La retórica vacía del poder se impone sobre el Estado de Derecho y la libertad

Lunes, 17/11/2025 01:16 PM

La historia reciente de Venezuela se ha convertido en una advertencia trágica para cualquier pueblo al permitir que la retórica vacía del poder se imponga sobre el Estado de Derecho y la libertad. Lo que se presenta hoy como un gobierno "popular" o "revolucionario" es en realidad una maquinaria de control, corrosión y mentira, sostenida por la represión, el clientelismo y una estructura narrativa cuidadosamente diseñada para manipular la conciencia colectiva. Estamos inmersos en la Era Del Hijueputismo Global: la expansión de un cinismo político que encuentra, en una Cúpula Política que Usurpa el Poder en Venezuela (GPUPV) una expresión local, más grotesca y corrosiva.

El país, que alguna vez fue símbolo de "modernidad" y "progreso democrático" en América Latina, se enfrenta hoy a la negación total de su Constitución y a la desarticulación del Estado de Derecho. Todo principio republicano ha quedado subordinado al capricho de una cúpula que, en "nombre del pueblo", anula leyes, manipula instituciones y destruye la Soberanía del pueblo.

La Constitución de 1999, promovida como el texto fundacional de una nueva era (XXI) en Venezuela, se ha convertido en una carta vacía, usada únicamente como instrumento retórico, mientras las Garantías Constitucionales son sistemáticamente violadas. La independencia de poderes, principio fundamental del sistema constitucional, ha desaparecido bajo un centralismo férreo bajo un discurso pseudo-revolucionario que glorifica la obediencia y criminaliza la disidencia.

La oposición de la nación venezolana ante esta anulación del Estado de derecho no es solo política: es existencial. Millones de venezolanos viven día a día bajo un régimen que ha destruido el valor del trabajo y la dignidad del salario. El obrero, antaño orgullo del país petrolero, hoy sobrevive en la miseria absoluta, con sueldos simbólicos que no alcanzan ni para cubrir las necesidades más básicas. La economía, desfigurada por la corrupción, la improvisación y la entrega de la soberanía a intereses extranjeros, se ha vuelto un campo de saqueo.

En el nombre de un supuesto antiimperialismo, el GPUPV ha convertido a Venezuela en un territorio cada vez más dependiente de los centros de poder económico global, particularmente de Rusia, China, EE.UU y Turquía, consolidando una nueva forma de colonialismo disimulado bajo la retórica de un supuesto "socialismo del siglo XXI".

El salario, otrora símbolo de justicia social, ha sido destruido hasta volverse una burla. El trabajador público gana menos de lo necesario para sobrevivir, mientras se promueven campañas mediáticas de falso bienestar. La inflación y la dolarización formal han multiplicado la desigualdad, creando una casta dorada de funcionarios y enchufados que viven en una opulencia indecente frente al hambre generalizada. El pueblo, que dicen "defender", ha sido descartado como sujeto histórico; ahora es solo masa utilizada, un número en las estadísticas propagandísticas o una excusa para perpetuar el poder y mantener sus privilegios.

A la devastación económica se suma un desmontaje institucional disfrazado de experimento social: el llamado Estado Comunal. Este proyecto, que no tiene sustento alguno en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, es en realidad un mecanismo de control social y político que reemplaza a las instituciones legítimas del Estado por estructuras paralelas sometidas directamente al Ejecutivo. Bajo el pretexto de "… estado de conmoción exterior", el régimen ha diluido la autonomía de los municipios, los poderes regionales y las instancias de representación tradicional por "gobiernos comunales" no sustentados en la CRBV, dejando al pueblo sin canales efectivos de participación ni defensa. No se trata de construir poder popular, sino de anular toda posibilidad de organización independiente fuera del aparato partidista.

El GPUPV, con los retrocesos y avances histórico de Venezuela como república, han destruido más de Ciento Cincuenta años de edificación republicana negando definitivamente, como dice en preámbulo de la CRBV: "… el fin supremo de refundar la república". Lo logrado desde el esfuerzo de las reformas liberales del siglo XIX, pasando por la consolidación del orden civil y los avances del siglo XX, ha sido arrasado por un régimen autoritario que desprecia las instituciones y la razón.

La Educación, llamada a ser el motor de una nación libre, ha sido subordinada a la ideología. Las universidades padecen abandono estructural, censura, persecución y pobreza. Los Maestros, pilares históricos del pueblo venezolano, se encuentran entre los más humillados del país, reducidos a sobrevivientes de una catástrofe moral y económica. En cuanto a la Salud, el sistema hospitalario está en ruinas: sin insumos, sin personal suficiente, sin esperanza. La vida se ha vuelto una lotería que pocos ganan.

Mientras tanto, el gobierno apela a la construcción de mitos mediáticos para distraer al país de su tragedia real. Nacen caricaturas políticas como SuperBigote y SuperCilita, personajes ridículos presentados como defensores de la patria, en una grotesca parodia de heroísmo. Estos espectáculos, promovidos por los medios oficiales, sirven para banalizar la lucha social y reducir el pensamiento crítico a entretenimiento pueril. Es la era de los "monstruos mediáticos santiguados", marionetas bendecidas por la "presidencia de la República" para entretener a un pueblo agotado, anestesiado, manipulado mediante una guerra cognitiva que busca reconfigurar la percepción de la realidad. Así, la mentira se convierte en verdad y la humillación en orgullo.

La Guerra Cognitiva desplegada por el régimen no se libra con armas convencionales, sino a través del lenguaje, la desinformación y la psicología de masas. Desde los noticieros oficiales hasta las redes controladas por el Estado (que tiene el Monopolio como la hegemonía Comunicacional en Venezuela), se impone una narrativa de "resistencia" frente a enemigos imaginarios, mientras se silencia toda crítica interna. La manipulación emocional se ha vuelto política de Estado: se fabrica odio, se crean ídolos falsos, se destruyen reputaciones, se rescribe la historia. La Nación, despojada de sentido común, es conducida a una sumisión cotidiana bajo la ilusión de "estabilidad y soberanía".

Pero la resistencia del pueblo venezolano persiste. En los barrios, en las universidades, en los gremios y los partidos políticos ilegalizados, aún germina la conciencia que Venezuela no puede resignarse a ser una colonia del hijueputismo global, administrada por una élite local revestida de "símbolos patrios". La nación no se opone solo a un partido o a un gobierno, sino a una:

"… cultura del poder que ha hecho de la mentira una forma de dominación". (Tribuna Popular)

La verdadera lucha se libra no solo en las calles o en los procesos electorales, sino en la recuperación del pensamiento libre, en la defensa del lenguaje veraz y en la construcción de una ética pública.

Éste GPUPV es el síntoma local de una enfermedad global: la del poder que se disfraza de justicia social para perpetuarse a costa de los pueblos. Bajo su versión venezolana, esta patología ha destruido no solo las estructuras materiales del Estado, sino también los cimientos morales de la convivencia nacional. Ha reducido la política a lealtades personales, ha aniquilado la institucionalidad republicana y ha reemplazado la Constitución por un catecismo propagandístico. Sin embargo, toda mentira tiene un ciclo, y todo poder basado en el miedo termina agotándose. La historia, implacable, volverá a imponer su juicio.

Venezuela será libre en la medida en que recupere su dignidad, restituya su Estado de Derecho y devuelva valor real al trabajo, al conocimiento y a las instituciones. Resistir en medio del derrumbe no es solo sobrevivir: es mantenernos en la refundación de la Nación. Frente al Hijueputismo Global y su versión local, la conciencia del pueblo venezolano se convierte en Bastión de la Soberanía. La verdad, aunque arrasada, siempre encuentra su camino. La era del engaño no durará para siempre, porque ningún régimen puede someter por completo a una Nación que aún está en Lucha.

 

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