Una carta fraternal

A los amigos que han perdido el rumbo

Eran y son amigos, todavía. A muchos de ellos los queríamos como maestros y a todos como compañeros. Nos educaron y señalaron rumbos. Durante décadas fueron referencias y señal y con ellos compartimos luchas enconadas y meritorias, desde las filas de quienes pensábamos con el corazón y a la izquierda. Armando Córdova, Héctor Malavé Mata, Marco Negrón, Luís Carlos Palacios, Héctor Silva Michelena, Heinz Sonntag, entre otros. Se han reunido ahora en una asociación civil cuyo nombre promete reflexión, serenidad y la discusión abierta e informada: “Pensar en Venezuela”. Sin embargo, al leer la página que reúne sus consideraciones iniciales, (Ultimas Noticias, 26.4.2007) asombran las afirmaciones que hacen y los principios que parecen defender. Conviene citar por lo menos algunos puntos, entre otros, que dejan frío al lector dotado de un mínimo de conocimiento de la historia y de un sentido de responsabilidad política.

El Gobierno (calificado también - el lenguaje traiciona - como “la actual Administración”, ¡ni que se tratase de la democracia gringa!) financia “la búsqueda de aliados políticos internacionales con los recursos públicos, a pesar de la críticas necesidades sociales que prevalecen en el país”. Difícilmente un dirigente de segunda fila de COPEI o de Primero Justicia, podría expresarse mejor. Corrijamos: el Alcalde Capriles Radonsky lo ha dicho con mayor claridad: “primero debemos ocuparnos de los problemas de adentro y después de los de afuera” porque “si PDVSA ahora es de todos, no es de todos los países de América, es de todos los venezolanos”. ¿Con semejante demagogia, que únicamente se comprende por razones de monumental ignorancia política, es que se codean los amigos de Pensar en Venezuela?

Tantos años estudiando y revisando textos fundamentales de teoría política, ¿para llegar a esto?
Seguimos. Con relación a PDVSA, que según ellos, apunta hacia una caída irreversible por estar dedicándose a cosas que no le corresponden, el problema es que se ha transformado olvidándose de su “objeto fundamental”. Esto es, PDVSA debe regresar a su negocio, sacar petróleo y punto. Aquí también los responsables de la mafia petrolera nacional, del tipo Giusti, no lo hubiesen dicho mejor. No alargaremos demasiado el análisis. Estos dos ejemplos bastan.

“Pensar en Venezuela” dice que el país está poco menos que arruinado, sin libertades fundamentales, y atrapado en las garras de un sistema autocrático. Y mientras todo esto ocurre, “el gobierno se ha esforzado en promover abiertamente (¿debería hacerlo a escondidas?) la creación de un Estado Socialista, fundamentado” en los factores, perversidades o agresiones a los derechos cívicos, recitados de seguidas: Control hegemónico de la sociedad; Debilitamiento de la institucionalidad; Desaparición de las fronteras entre los poderes públicos; Retroceso en el proceso de descentralización; Discriminación, rivalidad política y aumento del clima de polarización; Fractura de la sociedad en segmentos que ya no pueden convivir democráticamente; Dominio del debate público; Desconocimiento de la disidencia; Inducción a la autocensura en los medios de comunicación privados; Reducción de los espacios de libre discusión; Imposición de un clima de inhibiciones y temor; Control del Presidente sobre el patrimonio de sus ciudadanos (¡sic!).

En resumen, por cuanto no se han atacado los graves problemas sociales y económicos que aquejan a los sectores más pobres, es evidente, para ellos, el fracaso social y económico de las actuales políticas, y se deduce que los costos serán de tal magnitud que no tendrán precedentes.
Ahora bien, ¿qué proponen los amigos de “Pensar en Venezuela”? Tras esta enormidad de acusaciones, las propuestas son exiguas: en principio, recuperación de los espacios de debate público y promoción del libre intercambio de opiniones e ideas entre los ciudadanos. Con ello, desde luego, no puede haber discrepancia. Pero el manifiesto va más allá e intenta describir un esquema sintético de una nueva estrategia de desarrollo que permita expandir los programas sociales a los sectores excluidos de los beneficios de la economía moderna:
1 desarrollo del capital humano
2 desarrollo de la economía con baja inflación y empleos productivos
3 explotación creciente de las reservas de hidrocarburos
4 creación de instituciones democráticas que permitan
consolidar un patrón de desarrollo socioeconómico en un clima de libertad y de tolerancia política.

Las preguntas son inevitables: Tanto desarrollo, tan repetido y colocado en primer plano, huele demasiado a ese “desarrollo”, a esa teoría desarrollista, que uds. conocen muy bien por haberla criticado durante mucho tiempo, y que consiste precisamente en los términos destructivos y agotadores que han caracterizado a la llamada civilización occidental. Si de eso se trata ni siquiera vale la pena seguir discutiendo. Y si se trata de un programa distinto, de empuje a la liberación de las potencialidades inherentes al pueblo, y de los fines y programas sociales y económicos, esencialmente democráticos y progresivos que propone la constitución y el gobierno revolucionario, no se entiende donde están los problemas. Lo que se está haciendo y se pretende hacer, en una perspectiva de enormes alcances, con la educación, la salud, las comunicaciones, la industria, el petróleo y el gas, las relaciones internacionales de integración latinoamericana, el rescate de la independencia nacional ¿son pamplinas? ¿Lo creen realmente? ¿A tanto ya ha llegado la ceguera de que habla Saramago?

Y en cuanto a los beneficios de la llamada “economía moderna”, por favor, ¿saben de lo que están hablando, al bodrio disfrazado de bienestar a que se están refiriendo? Asombra, una y otra vez, que uds. investigadores respetables y respetados, puedan hacer uso de semejante vocabulario. Hay errores, hay contradicciones importantes, hay dificultades en la teoría y en la práctica, pues estos cambios hay que hacerlos con esta misma pasta humana de que estamos hechos, todos, llenos de aire celestial y de excrementos.
Pero parece que el mundo en cual uds. viven, es otro mundo, cercado por los miedos y la incomprensión, agobiado por falsas noticias y prejuicios atávicos que probablemente ahora han reaparecido, atrapados en un caldo espeso de mentiras y medias verdades que les impiden comprender una realidad tremendamente compleja y que avanza a una velocidad para la cual uds. ya no están apertrechados. Y perdonen el atrevimiento, pero se trata de mucho más, de haber abandonado los estudios, los análisis objetivos, de haber renunciado a la crítica y a la autocrítica y por haber trocado todos esos instrumentos por unos binoculares que están manejando al revés. Algo más aún: nos parece que, lamentablemente, han perdido la capacidad de creer en el futuro, en aquella llamita, aquel sueño, esa esperanza de vida buena para todos que compartimos de los años cincuenta y sesenta.
Y es que las peleas, si uno es parte de la especie humana, cuando son buenas, vale la pena darlas aún cuando hay la posibilidad razonable de perderlas. ¿O no?

Está clarísimo para todos que luchar por un mundo definitivamente mejor es realmente difícil y complejo. Los riesgos de perderse en las marañas y las tretas del sistema son infinitos. Es inmenso el tamaño del gigante que nos oprime la garganta y el corazón, y que se infiltra de día y de noche, subrepticiamente, en los meandros de nuestro cerebro, haciéndonos creer que lo bueno es malo y viceversa, que nos confunde las ideas y no nos deja quietos en el pedacito de vida sacrosanto que nos toca por derecho.
Pero creíamos que uds. lo sabían. Que habían medido el tamaño del salto necesario. Creíamos que uds. estaban de este lado de la barricada, con los libertarios de la Comuna de París y con los fantasmas de los muertos de Hiroshima, por decir algo que nos duele, y que si alguna vez cantaron la Internacional, de verdad pensaban que los pobres de la tierra eran nuestros compañeros naturales.
¿Y qué les pasó? ¿Se asustaron ahora con el compromiso? Podrán decir, tal vez, que eran cuentos de hadas y que ahora se dieron cuenta que los confundimos con sueños de libertad y de justicia.

Pensamos en cambio otra cosa, que cuando llegó la hora insospechada e inesperada del terremoto, lo que están haciendo es protegerse en el sótano. Mírense alrededor, quienes los acompañan: son seres que más parecido tienen con los bichos que con seres humanos de dignidad y respeto. Pensábamos que podíamos entonces contar con uds. Que nos hubieran podido ayudar a no cometer errores, a esquivar las conchas de cambur, a no confundir la esencial con lo secundario, lo inmediato con lo eterno.
Pero no.

De lo que nos hablan, lo que aparentemente defienden y proponen, es un vago deseo de una sociedad tranquila, descansada en un insólito mundo sin conflictos, de ovejas y lobos que comen juntos en el mismo plato de una socialdemocracia blanda y sin hueso. Demasiada instrucción tienen uds. para hacernos creer que realmente juran por ese cuento de la sociedad idílica que había sido, y que este Chávez maluco destruyó. Lo que uds. proponen es un refrito de esquemas absolutamente obsoletos, que nada tienen que ver con los dramas del mundo de hoy, atenazados como estamos por el desastre empalagoso del consumismo, por la globalización y por el cambio ambiental.

Hablan de la ventana de oportunidad que el precio del petróleo nos ofrece para intervenir y modificar el rumbo que este país lleva desde los últimos 30 años. ¡Querrán decir, será, desde que llegaron los españoles! ¿O se les olvidó tanto trabajo de análisis histórico que habían hecho? ¿Y cuando van a señalar con el dedo a los verdugos, a los delincuentes dueños del negocio, a los culpables de tanto desastre acumulado durante tanto tiempo? ¿Ya no existen acaso esas causas profundas, esos intereses de clase que uds. descubrían en libros y artículos, los que nos abrían la mente y nos permitían entender el gato por liebre de la educación oficial? Porque en su manifiesto esos nombres y esos crímenes no aparecen.

Se silencian por completo. De lo único que se habla es de la torta que está poniendo el Gobierno. Es extraño. Es triste. Ya no los reconocemos. Y nos duele porque eran y son nuestros amigos. ¿No entienden acaso que la ventana de oportunidad no es económica, por los precios del petróleo favorables? La ventana de oportunidad, por primera vez en la historia de Venezuela, es ideológica.
Y hablan de debate y de intercambio de ideas.

Estamos completamente de acuerdo. Pero un intercambio sin contrabando, limpio y transparente. Con la voluntad expresa de entender qué está pasando de verdad. Y con el propósito, despojado de hipocresías y de temores, de salvar este país, que es el único que tenemos. Ahí sí nos encuentran con la mano tendida.



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Juan Pedro Posani

Arquitecto y artista plástico. Director General del Museo Nacional de Arquitectura de Venezuela.


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