Bolívar y la guerra popular y prolongada

Jueves, 02/10/2025 12:11 PM

Preámbulo

El Hofburg de Viena

"Aquellos días se celebraron bailes, carnavales, justas, que atrajeron al mundo elegante de Viena. Ninguno esperó con mayor ansiedad la apertura del Congreso que el Zar Alejandro de Rusia. Su participación en las guerras napoleónicas, cuando el frío de las estepas paralizó las armas en manos de las tropas francesas, hacía de él, el árbitro de Europa y del Congreso. Las dos figuras centrales en el manejo de la política de entonces fueron Talleyrand y Metternich. El último, alma del sistema emanado de Viena es considerado por los historiadores como el eje de la política en la primera mitad del Siglo XIX. Si el Zar Alejandro fue el inspirador del Congreso de Viena y el creador de la Santa Alianza, el príncipe Clemente Lotario de Metternich fue el árbitro entre emperadores y reyes, el defensor de la monarquía como el mejor y único sistema para gobernar a los pueblos, enemigo de las repúblicas como forma política y por ende el opositor de la naciente independencia americana; se creía entonces en Europa que las nuevas repúblicas eran la amenaza más seria para cualquier monarquía. Por ello la figura del Libertador no pasó desapercibida en los ambientes del antiguo continente, como lo prueban los vivas a Bolívar en las calles de París en la revolución del treinta, cuando Benjamín Constant lo critica por sus actos durante la dictadura. ¿Qué pensó el mismo Bolívar de la ideología de la Santa Alianza y de su oposición a la Independencia de Suramérica?" [1]

La hegemonía de la Santa Alianza, con Austria, Prusia, Francia, incluso Inglaterra, abanderadas por el victorioso Zar de Rusia Alejandro I, dejó atrás los tormentosos tiempos napoleónicos y abrió las puertas a las monarquías absolutistas, que no se resignaban a perder de sus dominios las tierras americanas, ni descuidaban los pasos del líder que inspiró la emancipación del Nuevo Mundo: Simón Bolívar.

Las rivalidades comerciales y otros recelos entre el cónclave conservador, restaurador del absolutismo, no impedían en mantener claridad común sobre considerar a la liberada América mestiza una amenaza, así que sobre los escritorios coronados siempre estaba marcado con íconos especiales el mapa de las nacientes repúblicas desprendidas en quince años de guerra.

De este lado del globo terráqueo, el hombre de mirada telescópica, también los observaba y, como era usual en su método exitoso de comprensión de la realidad internacional, consideraba todos los actores, todos los escenarios y todas las posibilidades para vencer.

I

Siglo XX

Era el año 1938 cuando el camarada Mao Zedong se explayó a exponer el tema de la Guerra Prolongada. Ya en 1936 había adelantado algunas apreciaciones en entrevistas concedidas a corresponsales extranjeros, pero básicamente sobre la particular Guerra de Resistencia que libraba el heroico pueblo chino bajo la conducción del glorioso Partido Comunista de China. [2]

Mao, el mismo que acuñó "del fusil nace el poder", aclarando que es el Partido (Comunista de China) quien manda al fusil, también nos legó de la sabiduría de las luchas de su pueblo, que "es el Ejército (entendido como la Fuerza Armada en todas sus partes) es el principal componente del poder Estatal", (p 303), y corresponde a la dirección político-militar la armonización táctica de las formas de la Guerra de Resistencia: sea de movimientos, adquiriendo modalidades guerrilleras, la guerra de posiciones, menos probable en estos casos de asimetría bélica y logística, pero no descartable en una fase de ofensiva final.

Nuestro Libertador lo supo cada instante de aquellos tres lustros de guerra inédita: "De la paz se deben esperar todos los bienes y de la guerra nada más que desastres". [3]

Sólo la causa de la liberación contra un opresor extranjero que buscaba la subyugación del ser nacional, apropiándose del "suelo nativo" e imponiendo el colonialismo y la esclavitud (como nos había ocurrido aquí en Hispanoamérica por tres siglos), justificaba asumir la decisión extrema de ir a la guerra.

Mao habla de "guerra sin precedentes" refiriéndose a la que China libraba entra el imperialismo japonés, tal cual "sin precedentes" fue la gesta dirigida por Bolívar contra España a comienzos del siglo XIX. Para el venerable líder histórico chino, los pueblos del mundo estaban atentos al desarrollo de esa guerra. Divide las opiniones entre dos bandos igualmente errados: los derrotistas (y entreguistas) que aseguraban que China sería inexorablemente tomada por Japón, dada su superioridad militar y otras ventajas de su poderío y debilidades de la Resistencia china. También estaban los optimistas (idealistas, superfluos) que, ante cualquier avance chino, apostaban por una victoria rápida y sin mayores esfuerzos.

El Gran Timonel se hace la autocrítica de no haber hecho la suficiente propaganda y ofrecido más explicaciones a los pueblos sobre la situación y sus posibles escenarios futuros. Critica fuertemente la falta de formación ideológica, porque ella constituye el espíritu de la Doctrina y la victoria. Mao no tiene duda sobre la victoria, pero sabe que será costosa, que ameritará todos los sacrificios. Siempre tuvo claro que había que dotar a la Guerra Prolongada de una dirección (estrategia) firme y bien definida; y unir todas las fuerzas posibles para "vencer a los abominables invasores".

La milenaria sabiduría china se presenta como majestuoso prólogo de las ideas del camarada Mao, quien nunca dudó en combinar el acervo ancestral de su pueblo con el marxismo-leninismo como filosofía política por excelencia de la revolución en el siglo XX: "La vía significa que habrá de preocuparse que el propósito del mando y el de las tropas sea el mismo, para que al compartir la vida y la muerte no se tenga miedo al peligro". [4]

Un elemento vital de la guerra es la Doctrina Político-Militar que la justifica, explica y la orienta. Nunca será lo mismo una invasión militar imperialista que una guerra de liberación nacional. Hay guerras y "guerras", hoy las hacen desde salas tecnológicas como si se tratara de un juego de videos, donde artefactos sofisticados pero manejables (drones), en muchos casos desechables, "cazan" líderes o bombardean instalaciones con una precisión que no exageramos en calificar de exacta.

Pero es la conciencia del pueblo de la nación el primer campo de batalla. La propaganda y la formación ideológica siguen siendo insustituibles, es más, hoy resultan determinantes en los desenlaces de procesos históricos que conducen a la guerra. Por eso la "vía", que es el alma de la Doctrina, debe fundir un solo sentimiento nacional en torno a la jefatura de la Guerra de Resistencia.

Venezuela en este aspecto crucial es un país privilegiado: tenemos un pensamiento revolucionario por excelencia, que, a su vez, representa el mito fundante más interiorizado por las mayorías populares: el bolivarianismo. (Insistimos en la necesidad de un Plan Integral Nacional de Bolivarianizar la República)

Nunca como hoy tiene vigencia lo afirmado por Bolívar en 1822 desde Quito: "Las enemistades entre naciones nacen del deseo de preponderancia y no del sistema de gobierno". [5]

El afán del gobierno estadounidense en manos de fascistas ególatras, cuando ya al imperialismo no les basta poner en la presidencia a lobistas de sus empresas, sino que van ellos -los capitalistas monopólicos transnacionales- en persona a asumir el mando en directo, es una sintomatología de decadencia y desesperación por el cambio en la correlación de fuerzas a nivel internacional.

Y son tres los aspectos a tomar en cuenta en las conferencias de Mao sobre la Guerra Prolongada: 1) la cohesión interna del pueblo trabajador, los estratos medios y empresariales nacionalistas en torno a la estrategia de la vanguardia revolucionaria, 2) el máximo apoyo internacional, no sólo en términos logísticos sino en la formación de una opinión pública favorable a la causa de la liberación nacional, y 3) la correlación de fuerzas y el apoyo que logremos dentro del país imperialista invasor.

Es un tema para otro debate, pero Estados Unidos no sólo lanzó las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki por asombrar al mundo, también lo hizo para detener el movimiento revolucionario que se surgiría en Japón al influjo del triunfo comunista en China y el agotamiento de las clases populares de seguir pisados por la misma bota imperial que los sometió al hambre y al deshonor.

El presidente Ho Chi Minh declaró ante su pueblo como preámbulo a la resistencia antifrancesa: "En el pasado, solo luchábamos en el ámbito militar, pero hoy luchamos en todos los frentes: militar, económico, político e ideológico; por eso la gente la llama una guerra integral. La guerra hoy es compleja y extremadamente difícil. Sin usar toda la fuerza del pueblo en todos los aspectos para responder, no podemos ganar". [6]

Siguiendo las enseñanzas de los maestros que desde lejanos países asiáticos nos legaron tanta virtud y valor, recordemos al mariscal Vo Nguyen Giap: "Desde el punto de vista material el enemigo era indiscutiblemente más fuerte que nosotros. Nuestras tropas recibieron, pues, la orden de combatirlo en todas partes donde tuviera guarnición, para debilitarlo e impedirle desplegarse demasiado rápidamente; seguidamente, cuando las condiciones llegasen a ser desfavorables para nosotros, replegar la mayor parte de nuestros efectivos hacia la retaguardia para preservar nuestras fuerzas con el objetivo de una resistencia prolongada". [7] (Su prologuista Ernesto Che Guevara, en 1962, calificó la obra de Vo Nguyen Giap -muy al estilo bolivariano- como de una "actualidad permanente")

II

En una carta de Simón Bolívar a Santander del 11 de marzo de 1825, El Libertador plantea el tema de la Guerra Prolongada y va más allá, al considerar el escenario -muy probable en esos días- de una invasión francesa apoyada en la llamada Santa Alianza: "Según el historiador inglés Robertson, la intervención de Francia en favor de España y contra la independencia hispanoamericana fue una posibilidad concreta debatida en el gabinete, y Chateaubriand en su nota al embajador francés en Madrid en 1823, consideró específicamente esta eventualidad." [8]

La amenaza se había dejado colar desde un par de años cuando se estableció la fuerza conservadora llamada "Cien Mil Hijos de San Luís", con la que Francia amenazaba reinstalar coronas afines en Europa e Hispanoamérica. Así que la eventualidad de una flota superior incluso a la de Pablo Morillo, no era una especulación en los círculos del poder europeo. La Santa Alianza era la base política de semejante incursión bélica, sostenida fundamentalmente por el poderoso zar de Rusia, Alejandro I.

Lo que al comienzo de las especulaciones parecía un rumor, llegó a manejarse de manera oficial por Francia entre ministros y diplomáticos, lo que llevó al Libertador a concebir unos movimientos tácticos también en esos terrenos de la política internacional: "Francia y la Santa Alianza están resueltas a combatirnos a causa de nuestra democracia. Si el ministerio británico encontrare por conveniente para evitarnos una guerra, ofrecer a los aliados mis ideas políticas, como medio de impedir una ruptura de hostilidades y un principio de negociación, que lleve por objeto…la Independencia de América, modificada por gobiernos mixtos de aristocracia y democracia, Usted está autorizado por mí para instruir al gobierno británico de determinación (…) Todo esto en la suposición de que se considere…como inevitable la guerra -con Francia-, de otro modo no, no, no". [9]

La presencia de la agresiva flota francesa, envalentonada por el poderío de las monarquías absolutistas restauradas y pactadas en la Santa Alianza, quedó plasmada para la historia en el humillante y expoliador pago impuesto a la República de Haití por 150 millones de francos como indemnización por los negocios en plantaciones y propiedades esclavistas perdidos por la elite gala en la guerra de independencia.

Mientras, en Europa el representante del Libertador, Ignacio Sánchez Tejada, hacía malabarismos diplomáticos entre la reticencia española apoyada con firmeza por Rusia y Francia- a reconocer la Independencia y establecer relaciones con las Repúblicas Bolivarianas, y la ligera posibilidad del apoyo del Vaticano y otros países menos influyentes, salvo Inglaterra que jugaba pragmáticamente a favorecer sus intereses comerciales.

Los años 1824 y 1825 el Libertador Bolívar andaba más que ocupado en consolidar un Ejército Unido para concluir la liberación del Perú y Alto Perú, fundar nuevas repúblicas, desarrollar instituciones, inventar y poner en ejecución políticas públicas que ayudaran a superar tres siglos de colonialismo. Pero también tenía que estar atento al movimiento geopolítico de Estados enemigos de la Independencia y aliados circunstanciales dispuestos a sacar la mayor tajada de su nula solidaridad y soberbia intromisión.

De manera que todo el año 1825 lo pasó Bolívar pendiente de los movimientos internos y militares de la Santa Alianza; para lo primero hizo mandar agentes secretos que se mantuvieran al tanto de todas las noticias de la Alianza y sus partes, y para lo segundo, no descuidó mantener aceitado el aparato de guerra de su Colombia original y de las recién liberadas naciones andinas, de las que aspiraba gratitud para con los sacrificios de la primera y consecuencia con su propia libertad. Tal vez algo de sosiego sobre este peligro inminente obtuvo al enterarse de la muerte del sostén de la Santa Alianza, el zar de Rusia Alejandro I, ocurrida el 1° de diciembre de aquel año, noticia que le llegó por lo menos un mes y medio después del suceso.

Al respecto, Bolívar tomó un punto a favor: "Se ha confirmado la muerte de Alejandro… Yo he considerado esta muerte como una fortuna para nosotros y que va a sernos muy útil… y, en fin, que podrá destruir la Santa Alianza, ya que no existe el alma que la animaba". [10]

Sin embargo, Fernando VII restaurado por Francia en el trono, aspiraba que ésta le tornase sus antiguas colonias americanas a la gobernanza de España. por eso la máxima atención que Bolívar concentró en vigilar los cabildeos europeos y los barcos galos en el Atlántico.

Salvo algunos detalles de otra índole también interesantes, nos concentraremos en el debate de la concepción de Guerra Prolongada y la previsión de la Guerra Universal manejadas en forma pionera por El Libertador frente a la amenaza de la invasión francesa con el patrocinio de la Santa Alianza.

Esta carta de Bolívar fechada en Lima, el 11 de marzo de 1825, analiza ampliamente esa posible invasión francesa y la guerra popular prolongada como única respuesta estratégica de las repúblicas recién independizadas, y esa guerra originalmente concebida por Bolívar en esta complicada telaraña geopolítica, abriría cauces a la Guerra Universal, dada la dimensión de los Estados (y sus colonias) e intereses geoeconómicos involucrados, que en su análisis llegaban hasta Turquía.

Decía Bolívar en esa carta donde se trata por primera vez el concepto de Guerra Prolongada: "Acabamos de recibir las comunicaciones del 6 de enero y del 27 y 28 de noviembre en Maracay del general Páez, en que anuncia la aproximación de fuerzas marítimas francesas a Venezuela. Todo esto es muy creíble en el estado de las cosas, siempre que sean genuinas las instrucciones dadas a Chasseriau por el ministro francés, en que le habla del empleo de la fuerza en caso de resistencia. Si la batalla de Ayacucho no contiene a los franceses, debemos prepararnos a una brillante guerra, digo brillante, porque sin duda, lo será a la larga; pero siempre muy costosa." [11]

Bolívar se tomó muy en serio la potencial amenaza de la Santa Alianza, por eso encontramos documentos suyos muy importantes de finales de 1824 y todo el año 1825 refiriéndose a las diferentes movidas de las monarquías aliadas, y sus probables acechanzas concretas sobre nuestras frágiles pero aguerridas Repúblicas, al menos mientras tuviésemos un Jefe de la genialidad y entrega del Libertador Simón Bolívar, el único que entendía el carácter vital de la unidad de la ex colonias en una federación defensiva.

Desde el Sur se comprometía a movilizar 10.000 o 12.000 hombres dispuestos a marchar donde lo determinara el Gobierno, una vez que se dispusiera de su transporte desde el Istmo panameño hacia las costas de la fachada caribeña-atlántica de la Colombia original.

La alta moral de las tropas en general por los recientes triunfos de Junín y Ayacucho, insuflaban una disposición combativa al Ejército Unido que lo hacía capaz de enfrentar la fuerza que se le opusiera. Y Bolívar, como Jefe Militar de aquella nueva protagonista mundial recién nacida, con un prestigio ganado en quince años de lucha admirable, cuando la mayoría de esas elites europeas no creían en nuestra victoria, sentenció con irrefutable firmeza: Yo tomaré medidas capaces de auxiliar extraordinariamente a Colombia.

El Libertador estaba dispuesto a dar todos los pasos con tal de salvar a Colombia de los efectos destructivos de otra guerra cuando apenas salía de haber liberado al Perú y Alto Perú. Continuaba exponiendo sus ideas al vicepresidente sus ideas que no descartaban la simulación de devaneos diplomáticos y hasta acuerdos parciales que detuvieran o pospusieran la conflagración: "Yo creo que se debe hacer entender a la Francia que yo no estoy muy distante de prestarme a combinar nuestras ideas con las que tiene la Santa Alianza, y que por medio de mi influencia se puede lograr la reforma de nuestro gobierno, sin sacrificio de una guerra que debe decidir de la suerte del universo. En efecto yo no tengo el menor inconveniente en ponerme a la cabeza de una negociación que paralice las furias de los franceses en este momento. Aun cuando sacrifique mi popularidad y mi gloria, quiero salvar a Colombia de su exterminio en esta nueva guerra. Si salgo bien, quedaré contento, y si salgo mal, también, porque habré dado el último paso de salvación." [12]

Como decimos en criollo, "mano zurda, mano derecha", Bolívar no descartaba los escenarios políticos y diplomáticos mientras ordenaba sus medidas para preparar la guerra de resistencia. Sabía del desgaste sufrido por el pueblo estos quince años, y no se fiaba ni de los recursos provenientes de los ricos criollos ni de los auxilios de nuestros supuestos países amigos. Tal como repitió insistentemente toda su vida, la salvación de la Patria estaba muy por encima de su propia gloria.

El Libertador estableció cuatro elementos que podrían salvar la Independencia: "Yo creo que se puede salvar la América con estos cuatro elementos: primero, un grande ejército para imponer y defendernos; segundo, política europea para quitar los primeros golpes; tercero, con la Inglaterra; y cuarto, con los Estados Unidos. Pero todo muy bien manejado y muy bien combinado, porque sin buena dirección, no hay elemento bueno. Además, insto sobre el congreso del Istmo de todos los estados americanos, que es el quinto elemento." [13]

El instrumento principal de la estrategia era una grande y moralizado ejército, y era lo único que podíamos garantizar con nuestros propios esfuerzos, incluso trayendo tropa andina de la que venció en Ayacucho; porque si esta victoria esplendorosa no disuadía a la Santa Alianza de atacarnos, necesariamente debíamos mover todas las fichas del tablero, incluida la diplomacia pragmática de los ingleses y las pautas geopolíticas de los estadounidenses de no aceptar reconquistas europeas en este continente. No olvidemos que de este año 1825 es la definición más clara que Bolívar ofrece del concepto geoestratégico del Equilibrio del Universo, y que él no espero solidaridad de los anglosajones, sólo que en la confrontación con los otros poderes europeos, sin ninguna duda iba a requerir sino el apoyo por acuerdo de conveniencia, al menos evitar que estos factores apoyasen al enemigo concreto: la Santa Alianza representada en este caso por Francia.

Le decía convencido a su interlocutor: "Crea Usted, mi querido general, que salvamos el Nuevo Mundo si nos ponemos de acuerdo con la Inglaterra en materias políticas y militares. Esta simple cláusula debe decirle a Usted más que dos volúmenes. Yo creo que Usted debe mandar inmediatamente a saber a Inglaterra qué se piensa en el gabinete británico en orden a gobiernos americanos." [14]

Bolívar estaba en Lima, tratando de dotar aquellos países de una institucionalidad no colonial, es decir, estaba creando para Perú y Bolivia gobiernos fuertes, estables, justos, inclusivos. Pero le urgía saber qué se estaba pensando en los círculos ingleses, por eso decía sobre el último subrayado nuestro: "estas dos líneas merecen una inmensa explicación que no puedo dar por la distancia y por la inseguridad de las comunicaciones escritas.

Sobre el enfrentamiento propiamente dicho, el Libertador tenía una concepción muy particular y original: "En fin, con todo lo que he dicho antes de ayer y hoy, puede entender el espíritu que yo tengo para lograr paralizar la invasión francesa. Yo creo que toda resistencia que se les haga a esos señores de frente al llegar, es destructiva para nosotros. Puerto Cabello y Cartagena, deben ser defendidos a todo trance, y meterles 6 u 8.000 hombres a cada uno, no debiendo haber ningún inconveniente para suministrarles víveres, debiendo tener nosotros favorables a los ingleses y americanos (cálculo optimista en base a los intereses opuestos de estos dos países con la Europa continental) que protegerán a nuestros convoyes por mar, en todo caso. El territorio que se evacue, debe cubrirse por guerrillas y mandadas por oficiales muy determinados. Nuestra guerra activa no debe comenzar sino uno o dos años después que el ejército francés esté casi destruido. Lo que se llama guerra de posiciones es inútil con ellos; porque son muy atrevidos, y con su artillería hacen prodigios. La guerra de Rusia y la de Haití, debe servirnos de modelo en algunas cosas; pero no en el género horrible de destrucción que, adoptaron, pues, aunque allí fue útil, aquí no sirve para nada, porque lo que se destruye es inútil a todo. Los franceses recibirán refuerzos de fuera, y nosotros no recibiríamos otros que los de casa. Además, cuando el país se destruye, el enemigo lo evacúa, y el amigo perece en élEn una palabra, lo que se destruye es nuestro y ya nos queda poco por destruir." [15]

La experiencia le enseñaba que, en un caso como este, de enfrentarse a un enemigo poderoso que llegaba por el mar: "debemos saber perder al principio para saber ganar después. Dejémosles a los enemigos las costas porque son enfermizas y las que deben utilizar los ingleses y americanos. Muy a lo interior debemos hacer nuestra defensa: primero, porque los alejamos de sus bases de operaciones que es la costa; segundo, porque es más provisto de víveres, más sano de temperamento, y al llegar a tanta distancia sus fuerzas deben haberse disminuido mucho. Además, debemos dar tiempo a nuestros aliados, si los tenemos, a que se armen y los utilicen de concierto con nosotros." [16]

En base a estas convicciones concluyó que: "a los franceses se les vence muy fácilmente con las demoras, las privaciones, los obstáculos, el clima, el fastidio, y cuanto trae consigo una guerra prolongada. Pero al contrario son invencibles en el ataque, en el asalto y en cuanto lleva por divisa la prontitud. Todo esto es muy sabido, pero no debemos olvidar lo sabido". [17]

En carta anterior, El Libertador ya olfateaba las posibles intenciones reaccionarias de la Santa Alianza, y demarcó nítidamente los intereses que cada uno representaba en el tablero de la lucha mundial por quienes pretendían sostener el establecimiento monárquico colonialista y quienes luchábamos por la utopía de la independencia y la igualdad, reconociendo que debíamos elevarnos a las capacidades de seguridad política y estabilidad que representaba la Santa Alianza: "La diferencia no debe ser otra que la relativa a los principios de justicia. En Europa todo se hace por la tiranía, acá por la libertad…ellos sostienen a los tronos, a los reyes; nosotros a los pueblos, a las repúblicas; ellos quieren la dependencia, nosotros la independencia… La opresión está reunida en masa bajo un sólo estandarte, y si la libertad se dispersa no puede haber combate". [18]

Bolívar hace mucho énfasis en utilizar todos los elementos de propaganda, hasta los religiosos, en el sentido de contraponer al clero criollo contra los "herejes" franceses.

Para Bolívar lo principal, y lo que en cierta forma lo descolocaba, era que habiéndose sabido en Europa el triunfo patriota de Ayacucho y la terminación de la guerra en América, los franceses emprendieran sus operaciones contra nosotros. El Libertador llamaba a prepararnos "para sostener la contienda más importante, más ardua y más grande de cuantas han ocupado y afligido a los hombres hasta ahora. Esta debe ser la guerra universal. Estas son mis razones: la Francia, suponiéndonos ocupados en el Perú, y poseyendo en el Brasil un gran poder auxiliar, ha podido pensar distraernos con operaciones falsas, o ciertas". [19]

Si la iniciativa era puramente francesa, la victoria de Ayacucho debía persuadirla de parar todas sus conspiraciones. Pero si después de una batalla tan decisiva en el orden americano (y español), los Santa Alianza insistiera en su plan de hostilidad, y desoyesen igualmente nuestras proposiciones políticas, es una prueba evidente de que el plan definitivo es librar en una contienda general (Guerra Universal) el triunfo de los tronos contra la libertad. Esta lucha no puede ser parcial de ningún modo, porque se cruzan intereses inmensos esparcidos en todo el mundo. Desde luego, todo nuevo hemisferio queda de hecho comprometido, la Inglaterra con sus colonias e influencias en las tres partes del mundo, y por auxiliar a esta contienda tenemos el espíritu constitucional de los pueblos de Portugal, España, Italia, Grecia, Holanda, Suecia y el imperio Turco, por salvarse de las garras de la Rusia. Los aliados tendrán a todos los gobiernos del continente europeo, y, por consiguiente, a sus ejércitos. Así el fin de este litis político y militar depende de tales combinaciones y sucesos que ninguna probabilidad ni penetración humana puede señalarle el término final. Luego podemos concluir por mi proposición de prepararnos para una lucha muy prolongada, muy ardua, muy importante. El remedio paliativo a todo esto -si se encuentra- es el gran congreso de plenipotenciarios en el Istmo, bajo un plan vigoroso estrecho y extenso, con un ejército de 100.000 hombres a lo menos, mantenido por la confederación e independiente de las partes constitutivas. Además de las chucherías de una política refinada a la europea, una marina federal, y una alianza íntima y estrechísima con la Inglaterra y la América del Norte. Después de esta guerra horrible, en que quedaremos asolados, sacaremos por toda ventaja gobiernos bien constituidos y hábiles, y naciones americanas unidas de corazón y estrechas por analogías políticas, a menos que quede nuestra nueva Grecia como la vieja después de la guerra del Peloponeso, en estado de ser conquistada por un nuevo Alejandro, lo que tampoco se puede prever ni adivinar." [20]

Así quedó para la Historia esta incursión conceptual bolivariana en la definición de Guerra Popular Prolongada; hubo otras cartas como la del 27 de octubre, donde Bolívar se muestra inquieto por la falta de precisión en la información que le trasmite Santander, que sólo le habla de cosas burocráticas, a pesar que ya él sabe de un desembarco importante (cerca de 6 mil franceses en La Habana).

Los conceptos de Pueblo y soberanía según Bolívar ya habían sido expuestos años antes, parte de las razones porqué las oligarquías se opusieron a su proyecto de una nueva sociedad "Esos señores piensan que la voluntad del pueblo es la opinión de ellos, sin saber que en Colombia el pueblo está en el ejército, porque realmente está, y porque ha conquistado este pueblo de mano de los tiranos; porque además es el pueblo que quiere, el pueblo que obra y el pueblo que puede; todo lo demás e gente que vegeta con más o menos malignidad, o con más o menos patriotismo, pero todos sin ningún derecho a ser otra cosa que ciudadanos pasivos. Esta política, que ciertamente no es la de Rousseau, al fin será necesario desenvolverla para que no nos vuelvan a perder esos señores...Piensan esos caballeros que Colombia está cubierta de lanudos, arropados en las chimeneas de Bogotá, Tunja y Pamplona. No han echado sus miradas sobre los caribes del Orinoco, sobre los pastores del Apure, sobre los marineros de Maracaibo, sobre los bogas del Magdalena, sobre los bandidos de Patía, sobre los indómitos pastusos, sobre los guajibos de Casanare y sobre todas las hordas salvajes de África, de América, que, como gamos, recorren las soledades de Colombia." (De una carta de Bolívar a Santander del 13 de junio de 1821, rumbo a Carabobo)

Fue así como nuestro amado Libertador Simón Bolívar habló de la Guerra Prolongada ciento trece años antes que el venerable camarada Mao.

Yldefonso Finol

Estudiante Bolivariano


[1] José Arboleda, SJ: Bolívar y la Santa Alianza. UNIV. HUM. Bogotá. Vol. 15, Nº 26-Jul. -Dic. 1986

[2] Para este artículo estaré utilizando como fuente la selección de escritos militares de Mao Tse Tung, una Primera Edición de 1967 de Ediciones en Lenguas Extranjeras.

[3] Simón Bolívar: carta a Tomás de Heres, Pativilca, 9 de enero de 1824

[4] Sun Tzu: El Arte de la Guerra, Editorial Elektra, 1993, p 27

[5] Bolívar en carta a Santander, Quito, 6 de diciembre de 1822

[6] Ho Chi Ming: https://www.vietnam.vn/es/tu-tuong-ho-chi-minh-ve-chien-tranh-toan-dan-coi-nguon-suc-manh-dai-thang-mua-xuan-1975-y-nghia-trong-nhiem-vu-bao-ve-to-quoc-hien-nay

[7] Vo Nguyen Giap: Guerra del Pueblo, Ejército del Pueblo. Primera edición popular, 1971. Prólogo de Ernesto Che Guevara. pofile:///C:/Users/Yldefonso%20Finol/Desktop/Guerra_del_pueblo_ejrcito_del_pueblo-K.pdf

[8] file:///C:/Users/Yldefonso%20Finol/Desktop/HISTORIA/BOL%C3%8DVAR/la%20Sta.%20Alianza.pdf

[9] Simón Bolívar, Carta a Manuel José Hurtado, Lima, 12-03-1825

[10] José Arboleda, Ob. Cit. p 162

[11] Simón Bolívar: carta del 11 de marzo de 1825 desde Lima al vicepresidente F. P. Santander en www.archivodellibertador.gob.ve

[12] Idem

[13] Idem

[14] Misma carta

[15] Idem

[16] Idem

[17] Idem

[18] Carta a Santander del 23 de febrero de 1825

[19] José Arboleda, Ob. Cit. p 164

[20] Misma carta a Santander del 11 de marzo de 1825

Sólo la verdad histórica forma pueblos libres.

Nota leída aproximadamente 890 veces.

Las noticias más leídas: