Simón Bolívar se refirió al tema, advirtió explícitamente sobre el peligro de construir castillos en el aire en el contexto de proyectos políticos idealistas sin base real. En una carta dirigida a Juan José Flores en 1830, Bolívar escribió: "No se debe construir castillos en el aire, ni fundar repúblicas sobre teorías abstractas."
Muchas revoluciones que han intentado romper radicalmente con el pasado han fracasado o derivado en sistemas que, paradójicamente, reinstauran elementos del orden anterior.
La historiología demuestra que toda evolución social parte de lo anterior, lo trasciende, sí, pero lo incluye. No puede haber ascenso social sin un piso sociocultural que lo sustente. Al pretender cambiar la visión de mundo colectiva en forma radical, completa, deja al proceso sin una base cultural de sustento.
En 1780, la revolución de Tupac Amaru II, en Perú, por ejemplo, intentó abolir el dominio español, la esclavitud y construir una nación indígena igualitaria, en un momento en que aún no estaban dadas las condiciones. Fue brutalmente reprimida por la Corona española. Aunque inspiró movimientos posteriores, no logró consolidar un nuevo orden.
La Revolución Francesa (1793–1794, fase jacobina), bajo Robespierre, se intentó eliminar la monarquía, la religión organizada y las estructuras feudales. En toda su fase, hasta 1799, dejó un gran legado, pero pretendió avanzar más allá de lo posible. La Revolución Francesa sí marcó el fin de la monarquía absoluta y el surgimiento de ideas modernas como la ciudadanía, la igualdad ante la ley y la soberanía popular, pero ideas como la Comuna, eran demasiado adelantadas para la época. Incluso el concepto de soberanía popular fue apropiado por las naciones estado.
La Revolución Venezolana y Latinoamericana Bolivariana, también fue un caso similar. En el Discurso de Angostura, pronunciado por Simón Bolívar el 15 de febrero de 1819, ante el Congreso General de Venezuela, Bolívar reflexiona sobre los logros y desafíos de la independencia: "Me ruborizo al decirlo: … la independencia es el único bien que hemos adquirido, a costa de los demás. Hemos perdido todo, menos la libertad. Ya no tenemos hombres, ya no tenemos recursos, ya no tenemos crédito, ya no tenemos reputación. Pero hemos ganado la independencia, y con ella todo lo demás podrá ser recuperado."
La Revolución de los Cipayos, en India (1857), intentó expulsar al Imperio Británico y restaurar el poder indígena. Fue sofocada violentamente y llevó a una colonización aún más directa por parte del Reino Unido. Sería un siglo después que, a la cabeza de Gandhi, se logró el objetivo parcial.
La Revolución Bolchevique (1917), en Rusia, buscó, en un país semi feudal, una ruptura total con el capitalismo y el estado zarista. Significó un gran avance para la humanidad, pero no se logró materializar con todo su contenido. Fue una revolución que pretendió trascender la modernidad, pero estuvo anclada en los principios de ésta. El sistema soviético terminó reproduciendo estructuras de poder centralizado y represión, aunque trajo muchos avances sociales a la humanidad.
La Revolución Cultural China (1966–1976), con Mao Zedong a la cabeza, intentó purgar elementos "burgueses" y tradicionales, incluso dentro del Partido Comunista. Destruyó patrimonio cultural, universidades y estructuras sociales. Terminó en caos, represión y una restauración parcial del orden previo tras la muerte de Mao. Costó mucho a China superar esto.
Camboya vivió una de las revoluciones más radicales y devastadoras del siglo XX bajo el régimen de los Jémeres Rojos, liderado por Pol Pot entre 1975 y 1979. Tras tomar el poder en 1975, los Jémeres Rojos buscaron borrar completamente el pasado y construir una sociedad comunista agraria desde cero. Abolieron la propiedad privada, el dinero, la religión, la educación formal y las ciudades. Fueron evacuadas todas las zonas urbanas, incluida la capital Phnom Penh, y millones de personas fueron forzadas a trabajar en el campo. El intento de romper con toda estructura previa llevó a una catástrofe humanitaria, se estima que entre 1,7 y 2 millones de personas murieron por ejecuciones, hambre, enfermedades y trabajos forzados. El régimen cayó en 1979 tras la invasión de Vietnam, y el país quedó profundamente traumatizado.
Albania vivió una experiencia revolucionaria radical que intentó romper completamente con el orden existente, especialmente bajo el liderazgo de Enver Hoxha, quien gobernó desde 1944 hasta su muerte en 1985. Tras la Segunda Guerra Mundial, los comunistas albaneses tomaron el poder y establecieron un régimen marxista-leninista extremo, liderado por Enver Hoxha. Albania se convirtió en uno de los países más aislados y ortodoxos del bloque comunista, rompiendo incluso con la Unión Soviética y China por considerarlos "revisionistas". Se abolieron la propiedad privada, la religión organizada, y se persiguió cualquier forma de disidencia. El régimen intentó crear una sociedad completamente nueva, desechando casi todos los elementos del pasado. Pero el aislamiento económico y político llevó a una profunda crisis.
La historia muestra que toda transformación social profunda necesita apoyarse en elementos existentes. Algunas instituciones, transformadas, pueden mantenerse. Las culturas y valores no se eliminan por decreto. Las estructuras económicas tienden a adaptarse más que desaparecer, aunque pueden transustanciarse en buena medida.
Si analizamos los ideales de muchas de estas revoluciones, vemos que son muy elogiables, y seguramente se irán logrando en el futuro. Pero el gran peligro de una revolución es pretender dar un salto cultural más allá de lo asimilable. Los líderes revolucionarios necesitan gran sabiduría para saber hasta dónde es posible avanzar.
En todo caso, estás revoluciones abren puertas, pero a un precio muy grande para los pueblos. Un proceso a largo plazo, por etapas acordes al grado de evolución de la conciencia humana en cada momento, produce, a la larga, mejores resultados. Revoluciones continuas, sustentadas cada una en la anterior. Además, hoy en día, en este planeta globalizado, no hay revolución nacional posible si no va acompañad a de la revolución mundial.
La Constitución Mundial para la Federación de la Tierra es el instrumento sociopolítico para ello.