Soberanía popular, soberanía nacional y autodeterminación de los pueblos

Sábado, 23/08/2025 03:52 PM

Es obvio el tono emocional de los actuales momentos. Muchas expectativas. Muchos discursos. Los desbordes retóricos coexisten con las preocupaciones cotidianas por la devaluación del bolívar, el aumento de los precios, lo mal que está la luz, la salud, la educación. No faltan los llamamientos a la unidad nacional, manchadas por las desapariciones forzadas. Pero pienso que hay que tomarse un momento para la reflexión, en medio de las exaltaciones, los miedos, las iras, las acusaciones. Y precisamente el objetivo de la reflexión debieran ser esos tres principios fundamentales que me arecen hoy más pertinentes que nunca: la soberanía nacional, la soberanía popular y, lo que sirve de puente entre los dos, la autodeterminación de los pueblos.

Debo comenzar por precisar, con el perdón por el tono profesoral que uso, que los principios de la soberanía nacional y la soberanía popular (en adelante, SN y SP) son dos principios independientes. En primer lugar, tienen orígenes históricos diferentes. La SN surge en la paz de Westfalia, en el siglo XVII, al final de una dilatada guerra europea, que terminó entre otras cosas, con el reconocimiento del derecho de cada Estado de ejercer su autoridad sobre una población y un territorio determinado. La SP, por su parte, irrumpe con la revolución francesa (cuando se produjo la declaración de la República) y la norteamericana, con el establecimiento de la premisa constitucional de "Nosotros, el pueblo" como fuente del Poder. También hay que anotar el auge del pensamiento republicano que dio fundamento a la lucha por la independencia de las entonces colonias del Imperio español.

Pero esta constatación de los orígenes, no basta. Estos no aclaran la relación de los dos principios, aunque sí que uno no causa el otro. De hecho, las monarquías ejercen su soberanía nacional. Pero, en segundo lugar, hay que llamar la atención acerca de que uno refuerza al otro. Es decir, son principios interdependientes, en el sentido estricto de que el debilitamiento de uno, implica el del otro. Lo cual implica que el fortalecimiento de uno, la S, fortalece el otro, la SN.

En el plano de los hechos, la pérdida de soberanía nacional, de la autoridad territorial, por ejemplo, reduce el poder del pueblo, su capacidad de decidir, la amplitud (territorial y demográfica) y profundidad (los ámbitos donde es vigente) su autodeterminación. Pero, invirtiendo los términos, la pérdida de la soberanía popular crea las condiciones para que las fuerzas extranjeras puedan violentar la SN. De hecho, en Venezuela la influencia extranjera (Cuba, Irán Rusia, el capital norteamericano: en mucha menor proporción, China) ha posibilitado la violación de la SP.

Y aquí llegamos al principio que sirve de puente o vínculo entre la SN y SP: la autodeterminación de los pueblos, reconocida por las Naciones Unidas, planteada por la socialdemocracia antes de la Primera Guerra Mundial, levantada por Lenin a propósito de la paz propuesta por los bolcheviques ante la conflagración europea y, también, en la constitución inicial de la Unión Soviética, cuando cada nación que constituía el Imperio zarista podía unirse a la naciente confederación únicamente por la voluntad soberana de cada pueblo.

Esto en el plano de los principios. En el plano de la conveniencia táctica y la correlación de fuerzas, el recurso a fuerzas extranjeras para dirimir conflictos internos, que atañen a la soberanía popular, es un hecho irritante, ilegítimo, aborrecible; pero, lamentablemente, recurrente en la historia. Ejemplos hay varios, y notables: Simón Bolívar recurrió al apoyo británico, francés y norteamericano. Lenin, gracias a un acuerdo con Alemania, potencia enemiga de Rusia, logró penetrar en territorio ruso justo para convertir la revolución republicana, que derrocó al zar, en socialista, e iniciar una política que culminó en la toma del poder por los bolcheviques en 1917. Estas acciones pudieran justificarse como medidas realistas, astutas, hábiles; pero nunca justas o correctas en sí mismas, a menos que estén siempre orientadas por un proyecto que le de horizonte al movimiento táctico.

Los funcionarios norteamericanos han insistido en que los objetivos de su despliegue militar en el sur del Caribe están dirigidos a asestarle goles al narcotráfico, y no a derrocar al gobierno, tarea que le corresponde exclusivamente a los venezolanos y venezolanas, tal y como también ha subrayado la dirigencia de la oposición. Hay una discusión colateral a esto que se refiere a la eficacia que han tenido las acciones militares contra el flagelo de las drogas en experiencias como los sucesivos planes Colombia, por ejemplo. Pero el punto ahora es que se han creado unas expectativas, a todas luces falsas y, además, incorrectas e impertinentes, acerca de una posible intervención norteamericana.

Hay que insistir en que la tarea de lograr un cambio político es de nosotros y nosotras, venezolanos y venezolanas, respetando al principio de la autodeterminación de los pueblos, de la SN y la SP, todos consagrados en los artículos 5 y otros de la Constitución de 1999. La situación actual, lamentablemente, se caracteriza por la violación de la soberanía popular, manifestada el 28 de julio de 2024, y de otros tantos artículos de la constitución.

El gobierno ha pretendido manipular la SN, llamando a la defensa del territorio frente a una intervención extranjera que han desmentido sus propios voceros, comenzando por Cabello, coincidiendo con los altos funcionarios norteamericanos. Hay llamados, en el desierto, a la "Unidad Nacional". En el desierto, porque el gobierno, sobre quien recae la principal responsabilidad de convocar, lejos de tomar iniciativas básicas como una amnistía general de los presos políticos o la convocatoria a un amplio diálogo de todas las fuerzas del país, incluidos los venezolanos en el exterior, decisiones que han tomado regímenes como el de los militares argentinos en la década de los setenta, lo que hace es arreciar la represión, amenazar incluso a sus bases, iniciar "purgas" paranoicas. La represión ha destruido las bases de la organización y movilización popular, y por tanto, ha debilitado todavía más la soberanía popular y la autodeterminación. Solo convoca a los suyos, a las "milicias" (asunto propagandístico; sin eficacia militar). Cierra "filas" con la escasa base de masas que le queda, o el respaldo forzado de los funcionarios públicos y uno que otro profesor que se siente "patriota" en sus artículos de prensa y entrevistas por radio y TV.

En fin, el gobierno no está preocupado por una eventual intervención extrajera, que ya dijo que no se produciría, sino por reforzar su poder "por las buenas o por las malas". Las milicias, si sirven ara algo, solo serán efectivas para precisar a los funcionarios públicos, iniciar labores de "limpieza" en las comunidades, exaltando el fanatismo, y hacer postas en las deterioradas instalaciones de CORPOELEC o alguna institución estatal, en un inmenso e inútil "performance", que refuerzan el ambiente de fortaleza sitiada que enciende la paranoia en el grupito gobernante de cinco o seis, sobre cuyas cabezas ya hay hasta recompensas.

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