¿Un solo hilo de dignidad democrática?

Miércoles, 05/11/2025 03:38 PM

El asesinato de Robert Serra en Venezuela no fue un mero hecho trágico aislado. Fue, en su esencia, un ataque deliberado al proyecto de servicio público y de soberanía popular que él encarnaba dentro del Socialismo fomentado e impulsado por el Gigante de Hugo Chávez y de una Venezuela que se ha destacado por emprender un modelo diferente en el continente. Al analizar los sucesos que costaron la vida de ese joven diputado —quien con ética del trabajo, lealtad al pueblo y al partido, y con proyección genuina ejercía el rol de servidor público—, se ve que más allá de su figura personal, lo que se quiso castigar fue la posibilidad a una generación nueva de dirigentes que consolidara la correlación de fuerzas dentro de Venezuela y esta, dentro del continente. Ese joven venezolano fue señalado por poderes imperiales como obstáculo: no se asesinó solo a un hombre, sino a un símbolo de la democracia participativa y de la soberanía nacional en un modelo emergente y humanitario.

Y hoy, en la otra orilla del continente, aparece Zohran Mamdani, electo alcalde de la ciudad de Nueva York, con un estilo parecido: emergente, ético, servidor del pueblo, y dispuesto a rivalizar directamente con la visión de la derecha, la oligarquía y los discursos del poder establecido —incluido el de Donald Trump—. En esta dialéctica global, Venezuela tenía un precursor, y la victoria de Mamdani muestra que ese espíritu no sólo persiste, sino que trasciende fronteras.

Serra y la entrega del deber

Robert Serra se destacó en su tiempo por ponerse al servicio del pueblo como centro de su acción. Era joven, dinámico, comprometido. Su asesinato significó un ataque al "oficio del servidor público revolucionario", entendido como vocación y no como privilegio. En esa línea, el castigo que sufrió no fue solo personal: fue político, simbólico. Se quiso enviar un mensaje de que el poder imperial no tolera auténticas alternativas populares que articulen soberanía, recursos y justicia social con liderazgo genuino.

El hilo que une con Mamdani

Zohran Mamdani, de 34 años, histórico primer alcalde musulmán y de origen africano (Kampala, Uganda) de la ciudad de Nueva York, ganó con más del 50 % del voto, derrotando a las elites del partido y al poder tradicional. No teme decir que es inmigrante, musulmán y socialista. Sorpresa no es, imagines, cuando el patético exgobernador demócrata del estado de Nueva York, Andrew Coumo recibió el respaldo de Trump, y por otra parte, lo inusual del candidato republicado Curtis Sliwa, que pronunció en su discurso de reconocimiento de su derrota, unos temas meramente de izquierda, de un socialista. Además, denunció el chantaje para que se retirara de la contienda municipal. Cómo no establecer un paralelismo entre Mandani y Serra. Hay algunas similitudes, claro salvando las diferencias, es obvio, pero que gane un joven con ideas progresistas y derrote al poder de las elites. Algo ha comenzado a verse distinto.

Mamdani propone, entre otras cosas, tarifas de transporte público gratuitas, creación de tiendas municipales para abaratar la canasta familiar, congelamiento del alquiler de viviendas estabilizadas, atención decidida al trabajador, acción concreta contra la vivienda inaccesible. Esto es servicio público en acción, ética del trabajo, compromiso real (espero que estas promesas políticas se hagan realidad). Los mismos valores que Serra encarnó con ejemplo diario, trasladados a otro contexto. Ambos lideres —uno víctima, otro emergente— sostienen el mismo espíritu de renovación democrática y de desafío al poder rentable de la oligarquía, de las élites extractivas, de los que prefieren mantener al pueblo en su lugar de precariedad.

Rivalidad con la derecha y el imperio

La derecha y los círculos oligárquicos suelen plantear la política como reserva de poder, privilegio y dominación. Donald Trump representa esa visión, trabaja para las elites, no para el trabajador, mantiene estructuras de dominación, de riqueza concentrada, de externalización de recursos y de injusticia social. Mamdani se presenta como alternativa concreta: "no más lucha sólo contra algo, luchamos por algo", dijo él en su discurso de victoria anoche.

Desde la perspectiva venezolana, la victoria de Mamdani confirma que el modelo que Serra simbolizaba sobrevivió, que las acciones condenables del imperio al "castigo" no logró extinguir la idea de pueblo como protagonista, de la ética del servicio público como camino. La línea entre Caracas y Nueva York se traza por el mismo ideal, la ciudad, el territorio, los recursos, la vida del pueblo por encima del lucro y el dominio externo.

 

Ventajas políticas para los Neoyorquinos

Para los habitantes de Nueva York (los "neoyorquinos") la propuesta de Mamdani ofrece dos claras ventajas: 1) Reajuste de la economía urbana hacia los trabajadores. Transporte gratuito, alquileres controlados, tiendas municipales implican que el fruto del trabajo no se evapore en renta, impuestos y servicios caros; 2) Construcción de una ciudad inclusiva y participativa. Rompe con la visión de la ciudad como "mercado inmobiliario", para verla como comunidad en dignidad.

Para Venezuela, esta victoria remite a la idea de que el proyecto del Socialismo del Siglo XXI y su autodeterminación, de utilización responsable de los recursos, de servicio público y de democracia participativa, puede replicarse incluso en el centro del poder global. Es un espejo, si Nueva York puede elegir a un servidor público que desafía las élites, ¿por qué no puede Washington avanzar con sus propios liderazgos al servicio del pueblo y en contra de las presiones corporativas?

El asesinato de Robert Serra fue un mensaje del imperio: "no permitiremos que una nueva generación democrática transforme el poder desde lo popular". Pero la elección de Zohran Mamdani demuestra que ese mensaje no fue ni será acertado. La historia no se detuvo. La ética del trabajo, del servicio público, la defensa del territorio —en su caso, la ciudad de Nueva York; en otro, la soberanía venezolana— siguen vivas.

Nos encontramos ante dos rostros distintos de una misma línea, uno que sufrió un condenable e inaceptable asesinato, otro que emerge como victoria. Y esta victoria no es sólo de Nueva York; es la señal de que la esperanza del pueblo siempre encuentra camino, que la oligarquía y la derecha pueden ser derrotadas, y que lo que une a Caracas con Queens es una idea poderosa: que el poder verdadero es del pueblo, ejercido con ética, liderazgo y servicio. Parece que la Espada de Bolívar esta de ronda por estos lados del continente. ¡Ojalá! Se quede más tiempo y recorra todo el país.

De un humilde campesino, hijo de la Patria del Libertador Simón Bolívar.

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