Toros, gallos y coleo

¿De qué color es la sangre, mi pana? ¿Por qué muge el toro? ¿Quién sabe si el gallo canta o llora? ¿Dónde termina la columna vertebral del toro? ¿Se cansan o no los caballos cuando se les exige correr durante largos ratos de un lado a otro? En la cadena ecológica, unos mueren para que otros vivan. Por ejemplo una manada de cebras corre en la planicie africana y el león que tiene hambre y busca una presa, fija sus ojos en una de ellas. Es esa la que ha de morir, porque el león no mata por matar, sino para comer. Luego con lo que deja el león, se alimentan los carroñeros, mientras el león fastidiado y repleto, se aleja a cumplir con la orden de la natura. Eso sucede entre los que llamamos “irracionales. Como decía alguien: “Cuando el hombre entra a la selva con una escopeta, dispara a quien se le mueva ente los ojos”, porque si a ver vamos, es el hombre, el que mata por placer. En su sadismo, el hombre coloca los cuernos de alces, reses, o lo que sea en una pared de su casa, para sentirse glorioso en su enanes. Pero, ¿cómo puede sentir amor un coleador que exige a su cabalgadura al extremo, que toma a un toro por el rabo y lo avienta contra el suelo, mientras en las tribunas la crueldad de la que nos dotó el imperio español, nos hace mover las manos y premiar al coleador con una cinta?

Escuchamos a copleros, a cantantes de música criolla, abrir las bocotas para gritarle a la gente, que “Bajo de mi, mi caballo y sobre mi, mi sombrero. El excelente cantante Freddy López produce sonidos en sus canciones que hablan de amor, de “presénteme esa muchacha, camarita” y luego, el cantante Freddy López ama al coleo de toros, ¿qué es eso? ¿No son los animales dignos de ser amados? En esta eterna lucha por evitar el martirio a los animales irracionales nos hemos topado con los de dos patas racionales”, que se hacen llamar lúcidos mentales, quienes nos han atacado…”De seguro que tú no vas a desechar un buen bistec, de seguro que tú no comes pollo, ni conejo, ni perdices, ni ¡mierda! Al parecer esos “amorosos” no se sienten con suficiente raciocinio, para analizar el comportamiento del león, arriba escrito. Uno dijo: “¡Y el boxeo!, ¿por qué no prohíben eso? Y una dama que escuchó la propuesta expresó: “En el boxeo se enfrentan dos hombres, que debido a su “inteligenzzia” pueden tirar la toalla cuando sientan que el complejo de superioridad ante el contrario, no le surte efecto” ¿Puede el toro, el caballo y el gallo hacer lo mismo?

Las riñas de gallos es igual a lo que, según la historia, hacían los romanos en la antigüedad con los cristianos que se les alebrestaban. Un circo en miniatura, es construido por los que gozan con la sangre de los gallos. En la tribuna de la gallera, los trogloditas gritan: “Voy tantos pesos al…” y los infelices animalitos, que son enfrentados por estos perendengues de dos patas, se sacan los ojos, se clavan las espuelas, se cubren las plumas de SANGRE ROJA, CARAJO. Después, el festín: “es que mi gallo es muy arrecho” (y en soliloquio) y mi corazón es sádico.

Las corridas de toros son un culto al demonio. Una ridiculez demodé, con un combo de hombrecitos de trajes ajustaditos, hechos de canutillos y rombos fosforescentes, lentejuelas y bordados, que camina como que no quisiera ensuciarse las zapatillas de charol empecuecadas. Lo siguen saltibamquis y maromeros. Es lo que llaman la cuadrilla. En el burladero, el toro recibe los últimos coñazos, antes de salir por la puerta de la muerte. Desde que nace, hasta que muere en el ruedo, el toro no “para de sufrir”. Es un tormento, la vida del toro de lidia. Con razón, recurrimos al destino, cada vez que muere un torero o un ganadero, para pensar,”coño, recibió su castigo por lucrarse con el dolor de un animal”.Vainas de uno, de lo cual no nos arrepentimos, si entendemos que todo lo que tiene vida debe vivir. Es mentira la fulana valentía del torero, ni del coleador. Los animales no pueden elegir entre morir o rebelarse y aceptan darles a sus torturadores, la gloria que necesitan para lucrarse y mentir. El toro no embiste al torero. Por lo tanto la pregonada valentía es una blasfemia, a quienes ven a los demás con admiración y estupidez. El toro puede ser gigantesco, pero hace lo mismo que una vaquilla: embiste a lo que más se mueve ante él, a lo que sobresale de esa fantasmal figura entre masculina y femenina que se coloca a un lado del capote. Quienes defienden estas atrocidades jurásicas, igual gozan con películas de terror y muerte, guerras y asesinatos. Son adictos al dolor ajeno. Su color preferido es el rojo líquido, sobre todo el que emerge de un animal, porque han vivido con miedo, con angustia, con temores. No hay razón que justifique estas barbaridades. Por lo tanto es hora que a los amantes de tales costumbres, se les regrese la célula del amor al cerebro, para que puedan decir con orgullo, que “ESE TORO ESTÁ ENAMORADO DE LA LUNA, y ella no quiere verlo sufrir tanto, porque él es su espejo en las interminables praderas nocturnales de la existencia”

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Ángel V. Rivas

Limpiabota, ayudante de pintura, articulista, Productor Nacional Independiente, editor de El Irreverente. Animador del programa Gigantes del Romance, autor del libro Pacto Satánico y poeta en estado de frustración.

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