¿De haber ganado la guerra en la Venezuela de los 60s o 70s del siglo XX?

Sábado, 26/07/2025 01:12 AM

Los ejemplos están a la vista de la experiencia de quienes ganaron la guerra en el siglo XX Nicaragua y Cuba ninguna de esas dos naciones son ejemplo de libertad, soberanía, crecimiento económico, El Salvador donde los viejos guerrilleros (no fueron sólo víctimas, sobran datos de masacres cometidas por sus mandos y comandantes). El único caso Uruguay donde Mujica demostró su talante democrático.

Hoy en Latinoamérica la izquierda democrática está representada por los gobiernos de Chile, Brasil, Colombia, Uruguay y otra nación ubicada más al norte (aunque esta última con rasgos de autoritarismo palpables). Esto de tener una ascendencia de viejos y conocidos ñangaras y haber militado con tales ñangaras te hizo ver desde hace años que la lucha armada declarada en los años 60s del siglo XX, no solo fue una aventura desafortunada cuyo último fin era derrocar a un gobierno electo democráticamente e instaurar la Dictadura del Proletariado aunque ninguno de quienes dirigían la guerra era un proletario en funciones, quizás había pasado por algún trabajo como obreros, pero habían pasado décadas sin ver cómo se remacha con un martillo neumático.

Mis tíos por la parte materna en los estados Zulia, Portuguesa y Carabobo tomaron parte en la lucha armada y también mi viejo, yo en mi adolescencia y juventud y más allá participé en una que otra escaramuza en Venezuela y fuera de ella. La realidad nos permite ver las experiencias de casos como Nicaragua y Cuba donde el culto a la personalidad, la entronización de un hombre atornillado al poder, la dificultad y las penas por disentir, las carencias materiales, la censura, la persecución a la disidencia son la moneda de uso corriente en ambas naciones.

En el caso de El Salvador la corrupción, la incapacidad para gobernar, la profunda metátesis de arbitrariedad, opacidad administrativa, incapacidad gerencial, complicidades y anulación de la justicia para juzgar los crímenes cometidos en el pasado reciente fue lo crónico y lo cotidiano. El corazón de la guerra civil de los años ochenta, en El Salvador, latió con fuerza gracias a la brutalidad, el fanatismo y el silencio. Un silencio cobarde y sucio.

Al amparo de la oscuridad de la guerra, nacieron monstruos. Seres terribles, demonios insaciables que necesitaban arrastrar absolutamente todo, al profundo abismo de la paranoia y el dolor.

Uno de estos monstruos, lideró el frente paracentral. Su nombre de batalla: Mayo Sibrián. El comandante guerrillero que se convirtió en el verdugo de sus propios hermanos de armas. https://www.amazon.com.mx/MAYO-SIBRI%C3%81N-monstruo-paracentral-CRONICAST-ebook/dp/B0DL1VH4V3

Negar que existió represión en los gobiernos de Betancourt y Leoni sería un acto estúpido y carente de vergüenza, negar que se intento derrocar a gobiernos en procesos democráticos seria otra estupidez, negar que nuestra experiencia democrática de la segunda mitad del siglo XX es la que nos permite seguir resistiendo el presente oprobio es insensato.

Esa experiencia democrática es la que nos permite criticar a Pinochet por haber derrocado y asesinado a un presidente electo, la que nos permite decir que no apoyamos invasiones de fuerzas extranjeras del color que sean, puede ser la gringa en Afganistán o la Soviética en el mismo país, puede ser la ocupación de Argelia por parte de Francia, la ocupación de Checoeslovaquia por parte de la URSS, la invasión de los cubanos en los años 60s del siglo XX a las costas de Venezuela.

Chávez terminó por darse cuenta de que la razón de la fuerza no era lo mismo que la fuerza de la razón, aunque terminó cambiando su propia constitución, estableciendo un régimen junto a sus herederos de inhabilitación de partidos políticos, censura, creación de sindicatos obreros a modo y elecciones bastante opacas.

Imaginemos a las guerrilas victoriosas de los años 60s hagamos un ejercicio de imaginación y veamos al Mono Jojoy estructurando la política cultural de Colombia, Magoya como director de un canal de televisión en Venezuela, a Salvador Cayetano Carpio como jefe de la oficina de Derechos Humanos en El Salvador, Soto Rojas como corrector de estilo en Monte Ávila Editores o en la Colección Ayacucho, etc. Lo dejo hasta ahí.

Por suerte la izquierda democrática y por eso es democrática ya que rompió con esos atavismos y relajamientos emocionales de la heroicidad de los años 60s y 70s del siglo XX, claro que hubo un nivel muy grande de desprendimiento económico e incluso de la vida misma, pero de ahí a decir que seríamos afortunados si hubiera vencido la insurgencia eso es otra cosa.

Si los herederos de la insurgencia o parte de ellos son los que hoy nos gobiernan, caramba tengo que agradecer que no ganaron la guerra, que pude leer periódicos impresos, que la censura fue un juego de niños, que las elecciones fueron limpias, que podía viajar sin temor a que me matraquean o intentan en 25 alcabalas o puntos de control, de comprar la gasolina más barata del mundo, que las universidades eran gratuitas así como la educación primaria y secundaria, que las escuelas de arte tenían material didáctico y de trabajo, que los salarios eran bastante buenos, que las pensiones también eran buenos, que los sapos eran vistos como Judas y no como redentores.

No me arrepiento de tirar piedras y algún objeto incendiario, sentir el aroma de la pólvora, fui detenido y mantuve un buen comportamiento frente al enemigo, realice tareas de propaganda en Venezuela y Centroamérica. Nada de qué arrepentirme, pero si en el siglo XX de Venezuela hubiéramos tenido la mala suerte de un gobierno como el actual quizás y solo quizás hubiéramos tenido muy mala suerte y no estaríamos defendiendo la democracia, como hoy lo hacemos. El talante democrático que tenemos heredado del siglo XX nos hace percibir y saber que un mundo mejor es posible.

Notas a pie de página: Un amigo, creo que estudió en la nada prestigiosa Universidad del Magisterio, me recomienda escuchar a Arjona y me recomienda estudiar a profundidad lo maravilloso de sus composiciones. COSAS VEREDES SANCHO.

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