Todavía quedan miles de millones de años pero nuestra galaxia, la Vía Láctea, nuestra galaxia, terminará por chocar contra Andrómeda, nuestra gran vecina en espiral.
Dentro de 4000 millones de años, la Vía Láctea (a la derecha) y Andrómeda (a la izquierda) chocarán y se unirán.
Las galaxias, tal y como las conocemos hoy, no sobrevivirán.
¡
De hecho, nuestro sistema solar va a sobrevivir a nuestra galaxia. En este punto, el Sol no será aún una gigante roja, pero habrá crecido y será lo suficientemente brillante como para tostar la superficie de la Tierra.
No quedará forma de vida alguna, aunque será una coreografía cósmica espectacular.
Actualmente, Andrómeda y la Vía Láctea están separadas unos 2,5 millones de años luz.
Propulsadas por la gravedad, las dos galaxias se están precipitando la una hacia la otra a 402 000 kilómetros por hora. Pero incluso a esa velocidad, no se encontrarán hasta dentro de otros 4000 millones de años.
Entonces, las dos galaxias colisionarán y volarán una a través de la otra, dejando un bucle estrellado y gaseoso en sus estelas. Durante eones, la pareja continuará acercándose y se llegará a romper, revolviendo las estrellas y redibujando las constelaciones hasta que finalmente, tras unos miles de millones de años, las dos galaxias se fusionarán.)
Entonces, el sistema solar tendrá una nueva dirección cósmica: una galaxia elíptica gigante, formada por el choque y la fusión de la Vía Láctea y Andrómeda.
No, no se trata de un capítulo sacado de una historia de ciencia ficción: es una predicción científica real.
Que la ciencia pueda predecir estos eventos fue el tema principal del tercer capítulo de Cosmos. Newton fue capaz de describir las órbitas de los planetas,
Halley predijo la vuelta de su cometa homónimo, y los astrónomos contemporáneos han calculado el fin de la Vía Láctea.
Este don de previsión es realmente una comprensión matemática de las leyes físicas que gobiernan los movimientos de los cuerpos celestes.
"Utilizando solamente las leyes de gravitación de Newton, los astrónomos podemos predecir de manera fiable que dentro de varios millones de años nuestra galaxia hogar, la Vía Láctea, se fusionará con nuestra galaxia vecina Andrómeda", dice el presentador Neil DeGrasse Tyson. "
Como las distancias entre las estrellas son enormes en comparación con sus tamaños, pocas de las estrellas de alguna de las galaxias colisionarán realmente.
Ninguna de las vidas de esos futuros mundos remotos estaría a salvo, pero estarían asistiendo a un increíble espectáculo de luz de miles de millones de años de duración".
La colisión galáctica que cierra el tercer episodio de Cosmos sigue la secuencia de una animación basada en una simulación de 2006 del astrofísico Brant Robertson, que puedes ver haciendo clic aquí.
La historia empieza a principios del 1900, cuando el astrónomo Vesto Slipher midió la velocidad radial de Andrómeda.
En otras palabras, calculó la velocidad a la que se estaba moviendo la galaxia, acercándose o alejándose de la Tierra.
Slipher hizo esto mirando un indicador de estiramiento o compresión en la luz que llegaba a la Tierra desde Andrómeda: la luz de los objetos que se están alejando de nosotros está ligeramente estirada o desplazada al rojo.
La luz de los objetos que se están acercando a nosotros está desplazada hacia el azul o comprimida.
El resultado fue algo sorprendente.
"Podemos concluir que la nebulosa de Andrómeda se está acercado al sistema solar con una velocidad aproximada de 300 kilómetros por segundo", escribió Slipher en el Lowell Observatory Bulletin en 1913 (entonces Andrómeda se llamaba la Nebulosa Negra porque los astrónomos no se dieron cuenta de que no formaba parte de la Vía Láctea; los cálculos de Slipher sugirieron fuertemente que la idea necesitaba reajustes).
Así que Andrómeda se está acercando a nosotros, esto al menos parece estar claro.
Si este acercamiento significaría el final de la Vía Láctea era aún algo incierto.
Durante décadas, los científicos no tenían manera de saber si Andrómeda y la Vía Láctea chocarían de frente o si pasarían de largo la una junto a la otra como dos navíos llenos de estrellas surcando la noche cósmica.
Resulta que es relativamente fácil medir la velocidad de los objetos lejanos que se mueven hacia nosotros o se alejan, pero es mucho más complicado determinar los movimientos hacia los lados (algo que los astrónomos llaman "movimiento propio"). Cuanto más lejos está algo, más complicado es medir sus movimientos laterales, que no producen esas longitudes de onda indicadoras del estiramiento o compresión con las que pueden trabajar los astrónomos.
En su lugar, los astrónomos dependen de las observaciones detalladas de la posición relativa de un objeto sobre el fondo de estrellas.
Un pequeño desplazamiento sutil que puede tardar siglos en convertirse en evidente si no se dispone de grandes telescopios
NO SE DEBE SER DÉBIL, SI SE QUIERE SER
04 09 2025