Al gordito polizzia le dio un yeyo

Viernes, 10/10/2025 04:47 PM

¡Al igual que a mí! ¿Cómo no nos va a dar un yeyo a todas y todos los venezolanos conscientes, de bien, de buena voluntad, al saber de la nefasta noticia hoy? Es como si nos hubiesen mandado de una sola vez esos mil doscientos misiles que están frente a nuestras costas. Sin avisar, sin ni siquiera imaginar que caerían todos, uno por uno, sobre nuestra hermosa Venezuela.

Y trataba yo de meditar esta mañana, con mi rutina diaria, después de tomar un delicioso café venezolano, pero los pensamientos se me agolpaban, sin orden, en la misma dirección: ¿premio Nobel? Así que el mantra saltaba de un lado a otro, se escondía, se iba por otros lares, Ohmmmmm. Ohmmmm, sin lograr yo que regresara a mi centro sino por pocos segundos.

Apreciados lectores, les juro que se me bajó la tensión, y los mareos y vértigos de los que sufro solo de vez en cuando, aparecieron de repente, náuseas, vómito, desconcierto total.

Creo sinceramente que es un golpe certero para esos que quieren destruir nuestro gobierno bolivariano y apoderarse de todo. Así como se apoderaron de las treinta (creo) toneladas de oro, de la otrora exitosa empresa Citgo, de todas las cuentas habidas y por haber en el exterior. Siempre a causa de Trump, el que los italianos llaman "il codino biondo" (o naranja mejor recordando la película de Stanley Kubrick La naranja metálica. En internet (solo buscando escribir correctamente el nombre del director) leo el mensaje de la película:

"La película retoma el tema de la ultraviolencia, pero básicamente de fondo tiene dos tópicos: la crítica y emprender esta revisión de cómo el libre albedrío puede llegar al ser humano; esta posibilidad de elegir entre el bien y el mal".

Ese comité, compuesto de apenas cinco personas dementes, del Premio aquel en Noruega, definitivamente usaron su libre albedrío para elegir el MAL.

Por cierto, es una película de la época en que me tocó estudiar en Italia, a comienzos de los setenta, finales de los sesenta, cuando estaba en efervescencia la primavera del sesenta y ocho. Les juro que en ese momento nadie, ¡nadie! de mis compañeros universitarios sabían dónde quedaba geográficamente Venezuela. De pronto pocos sí lo asociaban con el petróleo. Pero debía darles una breve clase de geografía para hacerles comprender nuestro privilegiado lugar en el continente. Miles de kilómetros de costa hacia el Caribe, miles de kilómetros de fronteras con Colombia y Brasil.

Pero ahora esos italianos y europeos en general aprenderán rapidito donde está Venezuela. Y se harán una idea deforme, muy tramposa, debido a ese ya desprestigiado premio que otorgan por ahí en Noruega.

Es tal mi temblor en las manos que no me voy detener para buscar referencias por internet. Menos ahora que es harto sabido que existen programas pagadiisímos que hacen que universidades famosas trabajen para desorientar el contenido de la IA y ponerlo a favor de las conveniencias del imperio y sus aliados los europeos.

¿Los europeos? ¡Válgame Dios! Que mal informados se encuentran justo ahora en este momento. O que jalabolismo al máximo nivel están desarrollando para hacer feliz a Trump. Claro, ellos dirán que ahí en esos lares caribeños está el petróleo del futuro. El que Trump ofreció vendernos pero que ahorita mismo no tiene. Ahí es que se sellará la suerte de toda Europa porque entrando en guerra con Rusia, la malvada, vamos a necesitar mucho combustible. Hay que ayudar a Trump a cumplir sus promesas. No importa si la gran mayoría del planeta no conozca a la nueva merecedora de un premio que ha sido tan desviado de su propósito original. Pero sí importa ¡y mucho! que la ganadora ha ofrecido en cada ocasión que le es posible, hasta en bandeja de plata y oro, nuestros recursos al imperio en decadencia. No le han faltado palabras, promesas, y ofrecimientos, hasta desnudarse tal cual una prostituta que necesita ganarse la vida. ¿Qué se ganará ella? Conquistar su sueño de ser presidenta, el que tiene desde que estudiaba en el colegio Médicis, justamente administrado por monjas. Nunca jamás.

A tal punto que lo mereció el expresidente Juan Manuel Santos, el confeso de los falsos positivos, el mismo Kissinger, el mismo que planeó con muchos detalles el asesinato y caída de Salvador Allende, el primer socialista de América del Sur que estaba haciendo tan pero tan bien su papel como médico de cuerpos y almas en Chile. No importa si ese premio lo recibió el expresidente Obama, el presidente que hasta ahora en la historia tiene el récord de más guerras en su corto período de gobierno. ¡NO!

¿Pero si Trump en las Naciones Unidas, en ese hermoso edificio en New York, entre cuyos arquitectos se encuentra Charles Le Corbusier, y Oscar Niemeyer, delante de un fondo de mármol verde seguramente traído de Brasil, acaba de decir a gritos y fanfarrias que es él, solo él, quien merece ese premio? ¿Pues ha detenido como siete guerras? Pues que raro que ahora tiene esos buques ¡destructores! mirando hacia acá.

Apreciados lectores, esta noche todos esos mil doscientos misiles dentro del submarino nuclear frente a las costas de Venezuela estacionados hace semanas, nos han caído encima, uno por uno, créanlo. No exagero.

¿Como no va a estar el gordito polizzia desmayado, anonadado, inerte casi como cuando lo intubaron en el momento que le dio covid? Toda mi solidaridad con el excelente conductor del mazo dando, con uno de los estandartes de la revolución bolivariana.

Imagino, siempre con asco, a los que se declaran chavistas, pero no maduristas recriminándose de haberse sacado una foto con la persona equivocada, el juanito alimaña. Noooo, debía ser una foto para este justo momento exhibirla, con la otra desquiciada, loca, pero la que se mantuvo aquí, en estas tierras, sin huir. Con ella debíamos sacarnos esa maldita foto en las afueras del Capitolio.

Ayyy Chávez, nuestro Chávez, esa mosca agarró vuelo, incomprensiblemente, no sé cómo, pero agarró.

Tantas ideas en la cabeza, tanto pulsar de dedos que se me olvidan cosas importantes.

Pero no se me puede olvidar algo que, desde ya, les adelanto: la susodicha, aquella inmencionable, irá a Oslo extraída por uno de esos F35 que aterrizarán sobre el techo de la embajada cubierto de las famosas guacamayas azul y amarillas (pobrecitas, no tienen la culpa de esto). Irá a la ceremonia vestida como monja de clausura, de negro riguroso y bien tapada para que no se le vean los daños en su cuerpo, aquellos que le aplicaron aquí, o en su casa en la zona "de bien " de Caracas, o en la sede de aquella embajada donde fue torturada por el rrrrrregimen. Toda tapada, cual santa. Vestirá de color negro, tal cual la X del X de Elon Musk, como el color de los murciélagos, de aquellas aves de rapiña de sangre putrefacta, negro como la muerte, y no azul como la vida.

Y en vez de mariposas amarillas como fue el caso del premio nobel de literatura, de nuestro latino americano más grande, Gabriel García Márquez, liberarán en la coreografía del escenario muchos murciélagos, negros, repelentes, devoradores, sedientos de sangre.

Mientras meditaba, yo soñaba con pedirle a Misión Árbol, no sé si todavía existe, pero muy propicio en este momento que se realiza en Caracas un Congreso Mundial de la Madre Tierra (lástima por el desacreditado ministro del área misma) pedirle repito, sembrar con decenas de araguaneyes toda la ladera bajo la embajada-bunker de los Estados Unidos, aquella ahora sin funcionar por cierre perfecto y necesario de las relaciones, para que desde Caracas, desde La Carlota, veamos el color de la bandera. El azul del cielo siempre brillante de Caracas, y el rojo lo imaginamos dentro de esas paredes, con la sangre de los buenos, los valerosos, los que lucharán hasta su muerte por impedir que ocurra lo que desean. ¡No, no y no! No debe ser.

Ya imagino al profesor Ramón Grosfoguel dándonos una clase magistral sobre el tema y explicando que allá en Europa siguen siendo los mismos personajes del siglo dieciséis, los imperialistas de siempre. Y aquí, en el resto del mundo occidental que los ve, son los mismos colonizados de siempre, lo creerán con puntos y comas, no lo pondrán en duda, porque es menester complacer al rey del "codino biondo". Y así como arlequines que distraen al público, como payasos de circo que ya no saben que inventar para hacer creer que el mundo es al revés de lo que es, los colonizados estarán alegres con la idea, aunque sea por no haberle dado ese obsequio dado a Trump,

Esto segura de querer explayarme más con la idea, de escribir argumentos que consuelen al gordito polizzia y a gente como yo, mucha, demasiada en Venezuela y en el Sur Global, pero los nervios me carcomen, la desesperanza anda por ahí queriendo tomarme toda todita, pero no lo permitiré.

Que la susodicha reciba ese premio lleno de sangre, cubierto del excremento de sus seguidores, lleno de los escupitajos de un pueblo digno, con el desprecio de un gobierno orgulloso de hacer lo que debe hacer. A pesar de los pesares.

"Venezuela bella flor americana que perfumas la mañana de la América del Sur"

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