Todo es mentira

Domingo, 10/08/2025 06:51 AM

Lo que vemos, lo que oímos, lo que incluso hemos presenciado.

Se dice que lo que más se penaliza en la política, por supuesto la de la democracia de partidos, es la mentira. Mentira. Quizá eso pudo ser ayer. Pero actualmente se exalta la mentira. Lo habitual es premiar con el voto al mentiroso.

Hoy la mentira ya no necesita esconderse: desfila a plena luz. La noticia se maquilla antes de salir; el hecho se ajusta al relato que lo hará rentable; el dato se estira, se encoge o se dobla hasta encajar en el molde que alguien ha decidido.

No es nuevo. Los romanos ya sabían que la voz del pueblo se dirige hacia donde sopla el viento del poder. En la Edad Media, las crónicas que narraban batallas no eranmás que panfletos encargados por el vencedor. En el siglo XX, la propaganda bélica de las dos guerras mundiales convirtió la mentira en arte: cada bando fabricaba la suya y su propio héroe, su propio enemigo monstruoso, su propia victoria inminente. Goebbels fue sincero y aleccionador: era necesario repetir la falsedad hasta que la fatiga mental la convirtiese en verdad.

La diferencia con los tiempos actuales es que antes la mentira necesitaba tiempo para extenderse; ahora circula a la velocidad de un clic. Las redes sociales, alimentadas por algoritmos ciegos, han hecho que cada persona viva en una burbuja informativa donde la mentira colma sus prejuicios. La post verdad no es una exageración académica. La post verdad es la mentira que nos envuelve.

En política, el discurso ya no describe la realidad: la diseña. El político no se limita a dar su versión; crea un universo paralelo en el que todo encaja con su ambición. La rueda de prensa se convierte en espectáculo. En ella la mentira alcanza el clímax. En la guerra, el control del relato es fundamental. El campo de batalla se extiende hasta nuestras pantallas.

En la vida cotidiana tampoco escapamos: las redes se han convertido en escaparates de ficciones cuidadosamente editadas. Nadie publica su día gris, su derrota íntima, su miedo; el perfil que se muestra es un holograma donde no cabe lo real. La mentira, así, deja de ser excepcional: se vuelve la norma.

El mayor peligro no es que nos mientan, sino terminar prefiriendo la mentira. La mentira es simple. La verdad es complicada. La mentira ahorra el esfuerzo de pensar. La verdad es incómoda, contradictoria, exige matices y paciencia. Y cuando la mentira se ha convertido en hábito, ya no se oculta nada: es lo único que se quiere ver.

Porque, paso a paso, la mentira ha dejado de ser aislada. Ya no es un accidente, se ha convertido en el paisaje, y el mundo se convierte en un escenario iluminado donde la obra continúa. Pero ya no queda nadie en el patio de butacas que crea que alguna vez aquello fue real.

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