Odosha

Miércoles, 23/07/2025 12:11 PM

  1. Los pocos indígenas de nuestros pueblos, los que aún, se han salvado de las BESTIAS DEL DESARROLLO, milagrosamente, se encuentran tal como los encontraron los primero europeos llegados a estas tierras: sin pretensiones de "ADELANTO", sin plantearse cambios o revoluciones, sin horribles contradicciones sociales de la llamada CIVILIZACIÓN, sin esa burda historia plagada de guerras y muertes, arterías y traiciones, sin esa constante pestilencia de miasmas por doquier; sin esa abrumadora producción de desperdicios y devastadora contaminación; sin el consabido sabor del recelo, de la extrañeza moral y del autoaniquilamiento (por vía del maquiavelismo "político"), producto de la diabólica vanidad, del saber para destruir, dominar y engañar. Cuanto sistema político se ha experimentado en Occidente, en lugar de acercar a los pueblos los ha enfermado de miserables racionalismos por lo que, en el fondo, no se ha procurado imponer una verdadera rectificación de los desastres provocados por la crueldad más repugnante, sino afinar, perfeccionar métodos para alimentar las confrontaciones entre pueblos, desarrollar el control de las mentes y empeorar cada vez más las condiciones de la convivencia humana.

  2. De tal modo pues, que ahora todo se hace del modo más descarado: asesinatos en masa, genocidio en vivo, por las redes, haciéndose real el hecho de que nadie cree en derechos humanos, en libertad, democracia o justicia. Que todo es una demoledora y pavorosa farsa. No vamos en pos de ningún modelo de justicia, pues eso es lo que menos interesa. Terrible es, que en medio de estas selvas tecnológicas, tengamos que ver con cierta nostalgia hacia esos hombres semidesnudos, aparentemente indiferentes, sin codicias, sin desmedidos apetitos por la posesión de tierras y tesoros, ausentes del vendaval de los grupos partidistas donde están los verdaderos cerdos, tigres, y monos, y cuantas alimañas conforman la mitología indígena, que representaban con estas figuras a la Muerte y el Diablo, el Infierno y la Locura: Odoscha. Así y todo, algunos "occidentalizados" (colonizados) tuvieron la ocurrencia de celebrar en 1992 en Sevilla, el holocausto del "DESCUBRIMIENTO", que sufrieron millones de seres inocentes; los emblemas porcinos del abuso, de la idiotez, del crimen, de la injusticia, del despojo y el sadismo.

  3. EN EL PRIMER RELATO - Wanadi - SERUHE LANADI DE "WATUNNA", LEEMOS: "Había kahuña (el Cielo). Los Kahuhana vivían allí, como ahora. Son hombres buenos y sabios. Así eran también en el principio. No se morían; no había enfermedad, maldad ni guerra. El mundo entero era el Cielo. Nadie trabajaba ni buscaba comida; la comida estaba siempre preparada, lista. No había animales, demonios, nubes ni vientos. Había luz. En lo más alto del Cielo estaba Wanadi, como ahora. Daba su luz a la gente Kahuhana, alumbraba todo, hasta en lo más bajo, la Tierra. Por el poder de esa luz, la gente siempre estaba alegre, tenía vida, no podía morir. No había separación entre el Cielo y la Tierra; no había, como ahora, la puerta del Cielo. No había noche como ahora. Wanadi es como un sol sin atardecer. Siempre era de día; la Tierra era como una parte del Cielo. Los Kahuhana tenían en Kahuña muchas casas o pueblos y todos estaban alumbrados. En la Tierra no vivía nadie; no había nada ni nadie aquí, sino tierra nada más".

  4. Así era entonces el mundo, pero en 1492, proveniente del otro lado, del infierno, un infatigable mercader, "decía ser el nuevo Moisés y que el Atlántico era su desierto". Y negociante que buscó una tripulación de aventureros, para encontrar oro, que le permitiera rescatar el Santo Sepulcro. Ese hombre que era hijo del demonio y que en navegando y navegando, creyó encontrar el Paraíso Terrenal, el que describe el cosmógrafo cardenal Fierre d'Ailly (-1410- situándolo, sabiamente, muy lejos de Europa, por las costas orientales de China, levantará su propio averno, profundo y delirante de esclavos. Llevará sus fieras y negras pestes; sus odios, intrigas y conflictividades; sus pestes, desatadas ambiciones, delirantes deseos de riquezas, feroces pugnacidades y guerras eternas. Fatalismo, desmoralización, desesperación. Un Almirante que a fin de cuentas, tenía bien clara su empresa, por sus propios e infelices deseos, por el poder dominante de su cultura, de su gente.

  5. El alma de Colón se presenta con sus fuerzas devastadoras, con sus vientos de locuras de posesión, a las selvas vírgenes del Alto Orinoco, 270 años después de su llegada, y desde ese momento comenzará el canto doloroso de Watunna (la tradición oral de los so’to), como el lamento de los cantos de los esclavos de la costa, los work songs de los negros en el Norte, expresiones de los sentimientos más hondos, los de la resistencia, intentando salvar su memoria, la preservación de su cultura.

  6. Aunque en la Introducción de Watunna, se diga que las tribus allí asentadas, en el Alto Orinoco, habían escapado de la conquista por más de dos siglos, la sola presencia de aquellos insistentes y brutales barbudos blancos, buscadores de oro, cambió para siempre todo el sentido mágico de su existencia. Aquellos seres que vieron nuestros indígenas fue la revelación más horrenda del caos, de la destrucción, de la muerte. Apenas se habían dado algunos leves contactos con especie tan impresionante cuando comenzó a correr el pavor, la sangre y fuego.

  7. No puede describirse sino con hondos y desgarradores gritos de dolor, con cantos o lamentos, la visión insolente de aquellos hombres, nada parecido a ninguna bestia o demonio imaginable, proveniente, vaya Dios a saber, de qué infierno, con arcabuces y armaduras, corazas, petos, hombreras y brazales de acero. La única defensa para aquellas tribus estaba en la selva, en la contención que podía imponerles aquellos inmensos ríos y cascadas. Aquella presencia en 1776, era una tentativa tardía y efímera que no duraría más de dos décadas, pero cuya turbación y asombro quedaría para siempre, en ese canto heroico y sublime del Watunna.

 

Nota leída aproximadamente 15951 veces.

Las noticias más leídas: