenizas descansan en París.

Isadora en Fania

Fue en 1979 para el cuarto álbum Crossover, un puente asociado al rescate no sabemos si del sello Columbia o de la propia Fania. Se trataba de una propuesta de fusión. La portada del disco, a cargo de Ron Levine ya anunciaba a Isadora, por el vuelo de la mujer que engalana la producción.

Sin dudas, Fania tiró la casa por la ventana. Los coros que respaldan a Celia Cruz, aparte de maravillosos, dan gusto porque le cantan a Isadora ya sabiendo quién es.

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Cuando esta historia comenzó ni Tite Curet ni Celia Cruz sabían nada de Isadora. Y ciertamente se armaron de admiración al conocer los pasos y trayectoria de esa inmensa mujer nacida para danzar.

Pero si Catalino Curet Alonso declara que escribió ese tema en 30 minutos después de estudiar durante dos días la vida de Isadora, indudablemente no la estudió bien. Colocar en su letra que "El Ballet fue su arte" es un agravio a la memoria de la danzarina, pero ni él, ni Celia, ni los productores, ni muchos seguidores cayeron en cuenta de semejante desatino. ¿Que el Ballet fue su arte? Lo adversaba, lo adversaba con todas sus fuerzas, lo consideraba una camisa de fuerza del Arte y la Libertad. Lo escribió y dijo mil veces.

Este tema es de los muy pocos de Tite Curet Alonso de bajo vuelo literario. Lo entendemos.

"Cuando bailó, se liberó, tal vez" ¿Tal vez?

"Impuso una nueva moda". No fue una moda. Fue una Escuela

"El ballet que fue su arte". Jamás hizo Ballet Isadora Duncan. Lo adversó y hasta combatió.

¿Pudo ser un desliz? Es probable. Pero no pasó inadvertido para los millones de seguidores de la extraordinaria danzarina estadounidense, Isadora Duncan. Para esta periodista tampoco.

Y a las íes hay que ponerle sus puntos.

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