Ellos no son locos


Ellos no son locos. Ni han perdido la chaveta. La Coordinadora, mal llamada Democrática, si ha decidido desconocer los resultados del referéndum revocatorio e inventar un fraude, es porque no le queda otro remedio. Veamos por un momento, que hubiese ocurrido si, la madrugada del 16, el grupito Mendoza, Ledezma, Ramos Allup y Asdrúbal Aguiar hubiese declarado esta batalla se perdió, lo aceptamos. Los efectos hubiesen sido catastróficos: los votantes por el “sí” hubiesen repudiado una dirigencia inepta que los condujo a una pelea sin perspectivas, malgastando millones de dólares y paralizando al país en un enfrentamiento agotador. Esa dirigencia maltrecha y embustera hubiese sido expulsada instantáneamente del plano político. Para la inmensa mayoría de la minoría, fundamentalmente honesta pero confundida, únicamente hubiese quedado como posible la perspectiva de reconstituir la lucha política de oposición alrededor de nuevos actores, más serios y dotados de una renovada sensibilidad social.
Pero ellos, pobres dirigentes, ineptos y cínicos, capaces únicamente de aplicar la vieja metodología de la trampa y la manipulación, hubiesen sido catapultados ipso facto al cesto de la basura. Es por ello que la dirigencia de la Coordinadora, sacó muy bien sus cálculos.

Colgándose de las falsas pancartas de un fraude inventado, prefirió arriesgarse a convertirse en los coordinadores únicamente del núcleo duro de la oposición, de ese pequeño porcentaje de verdaderos perdedores que sienten amenazados sus privilegios, sus negocios sucios, el manejo egoísta y cruel de su indecente poder económico, y, junto con ellos, del relativamente pequeño margen de los que, perdida toda capacidad de reflexionar, sirven gustosamente a sus amos. Los dirigentes de la Coordinadora no son locos. Son criminales. Porque lo que saben hacer no es política. Lo que saben hacer es aplicar las torvas maniobras de las mafias, el chantaje, la manipulación, la agresión alevosa, la mentira cínica.

Antes que desaparecer totalmente prefieren reducirse a ser los megáfonos de los pocos irreductibles, pocos pero poderosos, que jamás aceptarán un estado de verdadera justicia social. A todos los demás, los tres millones y pico de venezolanos que votaron “si”, y que esencialmente se ubican en las clases medias, hay que dedicar ahora, una labor especial de aclaratoria, de convencimiento, casi de liberación del maleficio. A esa gente los medios de comunicación les han hecho un “trabajo”. Los han conducidos, cual zombies, a aceptar mentiras y a respaldar innumerables bellaquerías. Ahora hay que exorcizarlos y llevarlos luego, con espíritu sincero de fraternidad, a respirar hondo, a sentarse a recapacitar y a reanudar el trabajo de todos los días.

Pero no sólo esto. El sueño de un país decente, democrático y justo, tan bueno como el mejor del mundo (que ellos también se merecen) debe llegar a ser el de ellos también. Convencerlos, en fin, de que todos ganamos con una revolución de la justicia, de la eficacia y de la decencia. Al fin y al cabo, lo dicho tantas veces por Hugo Chávez Frías, que lo que aquí está planteado es que todos, quien más quien menos, lleguemos a ser clase media, no supone una utopía irrealizable. Si lo han logrado los suecos, también podemos hacerlo los venezolanos. Eso sí, tan solo es necesario que lo hagamos mejor...

Desde luego hay que recibir con suma atención el señalamiento que no todo lo que se está haciendo corre por esos rieles. Que todavía la corrupción y la ineficiencia atrapan y ensucian demasiado las buenas intenciones y los buenos programas. El punto central se reduce a un asunto muy simple: si queremos que este proceso tenga éxito, es necesario hacer las cosas bien. Ni más ni menos que esto. Y por lo tanto, como dijo enérgicamente el Presidente, la acción política debe nutrirse de la crítica y de la autocrítica como remedios capitales contra las enfermedades crónicas producidas por la burocracia y el oportunismo. Pero aún más importante y decisiva es la lucha contra la corrupción y la ineficiencia en todos sus matices y formas. Sus resultados serán el mejor argumento para que los compatriotas todavía engatusados y enceguecidos se nos unan y colaboren en este parto tan difícil.
Un país mejor también será de ellos.



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Juan Pedro Posani

Arquitecto y artista plástico. Director General del Museo Nacional de Arquitectura de Venezuela.


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