Artículos de limpieza

Monitorear a Bush

Lunes, 20/06/2005 12:12 AM


Aquella mañana la Casa Blanca amaneció más blanca que de costumbre, en verdad, casi pálida. Un letrero con mano nerviosa manchó la blancura de la mansión. El jefe de seguridad en persona se encargó de tapar, con la rapidez que ameritaba el caso, aquellas subversivas letras. Pero la tranquilidad duró poco. El jefe de limpieza también se encontró con el mismo letrero en uno de los pasillos que daban al jardín. La orden fue clara, había que borrarlo de inmediato. El resto del día transcurrió con normalidad, nuevos soldados norteamericanos muertos en Irak, la OEA votaba en contra de un programa de monitoreo a las democracias latinoamericanas, y hasta Derbez pedía la extradición de Luis Posada Carriles.

Al día siguiente volvieron los letreros. A pesar de las cámaras de circuito cerrado de la Casa Blanca, no había manera de dar con los culpables. Se borraron de nuevo pero alguien informó a la prensa que algo raro estaba pasando en la casa presidencial.

Esa noche se redoblaron las medidas de seguridad. Hasta Rumsfeld pidió dormir con los soldados de seguridad, para vigilar de cerca al presidente, según dijo. Lo cierto es que los letreros aparecieron de nuevo con la mañana. Y lo peor, antes de que fueran borrados, un fotógrafo de Newsweek fotografió uno de esos letreros y ya no fue posible ocultarlo.

La seguridad pasó de gas mostaza a rojo bolivariano. El FBI y la CIA se movilizaron de emergencia. Roger Noriega y Vivanco dieron declaraciones sobre la presunta participación de Evo o de Chávez. Condolezza Rice no quiso dar declaraciones, argumentó que se encontraba indispuesta, porque tenía el “mes”, pero no dudó de la participación de los desestabilizadores latinos.

El gobierno desmintió la versión de Newsweek sobre los letreros y presionó de nuevo a la revista. Newsweek, por supuesto, se retractó, dijo que había sido un invento de uno de sus reporteros y que todo estaba bien. Es que esos reporteros son unos perversos, decir que había páginas del Corán en los sanitarios de los prisioneros árabes de Guantánamo es algo que sólo se le podría ocurrir a una mente podrida.

Pero los letreros siguieron apareciendo. El Pentágono ordenó entonces poner vigilancia en todos los pasillos, en todas las oficinas, en todos los jardines. La medida obtuvo resultados momentáneos porque los letreros empezaron a aparecer ahora en los baños. Bush, que hasta el momento había permanecido silencioso, dio la orden: No quedaba otra alternativa, habría que poner cámaras en los baños. Algunos empleadas protestaron tímidamente pero fueron desoídas sus protestas.

La decisión fue consultada al Congreso y la orden fue tajante: La primera Dama se encargaría de las cámaras de los baños de los hombres, de los baños de las damas se encargó a la revista Playboy, lo que demuestra que en USA hay libertad de prensa, y de los baños de los niños y de los adolescentes se encargaron algunos sacerdotes.

Después de varios días de aparente calma los letreros volvieron, pero esta vez en la mismísima cámara nupcial de la Casa Blanca. Los encargados de la seguridad de dicha alcoba fueron enviados como premio a Afganistán y a Irak. La investigación tomó otros rumbos y se pensó que también podía ser obra de Michael Moore o del camarada Kim Il Sum.

Lo cierto es que las visitas a la Casa Blanca se vieron ennegrecidas con las exigentes medidas de seguridad. Hasta la señorita Corina Machado vio cómo le era decomisado su lápiz labial ante el peligro que pudiera ser utilizado como arma letal contra el país campeón de las libertades democráticas. Pero la señorita Machado no se amilanó, salió muy contenta ante la promesa de Bush de hacer en Venezuela unas elecciones libres y democráticas como las de Irak, o las Kuwait o Pakistán.

El señor Julio Borges también estuvo tentado de ir a la Casa Blanca a pedir financiamiento y a hablar de unos presos políticos, pero se puso a pensar que, años más tarde, cuando se desclasifiquen todos los documentos secretos de la Casa Blanca, podría aparecer fotografiado con las manos en la masa, (qué pena con la gente del este), y decidió entonces ligar en Bruselas. Aprovechó además para hacer unas diligencias en España porque está pensando casarse y ahora allá sí puede.

En fin, que fue la mismísima Laura Bush quien descubrió al culpable. Se levantó una madrugada para ir a hacer pipí y encontró a su marido, spray en mano, escribiendo con letra nerviosa, lo que todo el mundo sabía:

Bush is a terrorist.

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