Horas después El Pentágono liberó un video donde no aparecía ni el barco ni los 11 tripulantes, ni el cargamento monumental sino una pequeña embarcación con tres motores fuera de borda.
Una lancha, pues. La desproporción es evidente.
Un misil teledirigido contra una lancha cualquiera que fue presentado como la neutralización a una amenaza contra la seguridad nacional.
Lo más sorprendente no fue el ridículo del relato oficial, sino la manera como, buena parte, de los medios latinoamericanos reprodujeron, sin pestañear, el boletín, palabra por palabra, como si transcribir un comunicado equivaliera a ejercer periodismo, al otro día, quizá avergonzados o no, cambiaron en sus titulares la palabra barco por bote o lancha.
La cobertura del misil a la lancha es paradigmática.
No importa si se trata de una mentira descomunal, no importa que el propio video oficial contradiga al boletín oficial.
Lo que interesa es qué mensaje se envía, a quién va dirigido y qué efectos pretende provocar.