Son rasgos destacables de la sociedad judeo cristiana: el cinismo y la hipocresía colectiva.
En los albores de la Humanidad, los pueblos más civilizados tuvieron la instintiva ocurrencia del trueque: el intercambio de frutos y enseres. Luego, se cuenta en la historia de Occidente y parte de Asia que, entre tantos, un pueblo se vio elegido por una criatura sobrenatural. Para entonces ya estaba el mercado. Y del mismo modo que el mercado se había generado como comportamiento natural, según quienes la relataron la historia, esa criatura dio al pueblo elegido pautas de conducta personal y colectiva luego llamados mandamientos. Aquí empezaba una moral para ese pueblo, que luego, desde una zona de Oriente Medio, se fue extendiendo a lo largo del continente europeo. De este modo, un nuevo orden de convivencia social alejado de la vida natural, fue interpretado y convertido en religión, luego fragmentadas. Pero el trueque, siguieron siendo la forma natural de relacionarse la sociedad humana. Lo que se tiene, se cambia por lo que no se tiene, y más adelante, se compra o se vende mediando, primero, bienes o servicios, y luego dinero: el mercado,
Pero qué es, lo que pueda ser o no ser, lo que deba o no deba ser objeto de comercio, es el punto neurálgico de este asunto, que depende del modo de interpretar las pautas o mandamientos mencionados. Pero la interpretación religiosa más común, afectada por la doctrinal, le confiere la talla de "moral": no todo es susceptible de convertirse en mercancía. Por otro lado, que aquella criatura instituyó la monogamia en una especie viviente no sujeta al celo como módulo sexual, pero no dio solución, salvo la continencia, a una necesidad natural. Pero, enfocadas así las cosas, el tráfico existente en una sociedad a la que casi pudiera decirse obsesiona el mercado, es prostitución pura cuando en tantas ocasiones, en el mercado no se juega limpio. Como en tantas ocasiones no se respeta la monogamia. De tal modo que se desplaza el sentido que se le da a la palabra prostitución a toda relación mercantil, política o social adulterada la natural relación de un intercambio, por el favor, la promesa o las muchas maneras de maniobrar en una selección, elección o adjudicación… Hasta tal punto esto es así, que no considero hipérbole o exageración, que la sociedad de mercado no se sostenga sobre una hipocresía gigantesca al distanciarse tanto el ser humano del comportamiento natural del buen salvaje.