A pesar de su certeza, pocas veces están conscientes los propios especialistas y los que ocupan cargos de representación popular, de la rigurosidad de la frase con la cual titulamos este artículo. Existen hechos, situaciones, acontecimientos y circunstancias, de origen natural o humano, de signo positivo o negativo y de diversa índole que, indefectiblemente, se reflejarán en la esfera económica de nuestro entorno.
A mero caso de ejemplo, voy a referir el caso del tránsito automotor caraqueño. Es un hecho público y notorio que dicho desplazamiento diario, necesario para el cumplimiento de todas nuestras actividades dentro del territorio de nuestra urbe, el llamado casco central y toda la conurbación denominada Gran Caracas, es cada día día más difícil, más congestionado y arduo y, por ende, nos hace consumir cada día una porción creciente de nuestro valioso y escaso tiempo.
Conspiran a favor de tal cogestionamiento vehicular los elementos estructurales relativos a la topografía de nuestra capital y el mero crecimiento de la misma, aunados al auge económico resultante de políticas públicas y desarrollo creciente. Por otra parte, está la carga cultural de signo individualista, egoísta, de priorizar, maximizar, y casi que reificar el uso preferente del vehículo particular de uso personal; para lo cual, hay que decirlo, conspira también la insuficiencia y deficiencia de los medios de transporte masivo.
Como aproximación al costo económico del congestionamiento vehicular caraqueño, podemos estimar que si el PIB de país fue en 2008 , a precios corrientes, de Bs. F. 674 millardos y calculamos el PIB diario y asumimos que el 20% del mismo se genera en la Gran Caracas, arribamos a la conclusión de que, fácilmente, el costo de las horas/persona perdidas en nuestro tránsito caraqueño supera los Bs. F. 92 millones diarios, es decir, Bs. F. 33,7 millardos al año. Esto es el 5% del PIB anual de Venezuela.
(*)Publicado originalmente en Ciudad ccs; N° 1, Sábado, 8 de agosto de 2009