El Maestro Simón Rodríguez

Martes, 28/10/2025 03:47 PM

En lo que en tiempos otrora era conocido como Santiago de León de Caracas, capital de la Capitanía General de Venezuela, nació, el 28 de octubre de 1769, un hombre destinado a desafiar el pensamiento convencional y encender la llama de la libertad intelectual.

Simón Rodríguez no fue simplemente un maestro ni un filósofo; fue un innovador del alma y el pensamiento, un espíritu rebelde que entendió, mucho antes que otros, que educar no es llenar un recipiente, sino encender una llamarada en los corazones patriotas y republicanos, tanto de su época como de las futuras generaciones.

La vida de Rodríguez no se mide solo en fechas o hechos; se siente en cada idea suya que resuena con fuerza hasta hoy. Desde su juventud, desafió las normas educativas rígidas, proponiendo una pedagogía que buscaba liberar la mente del yugo de la repetición y la memorización mecánica. Su voz, a veces crítica, a veces poética, nos invita a repensar qué significa educar y ser libre.

¿Por qué importa Simón Rodríguez a los venezolanos?

Porque encarna la convicción profunda de que la educación debe transformar, no solo informar. Fue mentor y amigo de Simón Bolívar, el Libertador, y su influencia va más allá de la historia política; está en la raíz de la emancipación del pensamiento. Rodríguez no quería solo que su patria fuera libre políticamente, sino que sus habitantes fueran libres en su capacidad de cuestionar, crear y soñar.

La figura de Simón Rodríguez trasciende la historia para convertirse en columna vertebral del proyecto bolivariano. Junto con Simón Bolívar y Ezequiel Zamora, Rodríguez conforma la trilogía ideológica de las Tres Raíces, ese árbol conceptual que el Comandante Hugo Chávez rescató para alimentar la Revolución Bolivariana. Para Chávez, Rodríguez no era solo un pensador del pasado, sino la guía indispensable para la construcción de la Patria nueva.

El Comandante Chávez, parafraseando y ampliando el pensamiento robinsoniano, solía insistir en que "no podíamos inventar la república copiando modelos extranjeros, sino creando un sistema propio, original, como lo soñó el maestro Rodríguez". En sus discursos, Chávez citaba frecuentemente la máxima más célebre del maestro: "Inventamos o erramos", interpretándola como un mandato revolucionario. Decía Chávez, en esencia, que esta frase no era una simple opción, sino una necesidad histórica: o inventamos un nuevo sistema social, educativo y económico, basado en la justicia y la soberanía, o erramos el camino y repetimos los fracasos de otros.

La filosofía de Rodríguez, reivindicada por Chávez, se convirtió así en la base para un proyecto educativo que buscaba —y busca— formar al "hombre nuevo" y la "mujer nueva", ciudadanos críticos y creadores, no simples repetidores de consignas. Se trataba, como diría Chávez, de "encender la llama de la conciencia" para lograr una verdadera independencia cultural y mental, sin la cual cualquier independencia política estaría incompleta. Esta visión es el corazón de la misión Robinson y de la idea de que la educación es un acto de liberación suprema.

Recordar su natalicio es celebrar la audacia de pensar diferente, de romper moldes para construir un futuro donde la educación sea una herramienta de dignidad y esperanza, no un instrumento de control. En tiempos en que la información abunda pero el pensamiento crítico escasea, su legado es una vela encendida que nos exige no olvidar que la verdadera revolución empieza dentro, en la mente y el corazón.

Así, Simón Rodríguez sigue vivo en cada maestro que enseña con pasión, en cada estudiante que busca entender sin miedo y en cada persona que se atreve a pensar con libertad. Su vida no fue solo un camino recorrido, sino un llamado urgente para que nunca dejemos de cuestionar y de soñar la educación como un acto de amor y rebeldía.

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