Pues hay en alguna parte una vieja hostilidad

Domingo, 05/05/2019 11:14 PM

"La vida llama poderosamente al hombre. Así reclama de cada cual que se resuelva por una actitud única, que se decida o para la obra perdurable o para la vida en el tiempo".

El Comandante estaba enfermo y nadie lo sabía. Se moría y nadie lo sospechaba; este secreto de su sufrimiento, de su enfermedad y de su muerte, también lo absorbió totalmente en la tarea de formularlo en defensa del pueblo, a fin de cumplir cabalmente incluso esta obra última, preparada desde largo tiempo atrás. Esa muerte comenzó muy temprano en su cuerpo y calladamente conducido a través de la vida; desde un principio, la muerte estaba entregada como elemento creador a ese último y vástago de su estirpe y creció con su crecimiento, irrefrenable e insensiblemente. A veces esa voz del más allá hablaba con él en lo más misterioso de sus versos, y entonces se percibía en ellos la vibración conmovedora, y que nunca procede de lo terrenal.

Sobre la muerte ajena, las estrofas sombríamente vestidas del "Réquiem", ¿qué eran sino presentido canto fúnebre y llamamiento de la muerte propia? La sintió interiormente, desde hacía años, pero, como a todo sentimiento, la elevó grandemente y la transformó en poesía hasta que aquello que tenía de trágico ya no era sino lamento sonoro y hasta que la advertencia misma de lo perecedero se convirtió en inmortalidad. Pero los que le escuchábamos con cariño, encantados por su música, queríamos a la muerte que crecía en él, sin sospechar nada, nos deleitábamos en esa dulzura rara, en ese deshacerse bienaventurado, y lo estimábamos como una ofrenda. Y sólo cuando esa muerte golpeó brutalmente al país, como una puerta que se cierra con estrépito, nos sobresaltamos, y ahora vemos aturdidos el vacío que se ha producido y recocemos la pobreza de nuestra supervivencia.

Pero disputar con esa muerte y llamarla prematura y cruel. Por muchas que sean las cosas no dichas y las posibilidades indecibles que esta muerte nos arrebató, sin embargo, el que nos haya conservado hasta el último instante una espléndida imagen inalterada y presentado el recuerdo del Comandante como algo perfecto, como suprema seguridad de todo esfuerzo espiritual, egregia garantía para toda juventud de que la concentración del alma y la pureza de la existencia del Comandante son posibles aún hoy, en este mundo nuestro.

Ante tan elevada, tan rara experiencia, aun el duelo se torna humildad y lamento, se diluye en gratitud. No nos quejamos, pues; alabemos más bien al Comandante en medio de nuestra pena, y así como la fosa abierta, hundamos tres veces el grumo de nuestra palabra en pos de sus despojos mortales. Queremos agradecerle en nombre del pasado, del presente y del tiempo que aún espera. ¡Démosle las gracias!

¡Gloria y respecto, al Comandante Hugo Rafael Chávez Frías, te debe el pasado que te vió crecer a través de la humildad y la paciencia, desde el comienzo enjuto hasta la perfección grande: ejemplo para toda juventud y modelo para todo revolucionario venidero!

¡Gloria y respeto te debe, Comandante Hugo Chávez, nuestro presente, al que una vez más enseñaste lo más raro y preciso, la imagen del revolucionario como unidad y pureza!

¡La Lucha sigue, Comandante¡

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