Embajador Germán Sánchez Otero: “Querían incendiar la embajada”

Capriles Radonski

Capriles Radonski

Germán Sánchez Otero

Germán Sánchez Otero

El juicio a Capriles Radonski por el asedio a la embajada en abril de 2002 continúa, pero él salva su responsabilidad. Los principales agresores están fuera del país. En una visita a PANORAMA, el embajador Germán Sánchez Otero contó cómo sobrevivió el hostigamiento junto con 25 compañeros.

LOS DESTROZOS EN LAS AFUERAS DE LA EMBAJADA FUERON TRANSMITIDAS EN VIVO PARA TODO EL PAÍS A TRAVÉS DE LA TELEVISIÓN.

“Para cuando ya había terminado todo, el domingo 14, visité a los vecinos de la Embajada cubana, en la calle Roraima, Baruta. Me contaron algo que me horrorizó: ‘Querían incendiar la embajada con cocteles molotov’.

Algunos de los que estaban allí afuera, les tocaron las puertas y les pidieron acceder a sus casas para lanzar los cocteles contra la sede y después incendiarla con gasolina, con nosotros dentro. Afortunadamente, los vecinos no cedieron”.

Germán Sánchez Otero, representante de Cuba en Venezuela, narra cómo fue su vivencia durante los hechos del 12 y 13 de abril de 2002, cuando un grupo de opositores, cegados por la ira, asedió la sede de la Embajada.

Los autores

“Yo, en realidad, he declarado poco sobre el tema, casi nada, porque pienso que ese hecho fue juzgado por el pueblo venezolano, que es lo más importante, y aún más, por la opinión pública internacional.

Uno de los autores intelectuales, auspiciadores y de los que dirigieron las operaciones fue Salvador Romaní”.

Antiguo agente cubano, Romaní es un disidente y conspirador, férreo opositor a los gobiernos de Hugo Chávez y Fidel Castro.

“Este señor llama a las 8:00 de la mañana el día 12 para informar, a la persona que le salió por teléfono, que se dirigía con un grupo de gente a tomar la embajada por asalto.

Cumpliendo con nuestra responsabilidad ante la amenaza, llamamos a la primera instancia que hay que llamar en este caso, que es la Alcaldía de Baruta. Personalmente llamé al alcalde Henrique Capriles Radonski, pero no salió al teléfono.

Le dejamos el recado. Se llamó al jefe de la policía, no estaba presente. Y, luego de insistir nuevamente, un funcionario nuestro se comunica con el jefe de operaciones de la policía de Baruta.

Sobre las 9 menos 20, toca el timbre de la embajada nada más y nada menos su compinche, el abogado Ricardo Koesling”.

Rememora Sánchez Otero que en el año 2000, Koesling presentó ante las cámaras de televisión a un supuesto “superagente” cubano, Álvaro Lozada, que decía que había 300 agentes suyos infiltrados en todos los cuarteles venezolanos, lo que enervó a la oposición.

“Después el tipo se arrepintió, porque lo que le habían prometido no se lo cumplieron, que era llevarlo a Estados Unidos y darle no sé qué cantidad de dinero. Entonces se presentó ante las cámaras de televisión para decir que ‘Ricardo Koesling era un farsante”, rememora el embajador.

Una mecha

El abogado informó a la periodista Martha Colomina —“la misma que ‘mató’ a Fidel Castro hace una semana, recuerda el embajador—, que dentro de la sede estaba Diosdado Cabello, entonces vicepresidente de la República, y otras personas.

El jefe de operaciones de la Alcaldía, me imagino que bajo el conocimiento, con la autorización y dirección del alcalde, mandó dos policías para proteger la embajada de una agresión. ¡Dos policías contra el centenar de personas, ávidas de venganza y rencor, ciegas de rabia e ira! Las autoridades estaban, literalmente, con los brazos cruzados.

Después se empezaron a sumar otras personas, y a enardecerse, y a romper los carros que estaban al frente de la embajada, y a decir barbaridades.

‘Tendrán que comerse las alfombras’, fue la amenaza. Delante de las cámaras de televisión se vio cómo cortaban la electricidad y el agua, y dejaban sin ellas a niños y mujeres. Serían como las 12:15.

Mientras, los policías no hacen absolutamente nada.

Ahí está la responsabilidad del alcalde Capriles Radonski. Hay otros responsables, como Romaní y Koesling”.

Y mientras, los policías no hacían nada. Destruían los carros, los lanzaron dentro de la embajada, les cortaron la electricidad y el agua, pusieron en riesgo sus vidas(...).

En la sede

“Capriles Radonski declaró al Nuevo Herald, hace dos meses, que él no sabía nada, que él se enteró a las 3:00 de la tarde.

Hizo una comparación que, si no fuera tan torpe, diría que es absurda y lamentable: ‘Es como si al alcalde de Nueva York se le exigiera no haber impedido los actos terroristas de las Torres Gemelas’.

¡Tamaña comparación! En el caso del alcalde de Nueva York, efectivamente, fue un hecho imposible de prever y de evitar, pero en el caso, salvando las distancias, de la embajada de Cuba, resulta que sí se le avisó que la gente iba para allá, que sí se transmitió por televisión cuando estaba ocurriendo todo y resulta que sí pudo haberse impedido y no se hizo”.

“El alcalde no entró a la embajada porque lo llamamos. Ellos ingresan a la embajada como parte de un momento muy tenso.

Eran las 3:00 de la tarde, y entonces aquella turba, alguien, me imagino que Romaní, Koesling, o alguno de ellos, empiezan a decir por un megáfono que nos daban una hora para que abriéramos la embajada y entregáramos a, que supuestamente estaba allí asilado, Diosdado, o simplemente ellos irrumpían y tomaban la embajada.

¡Ahora nos daban una hora para que nosotros actuáramos!”.

Defensa

“Nos aprestamos a defender la embajada, como hay que defender un pedazo del territorio de un país agredido, con todo lo que pudiéramos. Éramos 25 cubanos.

La tensión crecía. Esa gente había hecho todo. Sólo faltaba entrar a la embajada.

Estaba yo revisando la situación compañero por compañero, cuando oigo unas voces de afuera, aparte de los gritos salvajes. ‘Somos gente de paz, queremos dialogar’.

Después de consultar con los dirigentes en La Habana, optamos por dialogar con el grupo, para saber quiénes eran y explicarles nuestra posición.

Quisimos aclararles que nosotros teníamos derecho de darle el asilo allí a quienes estimábamos, porque ése es un derecho irrenunciable de cualquier país soberano. Eso es derecho internacional elemental.

Así fue que permitimos que entraran ellos. Se hizo mediante una escalera, porque si se les abría la puerta, iban a irrumpir violentamente los sitiadores.

Una vez que llegan ellos, a los 10, 15 minutos, se presenta el alcalde Capriles Radonski y dice que él quería participar también en el diálogo.

Con mucho gusto, somos gente civilizada. Lo dejamos pasar, de la misma manera, subiendo por la escalera. Pero jamás llamamos al alcalde. Eso está también filmado”.

Y comenzó la tentación de los funcionarios, buscando que cedieran en dejar entrar a la turba a la sede diplomática. “Primero hubo una especie de ablandamiento de la gente que había entrado. Ellos, una y otra vez, nos insistían que querían revisar, comprobarlo, para poder decirle a la gente que estaba allá afuera, que no había ningún asilado.

Por supuesto, nosotros nos negamos rotundamente, y les explicamos, por razones propias, por qué no podíamos hacer eso. Era incumplir el derecho internacional, rendirnos ante la barbarie. ¡No!

Después el alcalde, cuando ingresa, reitera la misma idea, una y otra vez. ¡No!

Capriles Radonski salió. En vez de cumplir con el papel de conciliador, de autoridad, de jefe, sólo dijo que no le habían dejado revisar la sede. La turba se encendió más.

Silencio mediático

En la noche, el presidente de la Conferencia Episcopal Venezolana, el difunto cardenal Ignacio Velasco, intentó mediar por los sitiados. Entró a la sede a través de la puerta, ya que por las limitaciones no podía subir la escalera en la pared. Tuvo, en palabras del embajador, “una actitud muy decente, acorde con los principios humanitarios.

Le decimos nosotros: ‘Monseñor, usted mismo es testigo del grado de irracionalidad, que nos dejaron sin electricidad, sin agua... Disculpe que no le ofrezcamos agua, café, algo de tomar(...)’.

Globovisión, en ese momento, nos pide ser testigos de la conversación. Le acotamos que no, que era un diálogo bilateral. Pero que sí le íbamos a dar la entrevista como primicia.

Les dimos la entrevista y, asombro, nunca jamás transmitieron las declaraciones. Las mías, me lo explico, pero ¿las del cardenal? Bueno, también me lo explico, porque el cardenal fue respetuoso, y dijo lo que estaba pasando allí”.

Una de las páginas más oscuras del derecho internacional, cometido por un grupo que sirvió de ciego instrumento para intereses superiores, culminó el 14 de abril en la madrugada. Chávez volvió al poder.


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