De la inseguridad y los canales escuálidos

El más sentido de los problemas que se detectan en la Venezuela Bolivariana es la sensación de inseguridad de sus ciudadanos ante la delincuencia. Por supuesto, los canales de TV que tienen por objetivo informar tendenciosamente para formar en los televidentes una matriz de opinión contraria al gobierno y generar la máxima animadversión posible hacia el líder de este proceso, hacen uso abusivo de los casos de delincuencia cotidianos, haciéndolos ver como únicos en el mundo civilizado y característica exclusiva de la Revolución Bolivariana; producto del estilo del Presidente Chávez y consecuencia de la inoperancia del sistema policial de un país mal gobernado.

La delincuencia es un problema sumamente complejo y sus raíces suelen ser de muy lenta reducción. Los factores primarios de su existencia dependen de elementos educativos, de justicia y de idiosincrasia, entre otros; los cuales solo se modifican mediante cambios progresivos y sostenidos de toda una infraestructura cultural que no solo calan en la población muy lentamente sino que siempre quedan fuera de control, influencias foráneas ingobernables.

Dada la nefasta globalización cultural, influida principalmente por los medios de comunicación internacionales, profundamente comerciales y deshumanizados, la inseguridad solo puede medirse, comparativamente. Si evaluamos nuestra inseguridad en comparación con la imagen que recibimos de Estados Unidos, mediante su industria del cine y series de televisión, lo que de alguna manera señala la orientación de las organizaciones rectoras de una nación que se considera a sí misma, “ductora del mundo”, nuestro país resulta inmensamente sano ante la cantidad de imágenes norteamericanas, donde pulula el crimen, la corrupción, la truculencia, la injusticia, la neurosis colectiva, la discriminación racial y económica, la drogadicción, la prostitución, el abuso de poder, la brutal intervención policial y militar en otras naciones, la inconciencia ciudadana y el ínfimo respeto a la ciudadanía por parte de su gobierno e instituciones.

Ahora, constituidos varios canales de TV venezolanos en partidos políticos de oposición, y utilizando cualquier acto delictivo en argumento de su propaganda antigubernamental, nos encontramos en presencia de dos factores absolutamente contraproducentes en cualquier intento de reducir la inseguridad: primero, la sensación de vulnerabilidad que van cobrando sus televidentes, lo cual los lleva a adoptar actitudes neuróticas e irascibles que merman sistemáticamente la convivencia civilizada y segundo, la percepción de impunidad que se transmite a quienes tienden a delinquir, lo cual los incentiva hacia la pérdida de cualquier escrúpulo que en el fondo los pudiera inhibir, al disminuirles las sensaciones de riesgo, así como fortalecer sus desviaciones como comunes a un colectivo considerablemente numeroso.

Ante esta problemática es perentorio que el Estado, a través de todas las vías de comunicación posibles, haga conocer a la ciudadanía los índices mundiales que permitan comparar el estado de la delincuencia común en las más emblemáticas ciudades del mundo, con el de Venezuela. Aunque “mal de muchos es consuelo de tontos” no es bueno que nos puedan hacer creer impunemente que estamos en peores condiciones que el resto del planeta… “gracias a Chávez”.

Otra medida conveniente consistiría en divulgar con mayor consistencia los éxitos policiales logrados cotidianamente contra la delincuencia, evitando, por supuesto, el sensacionalismo pernicioso. Debe haber un mecanismo persuasivo que frene la intensión torcida antes de realizarse.

Finalmente es conveniente hacer más visible la vigilancia uniformada en lugares públicos de esparcimiento, para recuperar los hábitos de paseo de los ciudadanos mediante el fortalecimiento de la sensación de seguridad. Los venezolanos hemos demostrado una rápida adaptación a comportamientos especiales en lugares específicos; como ha sido el caso del respeto a normas de actuación en el metro, desde su fundación; así se correría la voz de que podría pasearse por El Silencio, de noche, sin ningún peligro; o por La Candelaria, o las plazas de las varias parroquias de Caracas; y serían muchas las familias que descubrirían el placer de caminar un poco por la ciudad antes de retirarse a dormir.

El sueño de un país seguro está indudablemente sustentado por un aparato judicial especialmente eficiente; por eso nos queda una pregunta en el aire: ¿Qué pasa con el Poder Judicial en tiempos de revolución?... ¿Se quedó en la cuarta?

joseclaudiolaya@hotmail.com


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José Laya

Profesor Universitario

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José Claudio Laya Mimó

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