"La psicologización individual del conflicto. Byung-Chul Han"

Viernes, 07/11/2025 12:04 AM

La característica más inmediata de la escritura de Han es su estilo fragmentario y

aforístico. Sus libros se componen de frases cortas, lapidarias y altamente repetitivas

que evitan sistemáticamente el desarrollo argumentativo tradicional en filosofía en

especial la marxista leninista. Como señala el profesor Jesús Zamora Bonilla, sus

obras consisten principalmente en una "yuxtaposición de frases brillantes y cortas,

más típicas de la literatura y la poesía" que de los ensayos filosóficos,

caracterizándose por ser "poco argumentativas" y "más bien categóricas" . Este

formato le ha valido críticas por parte de colegas que cuestionan el rigor de su

método, acusándolo de preferir el impacto retórico sobre la solidez conceptual.

 

El propio Han parece admitir esta aproximación cuando describe su proceso de

escritura: "Soy extremadamente perezoso... Tal vez escribo tres frases al día, que

luego se convierten en un libro. Pero no intento escribir, no. Recibo pensamientos...

Las palabras en mis libros no son mías. Las recibo, las que me visitan, y las copio" .

Esta declaración, que podría interpretarse como una pose de humildad, revela en

realidad una evasión de la responsabilidad intelectual que conlleva construir y

sustentar sistemáticamente un argumento.

 

Una revisión de su obra muestra cómo Han repite constantemente sus temas

centrales sin desarrollar su pensamiento de manera significativa. El crítico Wolfram

Eilenberger lo compara con "un pájaro carpintero que golpea continuamente una

porción muy estrecha de un tronco muy grueso" . Esta observación apunta a una falta

de evolución en su pensamiento: desde "La sociedad del cansancio" (2010) hasta sus

obras más recientes, Han repite incansablemente los mismos conceptos, la sociedad

del rendimiento, la autoexplotación, la transparencia, sin añadir matices significativos

ni profundizar en sus implicaciones.

 

Las características de la filosofía de Han se pueden enmarcar en su estilo aforístico

manifestado en frases cortas y lapidarias, que eluden la argumentación sistemática,

utiliza la repetición temática, reutilizando conceptos centrales, dejando ver la falta de

evolución conceptual, muestra poca autocrítica, haciendo que sus conceptos no

tengan límites, desarrollando así un dogmatismo encubierto de escepticismo, por

último el uso selectivo de referentes, en citas descontextualizadas de grandes

pensadores, ejecutando la apropiación superficial de tradiciones filosóficas..

El pensamiento de Han sobresale en el diagnóstico de los males contemporáneos,

ofreciendo descripciones potentes y evocadoras de nuestra condición actual. Su

caracterización de la "sociedad del cansancio" donde los individuos se convierten en

"emprendedores de sí mismos" que se autoexplotan voluntariamente , o su noción de

"psicopolítica" donde el poder neoliberal "no reprime sino que seduce" , resultan

 

incisivas y capturan dimensiones importantes de nuestra experiencia. Sin embargo,

estas descripciones no van acompañadas de propuestas concretas para transformar

esta realidad. Como señala Josh Cohen en Aeon, la postura de Han es esencialmente

melancólica en el sentido freudiano: "sellada dentro de su propio dolor, transmitiendo

una convicción absoluta en el destino de autodestrucción del yo y del mundo" .

Esta melancolía se traduce en una filosofía que, aunque aparentemente crítica,

resulta en el fondo conservadora, pues al no ofrecer alternativas viables,

implícitamente sugiere que ninguna transformación es posible. Como el propio Han

escribe: "El agotamiento y la revolución se excluyen mutuamente" , afirmación que

parece desactivar de antemano cualquier potencial transformador de su propio

pensamiento.

 

Han posee falta de rigor académico, Su estilo aforístico y "grandes

pronunciamientos" pueden no sostenerse bajo un escrutinio riguroso; se le describe

como un "DJ de la filosofía" que mezcla referencias de forma atractiva pero

superficial, Un análisis materialista histórico consideraría insuficiente un diagnóstico

que no se sustente en una argumentación sistemática y en datos empíricos

concretos.

 

El humanismo anticuado, su crítica se enmarca en una tradición humanista que

prioriza la experiencia subjetiva y espiritual frente a las fuerzas materiales y

económicas. El marxismo, como materialismo, buscaría las causas en las

estructuras económicas (ej. plusvalía, lucha de clases), no en la psicología o la "fatiga

del alma".

 

Exageración del diagnóstico, Algunos de sus conceptos, como el paso de una

"sociedad inmunológica" a una "neuronal", pueden ser reduccionistas y no explicar

realidades como el resurgimiento de fronteras y nacionalismos, Subestima la

persistencia de la violencia estructural (Estado, fronteras, ejércitos) y las formas

clásicas de opresión material que el marxismo analiza.

 

Individualización del malestar, su teoría de la "auto-explotación" sitúa la coerción en el

interior del individuo, quien es "amo y esclavo a la vez", se oscurece el papel del

sistema de clases; el conflicto ya no es entre burguesía y proletariado, sino una

"lucha interna contra uno mismo", despolitizando el problema.

 

Falta de alternativas estructurales, su filosofía ofrece un diagnóstico pesimista

("melancolía") pero pocas salidas prácticas más allá del retiro individual (jardinería,

contemplación), un marxista buscaría soluciones en la acción colectiva y la

transformación revolucionaria de las bases económicas de la sociedad, no en el

escape individual.

 

Frente a la incapacidad de proponer alternativas estructurales, Han recurre a lo que

podríamos llamar "escapismo burgués": la jardinería, tocar piano, visitar restaurantes

exclusivos y cultivar una vida contemplativa. Estas actividades, valiosas en sí

mismas, se presentan como respuestas individuales a problemas profundamente

sociales y estructurales. Resulta sintomático que el propio Han viva en una "burbuja

de su propia creación", dividiendo su tiempo entre dos casas—un apartamento en el

suroeste de Berlín y una casa con jardín entre un lago y un bosque desde donde

critica la sociedad digital.

 

Esta postura revela una contradicción fundamental: mientras diagnostica los males

del capitalismo neoliberal global, sus "soluciones" están reservadas a aquellos con

los recursos económicos y el capital cultural necesarios para acceder a este estilo de

vida contemplativo. No existe en Han una reflexión sobre cómo extender estas

posibilidades de "vida contemplativa" más allá de los círculos de élite, ni cómo

transformar estructuralmente la sociedad para hacerla más habitable para todos.

Uno de los aspectos más desconcertantes del pensamiento de Han es su ausencia

de un posicionamiento ideológico claro. Aunque sus críticas al neoliberalismo son

mordaces, no se adhiere a ninguna alternativa política identificable. Como señala

Fernando José Ciello en su análisis antropológico del poder, Han busca un "concepto

móvil" de poder, "capaz de unificar diferentes representaciones" , pero esta búsqueda

de flexibilidad conceptual puede fácilmente convertirse en una evasión de tomar

partido en debates políticos concretos.

 

Han parece operar bajo la suposición de que su diagnóstico es tan radical que

trasciende las divisiones ideológicas tradicionales. Sin embargo, esta pretensión de

trascendencia ideológica enmascara lo que en realidad es una falta de compromiso

con proyectos de transformación política concretos. Su filosofía se mantiene en el

nivel de la crítica general al "sistema", sin especificar qué tipo de organización social

alternativa propone.

 

El enfoque de Han tiende a reducir problemas sociales y económicos complejos a

dinámicas psicológicas y culturales. Por ejemplo, conceptos como "la sociedad del

cansancio" o "la agonía del Eros" transforman contradicciones estructurales del

capitalismo contemporáneo en malestares subjetivos, desplazando la atención de

los mecanismos económicos y políticos hacia fenómenos de orden psicológico.

Esta psicologización de lo social resulta profundamente acrítica, pues invita a una

transformación interior en lugar de a un cambio estructural.

 

Como explica Han en "La sociedad del cansancio", el sujeto contemporáneo "se

desgasta en una carrera de ratas que corre contra sí mismo" . Aunque potente, esta

descripción individualiza lo que son problemas colectivos, sugiriendo que la solución

reside en cambiar nuestra actitud personal más que en transformar las condiciones

sociales que producen esta carrera de ratas.

 

Hay una cualidad casi esteticista en la manera como Han describe los sufrimientos

contemporáneos. El burnout, la depresión y el cansancio aparecen en sus textos

como experiencias casi sublimes, descritas con un lenguaje poético que las

embellece y las hace aparecer como inevitables. Como señala Cohen, la voz

escritural de Han es "melancólica en el sentido freudiano de estar sellada dentro de

su propio dolor" , creando una identificación entre el sufrimiento individual y el estado

del mundo que resulta paralizante.

 

Este embellecimiento del malestar tiene un efecto político conservador: al presentar

los males contemporáneos con un aura de inevitabilidad y hasta de belleza trágica,

se desactiva el impulso transformador. La crítica se convierte en un ejercicio de

contemplación estética más que en un instrumento de cambio.

 

Esta pregunta revela la complicidad estructural entre la crítica de Han y su objeto de

estudio: su pensamiento se ofrece como un producto cultural perfectamente

adaptado al mercado que pretende criticar, proporcionando a sus lectores la ilusión

de profundidad sin exigirles el esfuerzo de un pensamiento realmente sistemático y

transformador.

 

La popularidad de Byung-Chul Han dice tanto sobre nuestro momento cultural como

sus propias obras. En una academia cada vez más presionada por producir

resultados visibles y alcanzar relevancia pública, el modelo Han ofrece una fórmula

seductora: crítica radical en formato accesible, profundidad aparente sin exigencia

argumentativa rigurosa, y pose de disidencia sin consecuencias prácticas

incómodas. Sus escritos funcionan como distractores de lujo que nos permiten

saborear la amargura de nuestra condición actual sin impulsarnos a transformarla

realmente.

 

El verdadero peligro de este fenómeno no reside en que Han sea un mal filósofo, de

hecho, sus diagnósticos contienen intuiciones valiosas, sino en que su éxito legitima

un modelo de pensamiento que reemplaza el rigor con el estilo, la argumentación

con el aforismo, y la transformación con la contemplación melancólica. Frente a

este modelo, la tarea urgente sería recuperar una práctica filosófica que no tema al

compromiso ideológico, que no eluda la construcción sistemática de alternativas, y

que acepte la incomodidad de pensar más allá de los formatos comercialmente

exitosos.

 

En última instancia, la pregunta no es si Han tiene razón en sus diagnósticos, en

muchos aspectos, sin duda la tiene, sino qué tipo de práctica filosófica necesitamos

para enfrentar los desafíos que él tan elocuentemente describe.

 

Todo marxista reconoce o presiente cuando un texto oculta la lucha de clase,

cuando los argumentos son del capital, cuando la estrategia es conservadora,

cuando la filosofía es del aire, del espacio, en consecuencia valora o no al autor.

INCONFORMIDAD IDEOLOGÍA Y TRABAJO.

 

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