Profecía inapelable: no serán Rusia ni China, quienes derrotarán a EEUU, sino Venezuela…

Lunes, 03/03/2025 12:34 PM

Aborrezco a esa canalla

(los gringos) del tal modo

que no quisiera que se dijera que un

colombiano hacía nada como ellos

Simón Bolívar

  1. Vamos a definir esa línea que opone caracteres tan distantes como el sajón del Norte y el venezolano; nada les encanta más a los gringos que el caos, los asesinatos en serie, los super héroes, las comiquitas y cuanta mierda producen Hollywood y Disney. Ellos son completamente culpables del envilecimiento de nuestros pueblos, de la imposicion de los gobernantes abominables como el los burdos de Milei y el Noboa o el asqueroso Lenín Moreno, las reinas a juro de la Boluarte o Jeanine Áñez, el fatuo de Bolsonaro, el narco de Álvaro Uribe Vélez o el mostrenco de Iván Duque, el cutre de Bukele, o el merdón de Martinelli.

  2. Los gringos propician entre nuestros pueblos, la desidia, la indolencia, el desprecio por lo nuestro, el desorden y el caos perpetuo, nuestra desintegracion moral, la corrupción generalizada. Porque esa es la mejor manera de controlarnos y expoliarnos. Se cansó de proclamarlo Chávez: "Si nosotros nos unieramos en Latinoamérica, otro gallo cantaría". Por eso hacen lo imposible porque no prosperen en nuestyra región gobiernos soberanos o independientes en sus decisiones, como los de Cuba, Nicaragua, Honduras, Bolivia y Venezuela. Con estos gobiernos, ellos hacen lo imposibkle por derrocarlos o desmadrarlos.

  3. EE UU procura por todos lo medios que nos adaptemos a las servidumbres tecnologicas que ellos promueven. Por eso hoy controlan a medio mundo a través de las redes sociales, de Google o Internet. La única manera de salir de esos chantajes tecnológicos es que nos compenetremos con nuestros deberes como pueblos soberanos, porque los gringos se aprovechan de los pueblos inválidos, indefensos, mutilados, ignorantes, estupidizados y trastornados por toda clase de desgracias políticas y morales. En este sentido, no existe un papel más bajo y denigrante que el utilizar conscientemente a pueblos envilecidos o inválidos, con fines de provocar una prostitución generalizada en el continente latinoamericano. Ahí está, por ejemplo, Colombia, donde los gringos van a hacer turismo de drogadicción y de prostitución, acostandose con niñas, y en donde pueden asesinar a quien a ellos les venga en gana sin que ningún tribunal colombiano puede condenarlos.

  4. Es por ello que uno encuentra razones profundas y extensas para entender, ese horrible encono de los gringos contra el Libertador, y es que no puede existir empatía entre el carácter mercantilista del sajón del Norte y la grandiosa obra del Libertador (forjada en todo instante en los linderos de la muerte y la poesía trágica). Los gringos y nosotros, por fuerza tenemos que repelernos. Empecemos por recordar que España y Francia prestaron grandes servicios a la causa de la independencia de los EE.UU. Venezuela, en los inicios de su revolución, esperaba contar con la ayuda de países amigos de la libertad para emprender su terrible tarea de independizarnos de España. No hay duda de que tenía fe en el vecino del Norte, que hacía poco se había liberado de la dominación de Gran Bretaña. Es decir, considerábamos a los norteamericanos hermanos por haber sufrido los efectos funestos de la colonización y por ser, después de todo, hijos del Nuevo Mundo; que además conocían los tremendos sacrificios que representaba enfrentarse a países poderosos por tradición guerrera, como lo eran los viejos imperios de Europa; que sabían que nuestra lucha sería más enconada, por cuanto iba a ser afrontada por un pueblo agobiado por la servidumbre de 300 años, sin recursos militares, sin ninguna experiencia en la administración de gobiernos, sin ejércitos y sin fuerza de cohesión popular organizada.

  5. Aunque al principio se buscó ayuda en el Norte, la gran esperanza se concentraba en Inglaterra, donde Francisco de Miranda desde hacía muchos años realizaba una ardua labor revolucionaria y diplomática. Estas esperanzas se desvanecieron cuando Inglaterra, dirigida, como siempre, por intereses meramente mercantilistas, decidió atender la situación de España frente a su lucha contra Napoleón. Para entonces, ya Venezuela había quemado las naves y se encontraba en pleno hervidero revolucionario. Nunca pueblo alguno se lanzaba a una lucha de liberación en medio de recursos tan deplorables y rodeado por el sombrío desdén y el silencio de las naciones más poderosas. Parecía que Bolívar decidido a desafiar los mil demonios de la guerra y la adversidad, contando sólo con su valor y el valor de unos cuantos compatriotas. El terror y la tragedia no tardó en llegar, y aunque Bolívar -como veremos- estaba dispuesto a luchar contra el mundo entero, si el mundo entero se oponía a la causa de la libertad americana, el grueso de los políticos no podía dejar de considerar la posibilidad de un tratado con algún país poderoso. En este sentido, encontrándose casi todos los caminos cerrados, se pensó seriamente en solicitar ayuda a Rusia. A tales extremos nos habían llevado el aislamiento y la desesperación, que se pensaba en un país tan extraño y desconocido para nosotros, tan distante en todos los sentidos y que además era gobernado por una aristocracia más bien dependiente de la Santa Alianza y que tenía grandes intereses en común con los imperios monárquicos de Europa. Eso podía catalogarse de locura o síntoma de una pavorosa desorientación, de la más desastrosa agonía moral.

  6. Contemplando aquel cúmulo de formidables obstáculos: ¿qué hacía el poderoso del Norte, nuestro vecino? La rica, fresca, impasible, extensa y vigorosa América del Norte contaba 35 años de haberse declarado independiente cuando firmamos nuestra declaración en 1811. Así, pues, que no debía ser por falta de madurez y poder por lo que EE.UU. se mostraba reacio a dar una contundente ayuda a nuestra lucha. A diferencia de los gobernantes del Norte, Simón Bolívar acabaría dándole la libertad al extenso territorio de la Nueva Granada, hoy el país de Colombia; cruzó los Andes e independizó también Ecuador, Perú y fundó la República de Bolivia. No sólo esto, sino que quería inmediatamente hacer planes para dar la libertar a Cuba y Puerto Rico. Incluso pensó en liberar a la misma España de su oprobiosa monarquía que la degradaba, envilecía. Es de advertir que la libertad de Cuba se vio estropeada durante dos generaciones, porque EE.UU. en connivencia con Inglaterra hizo saber a nuestros patriotas que no estaban de acuerdo con la inmediata independencia de aquella isla.

  7. Es decir, que si EE.UU. permitía que nos debatiéramos en la más oprobiosa escasez de recursos era sencillamente porque poco le interesaba nuestra condición de esclavos. Fue así como durante más de diez años mantuvo una inexcusable imparcialidad a pesar de los innumerables pedidos de ayuda de nuestro pueblo. A veces su imparcialidad se traducía en burla, en desprecio e incluso en una sórdida alianza con los enemigos de la revolución. Los patriotas, fatigados de recibir negativas y excusas de neutralidad frente el invasor español, decidieron cancelar sus ansiosos pedidos a EE.UU. En cambio, Haití, uno de los países más pobres del mundo, trastornado por toda clase de calamidades sociales y económicas, tuvo la infinita nobleza y generosidad de ofrecer hombres, armas y dinero para nuestra libertad. Compárese el pasado con el presente y véase la funesta actitud del país del Norte ante los débiles de Latinoamérica. Cuando sus navíos de guerra se movilizan en Latinoamérica no lo hacen por motivos humanitarios, sino porque peligran sus negocios, su backyard, la parte trasera de su imperio, los escombros y el muladar de su corral.

  8. Detengámonos un momento y veamos en qué consistía la imparcialidad de Norteamérica en nuestro conflicto. Primero, el gobierno del Norte hizo presos a numerosos ingleses que venían a servir bajo las órdenes del Libertador. Además, promulgó una serie de leyes para impedir cualquier clase de auxilios a los patriotas. Una de ellas decretaba diez años de presidio y diez mil pesos de multa al que en Norteamérica quisiera proteger la causa de los independientes suramericanos. Según palabras del propio Bolívar, estas leyes inexorables equivalían a declarar la muerte a los que simpatizaban con nuestra revolución. Disposiciones que se mantenían aún vigentes para el año de 1819, ocho años después de haberse firmado nuestra declaración de independencia.

  9. En 1818 se presentó un suceso en extremo interesante porque nos muestra la doble cara, propia de Tartufo, con que los norteamericanos tratan a nuestros desgraciados pueblos. Dos goletas, la Tigre y Libertad, provenientes de EE.UU. entraron por el Orinoco. Bajaban por la región de Angostura para abastecer de armas y alimentos a los realistas. En esta zona se preparaban serios combates y el Libertador había decretado un bloqueo, el cual hizo público a las naciones del mundo. Las dos goletas, haciéndose las inocentes, pretendieron burlar nuestras fuerzas, pero fueron apresadas y se les confiscó cuanto llevaban. Debemos recordar que Bolívar era invariable y severo en todo cuanto concernía a nuestra soberanía y dignidad. Incluso hubo momentos en que desafió al propio Cielo, porque algunos creían ver en ciertos fenómenos naturales causas de oposición divina a nuestra libertad. El honor en él era esencial para el sentido de la misma sobrevivencia. La precaria condición de nuestros pueblos al respecto, lo mató prematuramente. En sus últimos años, viendo al país destrozado por las miserias y las estridencias de los partidos, exclamó: En América no hay dignidad y tengo vergüenza de llamarme americano.

  10. Al saber los yanquis que habían sido detenidos estos dos buques, pidieron a través de su agente en Venezuela una inmediata indemnización. Se consideraban "heridos" en lo más profundo de sí, porque no hay nada que "martirice" tanto a los sajones del Norte como aquello que tenga que ver con los negocios del dólar. La justicia de esos países puede perdonar a un criminal, pero jamás a un mal negociante. Así, pues, interviene el agente norteamericano cuyo nombre es Bautista Irvine; su lenguaje es quejoso y acusa de ilegal y abusivo el apresamiento de los buques. Exige explicaciones. Se desata entonces un intercambio de correspondencia donde Bolívar asume el caso con todas las de un jurista experto en asuntos internacionales. El argumento principal que esgrime Irvine es que se le ha hecho daño a los neutrales. En este caso al gobierno norteamericano, quien ha declarado al mundo que no tiene interés alguno en participar en nuestra contienda con España. Bolívar responde: ¡Neutrales! quienes han intentado y ejecutado burlar el bloqueo y el sitio de las plazas de Guayana y Angostura, para dar armas a unos verdugos y para alimentar a unos tigres, que por tres siglos han derramado la mayor parte de la sangre americana. ¡Sangre de sus propios hermanos! En esto último debemos reconocer que Bolívar utiliza un argumento ineficaz a la sensibilidad del norteamericano. Los yanquis jamás se han considerado nuestros hermanos. Mover estos resortes era del todo inútil, como veremos más tarde.

  11. Irvine replica diciendo que ellos desconocían el bloqueo. Aquí Bolívar lo sorprende en flagrante mentira. Le aclara que en la Gaceta de Norfolk (en EE.UU.), del 6 de enero de 1817, había sido publicado el estado de bloqueo a dicha zona. Que el buque Tigre no zarpó hasta el 17 del mismo mes y que este argumento -ratifica el Libertador- es de por sí bastante para declarar a la Tigre como buena presa. "Desde el momento en que este buque -le escribe el Libertador- introdujo elementos militares a nuestros enemigos para hacernos la guerra, violó la neutralidad y tomó parte en nuestra contienda a favor de nuestros enemigos y del mismo modo que, si algunos ciudadanos de los EE.UU. tomasen servicio como españoles, estarían sujetos a las leyes que practicamos contra éstos; los buques que protegen, auxilian o sirven su causa deben estarlo y lo están. Casi al final de este documento -del 6 de agosto-, que consta de unas seis densas páginas, Bolívar arremete: ¿No sería muy sensible que las leyes las practicase el débil y los abusos los practicase el fuerte? Tal sería nuestro destino si nosotros sólo representásemos los principios y nuestros enemigos nos destruyesen violándolos. Aquí Bolívar nos revela una fuerza de predicción tremenda con respecto a la política del Norte. Nada más cierto esto de que EE.UU. siempre exige cuando le conviene el cumplimiento de las leyes, pero se ríe en las mismísimas barbas del débil el día que las viola. Todavía está fresco en Latinoamérica la extraña manera de aplicar la "hermosa" Doctrina Monroe, dando apoyo al imperio Británico en el caso de las Malvinas. Sin duda que bajo las órdenes de Bolívar se podía confiar; era Bolívar de esa clase de hombres que jamás dejan a sus compatriotas en la estacada, llevando hasta sus últimas consecuencias la defensa de nuestra soberanía, la integridad de nuestro territorio, y las promesas sublimes de hacer libre a todo el continente latinoamericano.

  12. El agente Irvine no cesa en su contrarréplica. A mediados de agosto responde al Libertador. Dice que los comerciantes neutrales no deben abandonar su profesión por hacerse partidarios políticos. La mente de Bolívar, siempre en ebullición, estalla: Si es el libre comercio de los neutros para suministrar a ambas partes los medios de hacer la guerra, ¿por qué se prohibe en el Norte que se nos ayude? ¿Por qué a la prohibición se le añade la severidad de la pena, sin ejemplo en los anales de la República del Norte? ¿No es declararse contra los independientes negarles lo que el derecho de neutralidad les permite exigir?

  13. El agente Irvine calla por unos días. Por el modo que responde se ve que no lee cuidadosamente los documentos de Bolívar. Tal vez está convencido que para triunfar nada más fácil que insistir una y mil veces en los planteamientos primeros de la discusión: declarar ilegal el arrestamiento de los buques y exigir una indemnización. Pero estos trucos no van con Bolívar. A cada lamentación, el Libertador lo pone en su lugar, ya sea con argumentaciones que muestran un profundo dominio de las leyes internacionales, como con el valor y el derecho natural de los pueblos a defender su libertad. Poco a poco el agente va perdiendo fe en sus reclamaciones; pero su terquedad y el verse humillado por la razón del jefe venezolano le hacen tomar un camino de lo más extraño. De pronto cae en un terreno vulgar, de burlas y desprecios. Dice que los independientes no tienen poder suficiente para imponer un bloqueo, que nuestras fuerzas militares son insignificantes, sombras de sombra. "Sombras de sombra" son palabras textuales del agente yanqui. En resumen, que nuestro ejército es incompetente, exiguo y hasta risible. Bolívar lo detiene diciéndole que no va a caer en ese terreno de bajos insultos; que no habiendo acuerdo entre los dos es preferible someter el caso a unos árbitros y que ellos decidan. Que ha decidido suspender la correspondencia con él para que no degenere en farsa. No me atrevo a creer -le dice Bolívar- que sea el objeto de usted convertir en ridículo una conferencia seria por sí misma y por las personas que la tratan…

  14. Entre las burlas del agente Irvine que más nos llaman la atención está la expresión caballería nadadora. Asegura el Libertador que en su ejército existe una división con ese nombre. El yanqui no sabe si le habla en serio o le toma el pelo. Esa caballería nadadora, según el propio Bolívar, había realizado proezas inauditas. Se lanzaban a caballo a ríos caudalosos como el Caura, el Caroní y el Apure para abordar y abatir buques enemigos. A Irvine le parece que esto es lo más ridículo que ha oído en toda su vida. El hecho es en sí mismo revelador de la extraordinaria imaginación de Bolívar, siempre lindando con lo poético, a la vez que pone de manifiesto la árida mente del yanqui restringida a menesteres habilidosos y prácticos. En efecto, esas imposibles caballerías de río existieron e incluso fueron las que dieron una fama tremenda a nuestro caudillo José Antonio Páez. No era la primera vez que un extranjero pretendía burlarse de nuestros patriotas durante la guerra de independencia. Por ejemplo, el biógrafo de Bolívar, Loraine Petrie, nos dice que en la emigración de toda Caracas, el año 14, el Libertador, a pesar de la desesperada situación de su empresa, consideró el envío de un agente para inaugurar las relaciones de Venezuela con Gran Bretaña. ¡Esto -dice Petrie- en un tiempo en que la República estaba en las últimas! Hay algo -añade-, mezcla de ópera cómica, que parece inseparable de muchas cosas suramericanas. No sabemos dónde ve este señor lo grotesco. Harán ópera cómica quienes no están poseídos de una verdad total y absoluta como la que poseía Bolívar; quienes divagan y no hacen nada, quienes amenazan sin fuerza moral; los que carecen de coraje y balbucean en las plazas públicas un lenguaje rancio de peleas miserables y locales. Queremos aclarar un poco más el asunto de las caballerías nadadoras, ésas que hacía reír a Irvine. Lo haremos en expresiones de un escritor inglés que quedó profundamente maravillado por sus relatos. Refiriéndose Cunninghame Graham a las proezas de estos llaneros -que con lanzas en los dientes desafiaban caimanes y abordaban buques y flecheras- dice: Probablemente es la primera vez en la historia que una caballería diese una escaramuza en el agua. Solamente hombres como los llaneros de aquellos días montados en caballos acostumbrados a las exigencias de seis meses de inundaciones de la región podían echarse al agua como perros de Terranova para realizar semejante hazaña.

  15. Finalmente Bolívar concluye el asunto con Irvine advirtiéndole que si no somos tan poderosos en cantidad de armamentos y soldados, la habilidad y el valor suplen con creces esas deficiencias. Que se ha visto con frecuencia que un puñado de hombres libres pueden vencer a imperios poderosos. Que es lo mismo para Venezuela combatir contra España que contra el mundo entero, si todo el mundo la ofende. Van implícitas en estos argumentos de Bolívar las ideas morales de Tolstoi y de Gandhi sobre los conflictos bélicos. Aunque estos dos humanistas eran severos pacifistas, aseguraban que en la guerra obtenía la victoria quien contase con más fuerza moral, con más seguridad en sus derechos y principios. Fue para el Libertador tan enojoso este asunto de los yanquis que jamás lo pudo olvidar. A finales de 1825 llamaba a los yanquis "regatones americanos". Regatón, como se sabe, significa vendedor al por menor, persona que regatea mucho. Este es el mejor título que le queda al país de los best sellers, al que vende el amor, que vende sus presidentes, que negocia con la mafia y con tiranos y que trafican hasta con Dios en mil sectas o compañías diferentes. "Aborrezco a esa canalla del tal modo -dirá el Libertador- que no quisiera que se dijera que un colombiano hacía nada como ellos". ¡Qué ironía: cuando hoy inmensas oleadas de esos llamados "colombianos" se desviven por ir a Estados Unidos y hacer todo como lo hacen los yanquis! Recordar a Bolívar y a nuestra historia aviva en nosotros el sentimiento antinorteamericano...

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