Los cuadernos inéditos del Che

Memorias de Ernesto Guevara

Ayer hubiera cumplido 75 años. A modo de homenaje, en La Habana se publicarán sus papeles aun inéditos, entre ellos sus apuntes para un diccionario de filosofía que comenzó a redactar a los 17 años y textos sobre filósofos y médicos, sobre Sarmiento, Martín Fierro, Cortázar, Marx y Nietzsche. Sobre este último trabajaba cuando lo asesinaron en Bolivia.

Cuando ya nada quedaba por saber sobre Ernesto Che Guevara (existen numerosas biografías de casi 1.000 páginas cada una) aparecen nuevos escritos, hasta ahora desconocidos e inéditos. Su pensamiento irreverente vuelve a encender pasiones encontradas. Y vuelve a confirmar algo que siempre se supo del Che: su convicción del papel extraordinario del conocimiento y la conciencia en la transformación del mundo: ya en 1945, a los 17 años, comenzó a escribir un Diccionario de Filosofía para reinterpretar la cultura occidental. Y en el que siguiría pensando, increíblemente a pesar de estar acosado y muy enfermo, poco antes de ser asesinado en la selva boliviana.

Completas incompletas

En 1997 —a 30 años de su asesinato en Bolivia— todos los kioscos y librerías se abarrotaron de videos, posters, biografías y folletos. Aparecieron varias ediciones de sus Obras Completas. Allí, se dijo, estaba todo lo que escribió y dijo. Sin embargo, el Centro de Estudios Che Guevara (ubicado en la antigua casa del Che en La Habana y presidido por Aleida March, su ex esposa) asegura hoy que aquellas obras completas, no eran tan completas. Dirigido por la socióloga María del Carmen Ariet, el Centro Che Guevara de La Habana parece haber roto el silencio. Mediante un proyecto conjunto con la editorial Ocean Press (con filiales en Nueva York, Londres y Melbourne) ha comenzado a editar todo lo que quedaba inédito del Che, que es mucho más de lo que se conoce.

La tarea del archivo tiene como meta recuperar, sistematizar y publicar toda la obra de Guevara. La iniciativa de publicación no es ajena a Fidel Castro, quien incluso revisó personalmente el Diario del Che —inédito hasta 1999— Pasajes de la guerra revolucionaria: Congo. Fue el mismo Fidel Castro quien, en 1987, sugirió públicamente dejar atrás la bibliografía de factura fundamentalmente soviética (que predominó en las instituciones educativas cubanas a partir de 1971) para volver al pensamiento del Che. En aquel famoso discurso de 1987, el principal dirigente político de Cuba reclamó estudiar minuciosamente las formulaciones teóricas que Guevara elaboró durante la década del 60. Incluso Carlos Rafael Rodríguez, uno de los principales dirigentes políticos del comunismo cubano (polemista contra el Che en los 60) reconoció en ese mismo 1987, a partir de las intervenciones públicas de Fidel Castro, que Guevara había pronosticado el fracaso de las políticas soviéticas en el terreno económico. Desde entonces, comenzaron a ver la luz pública muchos materiales que permanecían sin editar. En 1997, la revista cubana Contracorriente publicó una carta inédita de Guevara a Armando Hart Dávalos (el responsable de la alfabetización en Cuba) escrita en Tanzania en diciembre 1965. Allí el Che se quejaba de "los ladrillos soviéticos" (alusión a los manuales de filosofía oficiales en la Europa del Este) y propuso reemplazarlos por una nueva manera de estudiar la filosofía, más histórica. Para ello le acercó a Hart un plan tentativo con bibliografía y autores.

El fin del silencio

Poco después, en 1999, apareció publicado el Diario del Congo, donde Guevara analizó la frustración de su participación personal en la ayuda cubana a los revolucionarios africanos que luchaban contra el colonialismo europeo. El diario incluye una carta inédita de Fidel al Che donde le pide que regrese a Cuba para prepararse antes de ir a Bolivia. En 2000 apareció, también por iniciativa de este Centro, Otra vez (El diario inédito del segundo viaje por América Latina 1953-1956). Un texto fundamental para comprender el impacto que produjo en el joven Guevara el proceso político de Guatemala en tiempos de Jacobo Arbens y la intervención de los Estados Unidos para derrocarlo en 1954.

En 2001 Orlando Borrego, uno de los antiguos colaboradores del Che en el Ministerio de Industria, publicó una pequeña selección de las Notas críticas al Manual de Economía política de la Academia de Ciencias de la URSS como apéndice a Che, el camino del fuego. Estas notas son imprescindibles para comprender cuán lejos había llegado Guevara en el análisis crítico de la Unión Soviética y sus países aliados de Europa. En ese texto, el Che polemizó con los que pronosticaban en aquel tiempo una caída inminente del "imperialismo norteamericano". Mientras le asigna a éste gran vitalidad, sostiene que en la URSS "se está regresando al capitalismo". Esas líneas fueron escritas más de dos décadas antes de la Perestroika de Mijail Gorvachov. Toda la obra del Che constituye una crítica implacable tanto al capitalismo occidental como al stalinismo soviético.

Médicos y filósofos de otro mundo

Guevara iba ensayando nuevas aproximaciones a la filosofía y al marxismo, base de su identificación por el socialismo, a partir de un pobladísimo abanico de lecturas autodidactas. Esas libretas y cuadernos hasta ahora inéditos permiten apreciar cómo el Che aprovechaba cada momento libre para estudiar. Ya sea encima de su motocicleta de mochilero, en un campamento guerrillero en la Sierra Maestra, en su despacho del Ministerio de Industria, en su escondite clandestino en Praga, o en la propia selva sudamericana donde fue asesinado por agentes de la CIA y el ejército boliviano. En todos esos lugares repitió una misma obsesión por la lectura. Siempre la idea fija: anotar, registrar y pensar en voz alta, proponiendo permanentemente planes de estudio y formación.

Uno de los materiales, hasta ahora desconocido, es su libro inconcluso La función social del médico en América Latina (1954-1956). Analizando el papel del "médico revolucionario", un texto que nunca terminó, Guevara escribió: "En el ramo estricto de la sanidad pública, debe reclordarse siempre que son los niños los que deben recibir el mejor tratamiento posible, tratando en todo momento de que los beneficios sean el resultante de la acción colectiva de la comunidad, más que de la acción individual del médico. La higiene individual, no interesa tanto como problema ya que está destinada a agrupaciones humanas que han pasado el estado de deficiencia sanitaria colectiva o solo está destinado a una pequeña parte de la comunidad, tarea que no debe ser nunca la de un médico revolucionario". Esto no significaba que el Che reivindicaba el descuido individual. Estaba hablando sobre las mayorías latinoamericanas más pobres, desprovistas de atención médica, de educación.

Otro de los textos que verán la luz, gira en torno a una pasión que jamás lo abandonó, desde su primera juventud hasta su muerte en Bolivia: la filosofía. A los 17 años comenzó a elaborar en varios cuadernos escolares un Diccionario de filosofía, que continuó reescribiendo hasta que se incorporó al Movimiento 26 de julio. Después de que este movimiento tomó el poder en 1959, no continuó su redacción, pero sí mantuvo el proyecto de alentar la escritura de manuales propios, latinoamericanos, para estudiar a los clásicos del pensamiento. La carta a Armando Hart de 1965 marcó la continuidad de esa preocupación que le nació en 1945.

En esas páginas adolescentes que ahora ven la luz, el joven Guevara escribió en forma manuscrita pequeñas biografías de grandes pensadores (las modifica y las mecanografía en la década del 50). Le dedicó un espacio central a Carlos Marx y a Federico Engels (donde los contrasta con la descripción de "la doctrina judía del marxismo" que hace Hitler en Mi lucha), al marxismo de Lenin, pero también a Sigmund Freud, a José Ingenieros, a Arturo Schopenhauer y a Platón. Ya en esta época temprana comienza a confeccionar un índice de libros, tarea que continuará hasta los últimos momentos antes de morir en la selva boliviana.

Entre Sarmiento y Martín Fierro

En los Apuntes de lecturas (redactados en México entre 1954 y 1956), el Che escribe críticas bibliográficas. Entre otras, se encuentra una nota sobre Sarmiento y otra sobre José Hernández, además de varios textos sobre el Perú de los incas, el México de los mayas y aztecas, el Chile de los araucanos. Cuando analiza el Facundo de Sarmiento, Guevara dice: "Efectivamente, Sarmiento era un hombre genial. El Facundo lo atestigua". E intenta romper amarras tanto con el liberalismo mitrista que sólo tiene ojos para su tarea de educador como con el nacional-populismo rosista, que únicamente lo dibuja como un asesino de gauchos. El intento de lectura de Guevara sobre Sarmiento, distante de esa dicotomía, se dirige por un camino muy similar al que propondrá David Viñas en Literatura argentina y realidad política, una década más tarde. En esos apuntes, Guevara afirmó: "De su obra histórica habrá que recordar su amor por la educación popular; de su obra política, la entrega de la Argentina a la voracidad imperialista de los ferrocarriles; de su obra literaria, la que hará que su nombre sobreviva aun cuando todo lo demás quede olvidado, el Facundo".

Algo análogo sucede en sus apuntes sobre el Martín Fierro. Guevara destaca cómo en la segunda parte del poema José Hernández ha envejecido y su personaje,Fierro, olvida "el grito de angustiosa rebelión". En ese sentido, Guevara agregó que para entender la segunda parte del Martín Fierro había que recordar que "se acercaba la bárbara campaña de Roca y todos los preparativos debían hacerse". Además de caracterizar al viejo Vizcacha como "el Sancho Panza argentino" (es conocida la admiración del Che por la obra Don Quijote) y de sostener que es el personaje mejor logrado del libro, Guevara cerró su escrito afirmando: "A pesar de que los consejos son el reflejo de su claudicación de lucha, todo el Martin Fierro constituye el instrumento artístico de protesta, por el que una clase derrotada hace su intencionada defensa".

La biblioteca de un Hombre

Este abigarrado conjunto de materiales inéditos permite observar el índice de lecturas que el Che tuvo y sobre las que escribió entre marzo de 1965 y su muerte. La suya era una de las más nutridas bibliotecas no sólo de marxismo sino también de los clásicos griegos y de los escritores argentinos contemporáneos, en fin, de las principales plumas de entonces en el mundo. Están los clásicos Marx y Engels. Los textos de los líderes socialistas Lenin, Trotsky, Stalin, Mao, de los revolucionarios John Reed, Malcolm X, los filósofos Plejanov, Rodolfo Mondolfo, Lukács, Althusser y el sociólogo Wright Mills. Junto a ellos, Guevara reunió los textos clásicos de Clausewitz, Hegel, José Gaos, Maquiavelo, Giordano Bruno, Erasmo y Lucrecio, así como también de José Martí, Homero, Goytisolo, Shakespeare, Goethe, García Lorca, una biografía de Túpac Amaru de Boleslao Lewin y Todos los fuegos, el fuego de Julio Cortázar, entre muchísimos otros.

Las notas del Che se detienen en Bolivia con un último libro: Fuerzas secretas, de Federico Nietzsche, el escritor idealista alemán que ensalzó el papel del super hombre como eslabón central de la Historia. Tal vez porque nadie entendió ese papel como el Che. Y fue en esos momentos de máxima adversidad, cuando estaba enfermo y derrotado en la selva boliviana, a punto de ser capturado y, más tarde, asesinado cuando el Che recurrió a esa idea para librar su última batalla. Esa mañana, en la escuelita de La Higuera, las balas mataron a un argentino que había acumulado la cultura de la humanidad.



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Néstor Kohan - Clarín

Filósofo, intelectual y militante marxista argentino

 miseriadelafilosofia@gmail.com

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