La mala memoria y los anticomunistas

Tremenda sorpresa se llevaron  las élites de EEUU y Europa cuando supieron que el Ejército Rojo había conquistado Berlín y tomado por asalto el búnker de Hitler. No salían de su asombro que unas fuerzas armadas sometidas al acoso por las divisiones alemanas durante cinco años se habían recuperado y había pasado a la ofensiva de manera arrolladora liberando del yugo nazi, en tiempo record, la mitad del continente europeo, mientras los mentados Aliados manguareaban por el Mediterráneo y el norte de África.

Con mala intención venían retardando el famoso día D o desembarco en la Normandía francesa a la espera que las tropas soviéticas se desgastaran y echaran tierrita diciendo que no podían con los chicos malos del matón de Hitler. Pero se olvidaron que el padrecito Stalin tenía una doble  arma secreta: el alma rusa condensada en la imagen de la Gran Madre Patria y el Partido Comunista.

Esta formidable acción del Ejército Rojo y del pueblo soviético desencadenó una histeria nunca vista en las élites de EEUU y Europa. Miedo  y pavor que dio nacimiento a los acuerdos de Yalta y a una cosa que todavía llaman La Guerra Fría.

Churchill con más palos que una caja de fósforos lanzó la frase de la Cortina de Hierro para referirse a la nueva división política e Europa. La URSS de solo país socialista y  aislado pasaba a contar con el apoyo de más de diez países de la Europa Oriental que antes de la Segunda Guerra Mundial pertenecían  a los imperios y al gran Capital. Se les había volteado la tortilla y lo menos que podían hacer los capitalistas  era reaccionar y contraatacar. Y lo hicieron. A su manera.

La derecha gringa, siempre fría y calculadora, diseñó en tiempo breve una campaña para separar a comunistas y socialistas de la noción de individuo, derechos, democracia, libertad y patria. Podemos resumir esta estrategia en la frase: Better dead than red” (mejor muerto que rojo) surgida en los laboratorios de la guerra sucia y que asociaba el color primario rojo al partido comunista, a la izquierda o a las fuerzas progresistas. Todo en un mismo saco.

Quien era señalado de comunista no podía ser patriota, no podía ser un ciudadano, era un paria. Peor que un indio en la época colonial y podía ser sometido al escarnio, grupo familiar incluido, detenido y condenado. A muerte. Con horror recordamos el asesinato en la silla eléctrica norteamericana de la pareja de científicos de apellido Rosenberg acusados de rojos a comienzos de los años 50 del pasado siglo XX. 

A la luz de estos antecedentes resulta fácil comprender como Chapita Trujillo y Anastasio Somoza, dictadores de Santo Domingo y Nicaragua, respectivamente, eran considerados por los medios de comunicación de EEUU y satélites, paladines de la libertad, mientras que Jacobo Arbenz, el presidente guatemalteco, progresista, que se atrevió a repartir tierras a la peonada era comunista, daba mal ejemplo y debía ser castigado. Y así fue. La prensa, la radio lo insultaron, inventaron las peores calumnias y lo acosaron. Derrocado  deambuló en el exilio durante más de una década hasta que un día amaneció muerto en un hotel. Cosas de los imperios.

Cuando finaliza la década de los 50 aparece  la Revolución Cubana a solo 100  kilómetros de EEUU y el imperio elige un presidente católico y demócrata que consiente la invasión a Bahía de Cochinos con el consiguiente revolcón que todos conocemos. Unos meses antes el enardecido pueblo caraqueño le había caído a piedras y a patadas al carro donde iba Richard Nixon, para entonces vicepresidente del imperio. En  menos que canta un gallo el Pentágono apostó un montón de soldados gringos por los lados de Curazao por si acaso  le tocaban al man.

La cosa no pasó de ahí pero las elecciones de diciembre de 1958 las ganó Rómulo Betancourt, acoplaíto con el imperio, arrodillado con un papel llamado Pacto de Punto Fijo donde el pacto de gobernabilidad excluía a los comunistas. Qué raro. Este señor llamado el padre de la democracia lo primero que hizo fue traerse al Kennedy presidente para que repartiera unas tierras que eran de Tiquire Flores por los lados de La Morita, cerca de Maracay, lo segundo prohibir a los partidos Comunista y MIR y lo tercero declarar la guerra a todo lo que le oliera a comunista, a progresista, a izquierdista y que lo expresó en un frase demente: “…disparen primero y averigüen después”. El gobierno de este caballero y de los que lo siguieron,  Leoni, Caldera y compañía batieron el record Guinnes de muertos, torturados, desaparecidos y encarcelados.

Aquí es donde intervienen los medios para justificar tantos atropellos y arbitrariedades. Enfilan baterías contra el diario El Nacional, un periódico serio y progresista y lo someten a un acoso económico que lo deja boqueando y fuera de combate. Aclaro que el impreso al cual hago  mención no tiene nada que ver con el actual partido político Movimiento 2D que imprimen un periódico con el mismo nombre.

Entonces emprenden  una campaña de medios que abarca la prensa, la radio, la televisión y se apoya en los ricos criollos comprados con créditos blandos de la Corporación Venezolana de Fomento.

La consigna central que arropa esta arremetida mediática es sencilla y contundente: “Venezolano siempre, comunista nunca” que contrapone al  canto del Bellaciao, “soy comunista toda la vida y comunista he de morir.”. Esta consigna sirvió de tema a una cuña  de 60 segundos que pasaban por el cine donde se veían imágenes de Fidel, de Raúl, fusilamientos, fosas y terminaban con la imagen de una soga de cadalso mientras el locutor decía: ¡“Venezolano siempre, comunista nunca!

Quien da la cara es un tira piedra llamado  Félix Martínez Suárez, libra su batalla detrás de un micrófono y por supuesto su fuente de inspiración es el cursi y siniestro Rómulo Betancourt con su decálogo de estupideces que amontonadas forman el diccionario de la derecha criolla: El sanedrín estaliniano, una manera de denominar al Comité Central del Partido Comunista de la URSS, la otrora perla del Caribe, para no mencionar a Cuba, y el hombre sin patria y sin Dios para referirse al Che Guevara.

El mentado Martínez Suárez publica en 1963 un pasquín que se convierte en el best seller de la oligarquía criolla, Expediente Rojo, manual de infundios y calumnias contra el PCV y el MIR y en donde se burla de la propuesta de coexistencia pacífica enarbolada por los patriotas  en los años 60. Más adelante lo vemos involucrado en el horrendo crimen que fue la voladura del avión de Cubana de Aviación en 1976. Se las trae.

Ayer como hoy la derecha encontró un nicho en los grupos económicos, en la cúpula religiosa, en los núcleos de inmigrantes europeos, en los centros educativos, en las roscas sindicaleras, para difundir la idea que socialismo es comunismo, que comunismo es hambre y ausencia de libertad. Hoy cambia porque tenemos delante de nosotros un proceso de cambios para bien de todos que cuenta con el apoyo de las mayorías y  del otro lado, en la acera derecha, está una parte de la antigua dirigencia del PCV y del MIR, enchufada en los medios, en los raquíticos partidos, recogiendo migajas y  regocijada por que la oligarquía les ha concedido honores que ellos retribuyen sirviendo de tontos útiles del capitalismo 
 

lucartjesus@yahoo.es



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Héctor Agüero


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