A los tres, desde el menos conocido como tal, al más comentado por sus “hazañas” teatreras hasta servir el ramo de olivo por donde desaparecerá “El Nacional”:
Uno. Al “bebé-bobo”,
desconocido para el pueblo venezolano, le otorgamos el beneficio de
la duda, en cuanto a nuestros conocimientos sobre su comportamiento
bobalicón. Sólo que valido, quizás, del prestigio del abuelo, fundador
de “El Universal”, llegó a la cumbre de las decisiones con un discutido
coraje, por lo que le auguramos un desliz de la inestabilidad manifiesta,
más temprano que tarde, en la venta y consecuencial desaparición del
periódico fundado por el poeta cumanés, quien llevó con orgullo el
nombre de Andrés Mata.
Dos. Como el
miércoles, mejorando el cuarto día de la semana, siempre brota el
servil de Globovision, a quien le aplicamos la medicina del mal periodismo
del cual él hace uso para denigrar. Se dice que, en obediencia a presuntas
órdenes de su amo, el turquito Mezerhane, el presunto hijo del radiodifusor
Alberto Ravell, Alberto Federico se empantanó, ahora hasta el cuello,
con el “proyecto” golpista contra el gobierno elegido, ratificado
y reelegido del Presidente Hugo Chávez Frías, magnicidio mediante,
según lo acordado en Maracaibo, en reunión donde el servil del turquito
fue pieza de primer orden al lado del traidor Luis Miquilena. Se creían
triunfadores. Por eso se dejaron olfatear hasta de los hombres y mujeres
de la Asamblea Nacional.
Y Tres. Allí estuvo, también con su palidez y sus escuálidos cabellos despeinados, figura inmancable del pataruco cuando escucha el clarín de “mi gallo zambo”. Es decir, el bobolongo nº 1, presunto hijo del gran Poeta (con p grande); el “2-D” usurpado sin tirar una tarjeta al cajón. Los cómodos no eligen. Los seleccionan, como cuando el susodicho se metió al gremio de actores “sin conocer la yerba”. Lo primero que hicieron los veteranos fue seleccionarlo para que le dejara la enseñanza al entonces futuro Alcalde de Bogota. La pequeña diferencia fue que el Mokus colombiano enseñó el “rostro” trasero ante miles de paisanos y paisanas, mientras que el “presunto…” quinceañero él, presentó un lustroso castin nalguero en el reducido escenario del Teatro Nacional. Ahí mismito, a un paso de Puerto Escondido, sede de los talleres de “El Nacional”, cuando era el periódico de todos los venezolanos.
El rumor rodó raudo pero veloz. Mientras tanto prevaleció la prudencia. Lo supo Alfredo Conde Jahn, Gerente y todos nosotros, hasta que subió al cuarto piso. A Miguel no le quedó otra alternativa que prohibirle el acceso a “ese bobolongo” a las oficinas de “El Nacional”. Lo de Teodoro fue un plagio 30 años después, cuando no se podía gritar con Rosa Luxemburgo,
¡Patria, Socialismo o barbarie. Venceremos!