En mi juventud cuando estudiaba el bachillerato nomás conocer a una atrayente joven: me le entregué a ella sin queja alguna para amarla a través de los años con pasión espontánea por toda la vida: sin serle infiel ni de pensamiento hasta el Sol de hoy. No ha habido, ni habrá otra -somos el uno para el otro-. Nuestro amor es eterno: dentro o fuera de mi país mientras vivamos. Vamos envejeciendo con bríos de comprensión en un país que no nos quiere su presidente y, pendemos del mañana, siempre de ella.
Y en pos de nuestra convivencia y por mis aspiraciones de vivir en paz con libertad e integridad que, hacía rato que en mi país me veían de reojo en sí dentro del supuesto socialismo que Chávez nos dejó a través de Maduro y, en busca de trabajo decoroso que llenara mis anhelos de ingeniero en computación salí de Venezuela con la bandera de mis sueños en lo más alto: sin estar en mis planes de apolítico nada pertinaz después, de haber trabajado por años para la AN y la Cancillería, en las que me esmeré con inteligencia y esfuerzo voluntarioso en darle apariencia vivaz a esos dos entes del Estado y, al retirarme de ellas fundé con otros acompañantes una compañía de informática, a la que renuncié después y que, mucho antes cuando estuve pelando cables de todos los colores por no tener una profesión y haber abandonado mis estudios de ingeniería en la UCV: para poder sobrevivir tuve que quemar cientos de Cds en mi ordenador. De eso viví en esos mis inolvidables años de uno más en acción con una tarjeta de crédito con la que siempre me mantuvo de empeño tras empeño en mi sueño profundo que me daba la revolución de entonces y, en ella nos mirábamos curiosamente. Solo eso.
Llegué a Argentina después de mantenerme sentado en un asiento de segunda volando dentro de un avión cerca de nueve horas como cualquier humano que, deja a su país en busca de otros aires y, como estaba programado dormí en un sofá no cama en el piso de una amiga venezolana en Buenos Aires donde permanecí hasta que un día de tantos que pasaron conseguí trabajo que me facilitó trasladar a mi mujer y a nuestros cuatro hijos. No analizo lo demás con más detalles por ser situaciones algo incómodas y referirlos no le dan realce al caso, aunque la mujer argentina se merecen un tierno piropo del que no gozan y del que no soy fanático y, ellas nos ven a su modo de ser de hermosura emparentada.
Desde el 2015 que estuve en ese país hasta el 2021 que lo dejé -hasta allí me trajo el río de la conformidad- después de engancharme por seis años en ella y, a esa Nación le estoy eternamente agradecido por haberme mantenido sanamente sin irrespeto alguno allá: pues, trabajé para ganarme el sustento de todos los días el que compartía con mi compañera y mis hijos, pero llegó el momento que el sueldo no alcanzaba para la manutención y pago de alquiler incluido, por la endemoniada inflación diaria que no muere y, más bien tiene vida perdurable como en Venezuela y, como leerán me vine de una y la otra me reviró sus ojos de incomodidad y, vaya mi presta ilusión y, ahora para dónde cojo a sabiendas que en Suramérica no conseguiría la vida que aspiraba encontrar por mi trabajo y presencia, ¿y entonces?
Lo lamento, lamentablemente me equivoqué. La eterna democracia. La alabada democracia se ha ido a pique: yo y los nuestros, nuestros seres queridos y amigos, nos enterramos dentro de un sueño que ha dejado de ser realidad: somos perseguidos como migrantes, la mentira como película de acción de terror con poder de subversión dentro del "maravilloso sueño americano" hoy enflaquecido de tristeza y, con toda la intención del mundo solo vale: América para los americanos, los demás al carajo y, me dejé llevar por la más quieta tranquilidad creí que sería posible convivir con toda esa "gentuza" que como yo encontraríamos el reacomodo necesario de lograr vida libre en ese país de conformidad a como siempre lo habían venido haciendo los inmigrantes que llegaron a él a esclavizarse por su grandeza.
Y eso nos pasa actualmente a la gran mayoría de venezolanos en particular y, a mí con cuatro años de residencia en él trabajando por contrato para compañías extranjeras que, no están dentro desde que llegué y, donde me encuentro y para mi permanencia pagué lo que me cobraron los abogados por arreglarme los papeles aprovechando las oportunidades que nos dio Biden a los latinos y, actualmente estoy entre los 600 mil que hemos perdido el TPS por obra del presidente Trump que abolió todo lo que dejó establecido aquel por residencia, pero ese no es el gran problema que afecta a más del 90% de los venezolanos que se hallan haciendo vida en EEUU.
Lo más fácil acá es conseguir un carro y ponerse en tarjetas bancarias y con la misma facilidad por ser la región de difícil acceso por ausencia del transporte público en la comunicación vial, me empeñé por la obtención de tres carros para toda la familia para los que estudian y para los que trabajaban además, de estadía en hábitat alquilada y el mercado semanal, lo que consume totalmente mi presupuesto mensual. O sea que la vida acá no es nada del otro mundo sino todo lo contrario, sino trabajas no hay poder de consumición e imagina lo demás tal como se vive en un país capitalista.
Estamos entrampado -ni se entra, ni se sale- no se puede salir y cómo si por lo general la mayoría de venezolanos tienen el pasaporte vencido y no hay cerca dónde obtenerlo por más que se llame a la vieja María porque una vez que se rompieron las relaciones diplomáticas entre los dos países quedó suspendido todo y, ¿quién perdió Maduro o, Diosdado o, quién? Pues, los venezolanos que migraron por ellos por su desastroso gobierno que, tiene a miles de venezolanos en EE.UU sin poder hacer nada a su favor que, por un lado Trump los persigue como animales y, Maduro les niega el pasaporte venezolano que quien quiera salir de EE.UU está jodido, ni dios ni el papa saldrán en su auxilio porque ellos y solo ellos son los que están sufriendo en carne propia los embates que se desprenden del capitalismo anarquista y fascista y, fuera en su país Maduro está metido en una confrontación que deja mucho que pensar con un diálogo trancado con los gringos en El Caribe y, tú ve para allá.
¿Cuál es la solución para conseguir nuevo pasaporte? Por ahora no la hay -ni de adentro, ni de afuera.
Y lo peor es que cuando tomé en consideración irme a los EE.UU pensé que ese país que tiene el dólar no habría inflación ni nada que se le parezca y, me caí de esa mata de mango.
¿Puede o no puede el gobierno venezolano a través de otros gobiernos que tienen relación con los EE.UU extender el pasaporte a los venezolanos? Aunque más bien parece una trampa caza bobos.
Solo nos queda recomendarle a los venezolanos como yo que están en EE.UU: sálvese el que pueda y, un margariteño diría: lo que no es bueno es malo y lo malo no es duradero.
Misión cumplida en atención a él que quiero mucho que nació para combatir los problemas.