“La ambición es tan desmedida en los hombres, que por satisfacerla no solo arriesgan lo que tienen, sino lo que no tienen”
Miguel de Cervantes.
Un fantasma recorre el Caribe. No es un fantasma nuevo; tiene cinco siglos de antigüedad y habla con el lenguaje de conquista. Hoy se viste con tecnología de punta y se llama "Lanza del Sur", pero su esencia es la misma que trajo Hernán Cortés a estas tierras: la de un imperio decidido a imponer su voluntad a sangre y fuego.
Mientras escribo estas líneas, imagino ese vetusto armatoste de hierro que llaman portaaviones, surcando nuestras aguas, con la estúpida idea que aun somos su patio trasero. Es la misma mirada con la que los barcos españoles avistaron estas costas hace quinientos años. La misma arrogancia, la misma sed de dominio. En su elaborada y falsa narrativa dicen, que vienen a combatir el narcoterrorismo, pero en su lenguaje bélico se escucha el eco de las mismas viejas justificaciones coloniales, robo, exfoliación y muerte, pero hoy, hay una importante diferencia, ya nadie les cree.
Cortés no llegó solo con espadas. Llegó con una estrategia diabólica: dividir para vencer. Encontró pueblos oprimidos por los aztecas y los convirtió en sus aliados. Usó a La Malinche no solo como traductora, sino como arma para descifrar mentes y corazones. Su conquista fue un perverso juego de inteligencia y traición, disfrazado de destino manifiesto.
Hoy esta historia encuentra un eco siniestro en figuras como María Corina Machado, la Malinche del siglo XXI. Al igual que su antecesora histórica, parece haber internalizado la lógica del conquistador, justificando la entrega de la soberanía como un camino hacia el poder. Es el mismo síndrome de la ambición desmedida: creer que aliarse con el imperio es la salvación, cuando en realidad es la garantía de la propia esclavitud de su alma, si la tuviera, y de sus no tan lozanas carnes.
Hoy el juego es el mismo, solo han cambiado las piezas. En lugar de alianzas con tribus descontentas, buscan gobiernos genuflexos, traidores a sus pueblos para propiciar fracturas internas en la unidad latinoamericana. Donde antes había espadas y caballos, hoy hay drones y ciberguerra. La narrativa ya no habla de salvar almas paganas, sino de combatir narcoterroristas. Pero el objetivo final sigue siendo el mismo: doblegar la voluntad de un pueblo que se atreve a ser libre, independiente y soberano.
La respuesta la tenemos escrita en nuestra genética e historia, en la sangre de nuestros libertadores. Simón Bolívar lo vio claro hace dos siglos: solas, nuestras naciones serían como frágiles barcos en una tormenta imperial. Juntas, podríamos ser el "Equilibrio del Universo". El Libertador soñó con una gran confederación que hiciera contrapeso a los imperios de su tiempo.
Y he aquí que Hugo Chávez, con su genio visionario, rescató ese sueño y lo imbrico en la conciencia de los venezolanos y los habitantes de la patria grande para convertirlo en un proyecto de vida. Su grito de "Unidad, unidad, lucha y victoria" no era una consigna vacía. Era la comprensión profunda de que en un mundo donde las águilas imperiales siguen volando, nuestra única salvación es volar en bandada.
ALBA, CELAC, UNASUR, no son solo acrónimos burocráticos. Son trincheras de soberanía, son la materialización de esa vieja idea bolivariana de que nuestra unión es nuestra fortaleza. Cuando Chávez recuperó nuestro petróleo, cuando creó TeleSUR para que tuviéramos nuestra propia voz, estaba siguiendo el manual no escrito de la independencia verdadera: la que se ejerce con hechos, no solo con discursos, porque la guerra no solo es material, si no en la conciencia.
Hoy estamos en una encrucijada histórica que huele extrañamente a 1521. "Lanza del Sur" es el regreso del conquistador con armadura tecnológica. Sus radares y buques de guerra son las nuevas armas, caballos, espadas y arcabuces. Su retórica antidroga es el nuevo "evangelizador" civilizatorio.
Frente a esto, tenemos dos caminos: el de la división que nos llevó a la derrota en Tenochtitlán, o el de la unidad que soñaron Bolívar y Chávez. No es una elección retórica; es una cuestión de supervivencia histórica.
Cervantes tenía razón sobre la ambición desmedida de los hombres. La vemos en Cortés, la vemos en las miradas libidinosas por la sangre, en los ojos de un demente pedófilo, senil y un asesino narcotraficante y sin duda terrorista como Marcos Rubio, acompañados por los estrategas del Pentágono.
La vemos en aquellos que, dentro de nuestras fronteras, le sirven de puente al nuevo conquistador y en paroxismos exacerbado gritan guerra. Pero nosotros tenemos una ventaja que no tuvieron los aztecas: tenemos la memoria histórica, un legado de honor y de virtud, por lo que sabemos cómo termina esta película si no actuamos con inteligencia.
La operación "Lanza del Sur" debe ser el último capítulo de una vieja historia de dominación, para convertirse en el despertar definitivo de la Venezuela imaginada y de la Patria Grande. Depende de nosotros si dejamos que el fantasma de Cortés -y sus Malinches modernas- sigan vagando por nuestro Caribe, o si finalmente exorcizamos cinco siglos de imperialismo con la fuerza indoblegable de un pueblo unido.
El dilema es simple, como todos los dilemas vitales: ser dueños de nuestro destino o volver a ser colonia. La Patria o el olvido. Nos toca escribir el final.
Ojalá nos vaya bien.
Mientras tanto sean felices, es gratis.
Paz y bien.