El imperialismo se transforma en nuestra propia cara para someternos mejor y sobrevivir. Es que una de las características del modelo imperialista anterior era la especialización de los países sometidos de la periferia a necesidades específicas de sectores productivos de los Estados Unidos, café, cobre, carne, petróleo, turismo, etc. pero sin que pudieran desarrollar más allá medios de producción propios. Ese esquema comienza a cambiar cuando gracias a su tecnología del fracking EEUU logra acceder a los depósitos petrolíferos que dispone en sus propias cuencas, lo que hace innecesaria la dependencia de suministros de otros países como los del Medio Oriente y Venezuela.
Y creo que esto trae como una de sus consecuencias, que la tecnología y las necesidades políticas llevaron a iniciar la ruptura de la globalización, que no se vaya a creer que es una idea personal de Trump, sino que es parte del desarrollo de las fuerzas productivas y de las discusiones ideológicas estratégicas del poder imperialista. La Unión Soviética primero y Rusia después no siguió este dualismo y se ha ido disminuyendo con riesgo presente de desaparecer completamente.
Se inicia una nueva era de autosuficiencia petrolera de EEUU, y hoy tratan como héroes a los empresarios que lo hicieron y anunciaron, con todas las consecuencias políticas, económicas y militares que ha traído como son la destrucción de todos los estados nacionales que se desarrollaron con ella, Venezuela incluida, que resiste.
Con ello se cambiaron las tornas y al instrumentalizar el petróleo como arma geopolítica las consecuencias han sido aún más dañinas que la dominación anterior. EE.UU. puede ahora usar su capacidad productiva para presionar a rivales. Reconfigura las alianzas, la menor dependencia del Golfo Pérsico ha permitido a EE.UU. revisar sus compromisos con Arabia Saudita e incluso modificar su postura en conflictos regionales. Con la nueva geopolítica de EEUU todo el mundo sufre, todo el mundo llora.
Las tendencias económicas y políticas de Estados Unidos parecen oscilar entre el proteccionismo y la necesidad de mantener ciertas interdependencias estratégicas. La autosuficiencia energética que ha logrado con el fracking ha dado lugar a una política más agresiva en algunos frentes, pero también ha generado incertidumbre sobre el alcance de su proyección global.
Por un lado, el impulso proteccionista se ha visto reforzado por la necesidad de controlar sectores clave de producción, evitar dependencias externas y priorizar industrias nacionales. Esto se traduce en políticas comerciales más restrictivas, barreras arancelarias y una mayor presión sobre socios estratégicos como Canadá, Groenlandia o México, lo que puede alterar el equilibrio geopolítico de América del Norte.
Por otro lado, EE.UU. sigue dependiendo de mercados globales, especialmente en tecnología, manufactura y comercio financiero, lo que le impide un aislamiento absoluto. La competencia con China y la reconfiguración de alianzas internacionales obligan a Washington a mantener un diálogo abierto con otros actores globales, aunque con una postura más selectiva y basada en el interés propio.
EEUU parece que hace equilibrios para definir su futuro como líder hegemónico: mantener una posición dominante sin sacrificar su estabilidad global, no incentivar las diferencias ideológicas o intensificar su giro hacia el proteccionismo con consecuencias impredecibles para el sistema internacional.
Sin embargo Esto sugiere que la autosuficiencia podría mantenerse en el corto plazo, pero no necesariamente de forma indefinida. Factores como el agotamiento de pozos, la presión ambiental sobre el fracking, y la evolución de la demanda interna podrían alterar el equilibrio.
Esta guerra por la hegemonía ha traído grandes costos humanos a casi todos los pueblos del mundo, enemigos y aliados. La clase burguesa no cederá su puesto sin matar, y lo está haciendo. Estos efectos deshumanizadores de las relaciones entre los países se expresan en situaciones como las siguientes, Europa se ve atrapada entre pelear contra Rusia o someterse a la presión de los EEUU., Asia vive una escalada de tensiones en torno a Taiwán, con Japón y Corea del Sur reforzando sus defensas ante la incertidumbre de guerrear con una China que le ha traido una gran prosperidad, tal como quiere los Estados Unidos.
En América Latina, y Venezuela en particular, enfrenta una marginalización estratégica, donde los intereses energéticos y políticos de EE.UU. han contribuido a desestabilizar modelos soberanos.
África y Medio Oriente se convierten en tableros de influencia, con China y EE.UU. compitiendo por recursos y alianzas, mientras las poblaciones locales sufren las consecuencias indirectas.
Todo tiene su final y al final las contradicciones internas marcaran la pauta de la conducta imperialista y quizás podamos vivir sin someternos y en paz. Pero no lo lograremos sin luchar denodadamente.